Las labores de remoción de escombro y rescate eran intensivas y extenuantes.
Benjamín estaba poniendo todo su esfuerzo y recursos para ayudar en todo lo que podía y descubrió que se sentía bien haciéndolo. Parecía que el cansancio no era algo que le pasara a él, aunque otros voluntarios casi lo obligaron a descansar. No solo por su bien, sino por el bien de otros, ya que el estado de alerta disminuía y podía resultar peligroso.
No tuvo mas remedio que regresar a casa, que por suerte, no quedaba muy lejos, aunque tampoco uno de los edificios que colapsaron y que la constructora de él y su hermano, habían construido.
Siguió de largo intentando no mirar hacia el área que se encontraba acordonada, no soportaba tanta carga sobre sus cansados hombros.
Aún había mucha gente en la calle, corriendo. caminando, buscando. Era el siguiente turno de voluntarios ya descansados.
Entró a su edificio por las escaleras. Una réplica lo sorprendió pero no tardó en detenerse. Esperó unos momentos y continuó su camino.
Ya ahí, adentro de su elegante y confortable hogar, se dejó caer sobre su colchón y al poco tiempo, se quedó profundamente dormido.
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Javier bajó la escalera con la maleta negra. La joven del servicio doméstico tomó el objeto y lo bajó.
—¡Cuidado Juana, que no es tu caja de cartón, babosa! —Regañó a la chica al ver que arrastraba la maleta por las escaleras ya que era demasiado pesada para ella.
—¡Dame eso! —Se la arrebató— ¡Inútil!
Él mismo colocó su equipaje en la cajuela y se fue sin despedirse de nadie.
Juana, aliviada de que por fin se largará, pronunció algunas palabras en su lengua materna —el mixteco—, cargadas de desprecio.No había que conocer su dialecto para adivinar qué nada bueno había salido de su boca.
Javier, al ser como era, consideraba a todos aquellos que no fueran de su clase social y grupo étnico, como inferiores y se los hacía sentir. Tal vez la escuchó, pero no se sintió aludidio por lo que simplemente la ignoró.
El problema era que, ni siquiera entre su círculo social, era muy apreciado que digamos.
"Déspota", "altanero", "insufrible", "patán", "imbécil pito chico", eran solo algunos de los adjetivos que sus conocidos tilizaban para describirlo, aunque por fuera le sonrieran y hasta lo trataran con deferencia.
Una tormenta amenazaba con dificultar las labores de rescate, mismas que a pesar de todo, no se detuvieron. Y no solo no se detuvieron, sino continuaron con un entusiasmo conmovedor. Cientos de brazos ayudando bajo la torrencial tormenta.
Javier conducía tranquilamente rumbo al aeropuerto. Por esa zona el daño había sido relativamente poco.
Ese estúpido Benjamín estaba jodido. Siempre tan débil, tan miedoso. En el mundo de los negocios no se podía ser un blandengue de esa calaña. Además, él no había provocado el terremoto.Encendió el estéreo para despejar su mente.
Una bella y tranquila música empezó a sonar, alegrando su trayecto, pero de pronto la música cesó y unos impresionantes gritos de dolor a todo volumen, lo hicieron parar el vehículo y salir.
Creyó que se trataba de un desperfecto del aparato, pero contrario a lo que esperaba, no obstante apagar la marcha, los hórridos lamentos continuaron por varios minutos más. Sin embargo, tal como iniciaron, cesaron y él pudo continuar con su camino.