Ellos Quieren Venganza

Capítulo 1

Darcy despertó sintiéndose un poco más decaída de lo normal; ni siquiera los pájaros cantarines y el brillante sol la animaron, aunque amaba los días así, pero todo se debía a una sola razón: era su cumpleaños. Darcy estaba cumpliendo veintiún años de edad, y no la emocionaba para nada; de hecho, era un poco triste. Ella se había decidido que dejaría su casa al cumplir los dieciocho, que cumpliría muchas metas que, al final, no llegó a cumplir. Cada cumpleaños era un recordatorio de que no había logrado ni lo que sus padres querían, o lo que ella quería, y desde ahí, solo le parecía un día común, corriente y deprimente.
 


 

El sonido de dos personas tocando su puerta la hizo volver de sus pensamientos. Eran sus dos hermanos, Molly y Tom, que llevaban un pequeño pastel de naranja (el sabor favorito de Darcy) mientras le cantaban la clásica canción de “Feliz Cumpleaños”.
 


 

Darcy lo recibió con una sonrisa, pensaba que era tonto ponerse mal encarada por un detalle tan lindo como ese. A pesar de que a Darcy no le gustaba su cumpleaños, Molly y Tom siempre trataban de que Darcy sintiera un poco más de emoción en ello, y su hermana mayor no desagradecía el gesto.
 


 

—Ahora, pide un deseo. —le dijo Molly acercándole el pastel un poco más para que Darcy pudiera soplar la velita de cumpleaños. Ella cerró los ojos, fingiendo pedir un deseo, aunque muy en el fondo, tal vez por su subconsciente, pudo escuchar una vocecita interior que decía “que todo sea mejor”, y sopló la vela con ánimo.
 


 

Molly sonrió y Tom aplaudió unas cuantas veces.
 


 

—Y dime ¿cómo lo va a celebrar la Dra. Darcy? —preguntó Molly dándole el plato de pastel a Darcy.
 


 

—Saben que no celebro mis cumpleaños. —les recordó Darcy, quitó la pequeña vela y probó un poco del pastel, no estaba nada mal.
 


 

—¡Por favor!, deberías estar celebrando como una universitaria fuera de control. No todos los días se cumplen veintiún años. —exclamó Tom colocándose a lado de su hermana mayor, y dándole un empujoncito en el hombro en señal de ánimos.
 


 

—Tom tiene razón; deberías llamar a tus amigas o ir al cine… no sé, algo que te divierta. —concordó Molly.
 


 

—Solo quiero descansar y relajarme, enserio chicos, no tienen que esforzarse por mí, esto es más que suficiente.
 


 


Aseguró Darcy, mostrando el pastel al final en señal de agradecimiento.
 


 

—Y muy delicioso. —añadió Darcy tomando otro pedazo, y rio con sus hermanos por el comentario.
 


 

—Bueno, pero esto sí no lo puedes negar, Willfred te está esperando con un “desayuno de cumpleaños”; mamá y papá salieron al trabajo, así que no volverán hasta tarde —le dijo Molly—. Solo recuerda fingir sorpresa cuando Willfred te dé la comida; se supone que no debía decirte. —le indicó bajando la voz con algo de dramatismo, como si Molly fuera un agente secreto con una importante misión, y Darcy le dijo riendo que no diría nada.
 


 

Darcy no sabía qué le animaba más, el que Willfred le tenga un desayuno sorpresa (seguramente con golosinas que a Darcy le encantaban), o que sus gruñones y malhumorados padres no iban a estar en la casa prácticamente todo el día.
 


 

Bajó muy animada hacia la cocina, encontrándose con Willfred, que, al mirarla, se formó una sonrisa muy dulce en su rostro.
 


 

—Darcy, querida —le dio un abrazo y luego la miró, sosteniéndola de los hombros—. Feliz cumpleaños.
 


 

Darcy sonrió y le agradeció a Willfred.
 


 

—Entonces, ¿va a hacer algo en especial hoy en día? —quiso saber Willfred, tomando un plato con comida.
 


 

—Sabes que no celebro mis cumpleaños. —dijo Darcy sentándose en una pequeña banqueta que estaba en la cocina—. Aunque, tal vez salga por ahí con algunas amigas, no lo sé. —cruzó sus piernas y miró al piso pensativa. Con tanto amor por parte de sus hermanos y Willfred, ya estaba comenzando a animarse a hacer alguna actividad.
 


 

—Bueno, usted puede hacer lo que quiera, pero yo celebraré como si fuese mi propio cumpleaños. —se acercó a Darcy, mostrándole el plato que tenía unos waffles con maple y unas dos bolas muy generosas de helado. Darcy lo miró, sonriente y sorprendida.
 


 

—¿Dónde conseguiste el helado? —susurró Darcy mirando a los lados, como si alguien los espiara.
 


 

—Por su seguridad, no se lo diré. —dijo Willfred alzando una ceja, Darcy rio.
 


 

—Si mi madre viera esto, enloquecería; no como un helado o waffles desde hace... ¡siglos! —exclamó Darcy. Su madre siempre estaba al tanto de lo que Darcy comía, odiaba que coma golosinas o comida chatarra, por lo que casi nunca había nada de eso en la casa.
 


 

—No sé por qué a la Sra. Edith le obsesiona tanto su figura. Dijo Willfred frunciendo el ceño y meneando la cabeza.
 


 

—Por eso creo que está tan delgada. —dijo esto último con un tono de molestia.
 


 

Darcy sonrió.
 


 

—Tú también eres muy delgado, ¿por qué criticas duramente a mi madre?
 


 

—Bah —Willfred movió la mano—. Yo estoy viejo y demacrado, mi delgadez se justifica, además, nunca me he privado de los manjares que ofrece la vida.
 


 

Darcy rio negando con la cabeza y se terminó su desayuno de cumpleaños. Le agradeció a Willfred por el gesto y se fue a su habitación a escuchar algo de música y ver alguna película.
 


 

Su habitación estaba serena, no se oía nada más que el canto de los pájaros afuera de su ventana. Dentro de su enorme closet, que quedaba espacio para la pequeña televisión de Darcy, se encontraba viendo uno de sus episodios favoritos de “Los locos Addams”, mientras comía unos malvaviscos cubiertos de chocolate que Tom le había comprado a escondidas ese día. Llegó una escena en la que Morticia terminaba de cortar unas flores, y al pronunciar la palabra en francés “finir”, su esposo, Homero, apareció rápidamente a besar los brazos de su amada, diciéndole que la razón de sus besos era porque había hablado francés.
 



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En el texto hay: fantasmas, amor, horror y suspenso

Editado: 19.07.2024

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