Ellos Mienten

⚡CAPITULO 8

Miradas desde el encierro

Pasé toda la mañana encerrada en mi habitación. Papá se había enojado demasiado conmigo.

Bere vino varias veces a verme. Bueno… a eso no hacía falta darle mucha explicación. Bastaba una sola palabra:

Sola.

—Es la sexta vez que vienes a preguntarme cómo estoy —dije apenas escuché su voz al otro lado de la puerta. Ella sonrió, como siempre.

—De hecho, es tu papá quien me manda. Nada que ver conmigo —respondió, divertida.

—Bueno, si de verdad quieres animarme… puedes contarme algo sobre los hermanos Bennett.

Bere soltó una risa breve y levantó una ceja.

—Niña, tú deberías saber más que yo sobre esos hombres. Lo único que sé es que están bien ricos. Cuando yo llegué hace unos dos años, tú ya estabas aquí.

—Lamentablemente… no sé de ellos como debería. —Bostecé, con desgano—. Papá se niega a hablarme de ellos. Es como si mencionar sus nombres fuera un pecado.

—¿Y por qué tanto interés? ¿Acaso te gusta alguno? —preguntó con una sonrisa pícara.

—¡No! ¿Cómo crees? —negué con fuerza—. Sí, son bonitos... pero su forma de ser es muy extraña. O al menos, eso me pareció con los pocos que he visto.

Bere se levantó del asiento, acomodando su falda. Me miró de reojo y volvió a sonreír.

—Entonces deja de hablar de ellos, niña. Piensa en otra cosa más linda.

—En esta casa… ¿cómo podría? Todo lo que se respira son ellos. Debería salir al pueblo, al menos una vez por semana.

—Justo iba a decirte eso. Hoy tengo que ir al mercado a comprar algunas cosas. ¿Quieres venir?

Mis ojos se iluminaron.

—Papá nunca me dejaría…

—Él no tiene que enterarse —dijo guiñándome un ojo—. Ve a la puerta y espérame allí.

—¡Gracias! —exclamé, abrazándola con emoción.

Salí tras ella casi corriendo, tomando una de las salidas laterales de la mansión. La entrada principal estaba en el otro ala, donde nosotros, los criados, no teníamos permitido pasar... a menos que fuera estrictamente necesario.

Esperé por horas, o al menos eso me pareció. Pensé que tal vez había cambiado de opinión.

Hasta que la vi aparecer.

—Pensé que no vendrías —le dije al verla acercarse.

—Tu papá me tenía rodeada a preguntas. Que qué te dije, que qué me habías dicho tú, que cómo te notaba…

—¿Y qué le dijiste?

—Le dije que estabas bien… pero no mencioné tu obsesión por esos hombres —dijo con una sonrisa mientras tomaba mi mano.

Salimos juntas por la parte trasera de la propiedad. Era apenas la cuarta vez en mi vida que salía de la mansión.

Papá siempre fue demasiado estricto con eso.

Mientras caminábamos por la entrada del camino principal, un carro negro pasó cerca. En el asiento del conductor iba Michael Bennett.
No sé si fue una coincidencia… pero su mirada se clavó en mí con una intensidad que me dejó sin aliento.

Una mirada de tristeza.
Una que ya había visto antes.
Una que… me perseguía en sueños.




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