Capítulo 04:
Nos guío a la habitación donde hago mi especialidad, sintiendo las miradas escrudiñar a mis espaldas. Les ordeno que tomen asiento y salgo de allí con Emma, que está entretenida con mi trenza, voy en busca de Abby a su oficina y la encuentro en su silla escribiendo en una hoja.
— Buen día, mi querida Abby. ¿Lista para dar lo mejor de ti? — pregunto.
Abby Taylor tiene 22 años, podría considerarla mi consejera personal, es rubia, trigueña y sus ojos color miel son llamativos.
— Siempre lista, muñeca. ¿Pero desde cuando eres niñera?
— Ah, una larga historia, y no, no soy niñera. ¿No es lo más lindo? — cuestiono mientras la agito suavemente haciéndola reír.
— Sí que lo es.
Nos encaminamos a la sala de trabajo y le doy la niña a Eric, por suerte se queda quieta cuando Abby enciende la televisión y coloca caricaturas. Chase ha venido por una revisión y limpieza general. Abby y yo trabajamos en él, mientras ella me pasa los instrumentos yo hago el resto. Puedo sentir la mirada de Eric apuñalando mi espalda, es inevitable no sentirlo. Luego de treinta y cinco minutos aproximadamente, terminamos exitosamente. Intercambiamos números y lo anoto en un papel que tengo cerca, lo guardo en mi bata, y ellos se van. Incluso Emma se despide con un “Adió” y un beso en la mejilla. Si pudiera, les diría que se quedaran un rato más para charlar, pero hay trabajo por hacer, lastimosamente.
Como no han llegado más pacientes y Walter está con el tercero en la lista, aprovecho y bajo para ir a desayunar.
Después de todas las diminutas rocas en el camino, salió mejor de lo que esperaba. Hay un dicho que dice así: lo que mal comienza, mal terminal.
Yo no creo que sea así.
***
28 de enero, 2015.
Barrer, coletear, lavar los platos, limpiar el frente, el patio delantero y trasero, la cocina, limpiar las habitaciones, el baño, el inodoro individual y la lavandería.
Maddison y yo estamos empezando a higienizar profundamente la casa -que la tenemos abandonada- ya que tenemos día feriado, tenemos el día libre y estamos aprovechando estos momentos sin nada que hacer. Empezamos a distribuir los quehaceres.
Lo hacemos desde muy pequeñas, pero como en todo caso, había un problema. Maddie siempre me animaba para limpiar y constantemente terminaba haciendo todo yo, le reporté la queja a mamá, nos dio esa idea y desde entonces lo hacemos.
— Maddie, te quiero mucho, pero tienes que limpiar el baño, limpiar la cocina, tu habitación, el comedor, organizar tu garaje y la oficina. Yo barro, coleteo, el patio delantero y trasero, la lavandería, mi garaje y limpio las dos habitaciones restantes. — digo soltando un largo suspiro, ya cansada y no hemos comenzado todavía.
— Vaya, eso sí que fue largo. Yo te amo. — lo último lo dice con sarcasmo, lo cual me hace reír, y ella termina riendo conmigo.
— Pondré un poco de música.
— Esa es mi chica. — me dice chocando mi mano con la suya.
Maddie va directo a su habitación a limpiar, coloco música, esas de las que te hacen mover todo, y empiezo a mover todo para poder barrer. Y así, abordamos.
***
Tres y media benditas horas después, ya hemos terminado. Fue una limpieza extrema incluyendo un escandaloso y movible concierto. Yacemos tumbadas en los muebles de la sala, sudando como si hubiésemos corrido un maratón, prácticamente estábamos sudando como nunca antes lo había hecho. Pero estamos satisfechas, con este resultado podríamos limpiar dentro de las dos próximas semanas.
Hace un calor terrible, esto me recuerda a la escuela cuando tocaba deporte, yo sufría. Me ponía peor que un asmático. La vida del adolescente.
— Tengo mucha hambre, pero estoy muy cansada como para ir a cocinar algo. — dice con su mano en su frente y los ojos cerrados.
Sé que no miente, yo también lo estoy.
— Pidamos una pizza a domicilio, pero tú llamas, no seas floja.
Asiente y se levanta a llamar desde su teléfono que está en la cocina. Yo me quedo mirando el techo, respirando el olor a limpio, casi como a nuevo. Cuando va terminando la llamada, mi teléfono comienza a sonar. Lo localizo y veo que está en el rincón de uno de los muebles, voy a hacia él y contesto la llamada de número desconocido.
— Hola, ¿quién habla?
— ¡Yop! —. Canturrea y se ríe, por el tono de voz, es una niña, supongo. Puedo decir que es muy traviesa.
— ¿Y “Yop” tiene nombre? — digo con tono burlón, siguiéndole el juego.
— ¡Emma! — dice. Qué curioso que se llame igual que la hija de Eric.
<< ¿Y si es...?>>
Seguido, se escucha un pequeño alboroto, y en medio de eso, escucho: “Bebé, ¿qué te he dicho de tomarle el teléfono a papá?”.
Debería de colgar, sin embargo, algo me dice que no lo haga. La curiosidad mato al gato.