Llegué a casa de la curandera en poco tiempo, de hecho ni andando tardaría mucho en venir a buscarla. Bajé del caballo y se lo dí al muchacho de las caballerizas. Llamé a la puerta y me abrió una mujer de mediana edad, era con muy poquitos años mayor que yo.
-Señora? – preguntó bastante sorprendida al verme en su puerta- es un honor recibirla en mi humilde morada.
-Como se llama?
-Yo soy Maria,le puedo ayudar en algo?
-Si, quiero pedirte algo – le dije mientras entraba dentro y ella dejó la puerta abierta para que entrara aire, mientras yo pasaba detrás suya y nos sentábamos en la mesa de la cocina – necesito algún remedio para impedir un embarazo.
-Señora, está usted segura de esto?
-Quieres saber si lo sabe tu Laird no? –ella asintió – no, ni se puede enterar
-Señora, para impedir un embarazo, el único remedio que yo conozco es introducirse algodón con whisky antes de que su marido quiera estar con usted, para luego sacarlo.
-Pero como adivino cuando quiera estar conmigo?
-Duerme en la misma cama que usted? – asentí aunque no me gustaba compartir esa intimidad con nadie – pues debe introducirse el trapo o un algodón cada noche y cambiarlo por la mañana.
-Eso funciona? – pregunté insegura, imaginándome haciendo lo que Maria me decía
-No siempre señora, de hecho está usted segura de que no está embarazada ya?
-No, no estoy segura. Podría saberlo de alguna manera?
Maria asintió y sacó un péndulo, me pidió la mano que la puso con la palma para arriba y acercando el péndulo, este empezó a girar solo.
-Señora, está usted embarazada, por lo tanto utilizar ese remedio ya sería inútil
-Cómo puedo abortar? – le pregunté dejándola asombrada y sin saber que contestar.
-Señora, en eso yo no puedo ayudarle. Debería buscar a – ni pudo terminar la frase con el nombre ya que miró hacia la puerta y se quedó de piedra.
Edgar estaba ahí, con los brazos en jarras. No sabía lo que había escuchado de la conversación, pero desde luego, segura estaba de que lo último si lo había escuchado. Se acercó despacio hacia mi y sin decirme nada, con aquellos ojos de Demonio, me echó al hombro y me llevó afuera. Me subió a su caballo igual que a un saco boca abajo. Se subió el y con la mano encima de mi espalda sujetándome se fue hacia casa.
Al llegar me volvió a coger igual que antes y subió las escaleras conmigo hasta llegar a nuestro dormitorio. Me dejo caer en la cama y se puso a dar vueltas mientras se pasaba las manos por el pelo.
-Como tienes tanta sangre fría?
-Habló el que tiene el corazón helado.
-Quieres matar a nuestro hijo mujer, estás loca! – gritó – Mira que todas las mujeres de mi vida me han hecho daño pero esto ya es lo peor que me han hecho, esto no es romperme el corazón, es matar a nuestro hijo –estaba desatado.
-Si no lo quieres, y yo no quiero darles un futuro nefasto. – yo también empecé a gritar
-Como no voy a querer un hijo mio, independientemente de si es del peor monstruo, que eres tu.
-Pero si ya tienes dos y un heredero, que más te da! –grité con todas mis fuerzas – y yo no quiero hijos en un matrimonio sin amor
-No tengo herederos niña estúpida, Juan es concebido fuera del matrimonio. Además que no me interesa si es un matrimonio con amor o sin, un bebé, es una vida que nosotros mismos procreamos y que la quieres matar por que? Por que maldita seas?
-Por que tu dijiste que Juan no se debería preocupar por tener más hermanos, por que tu no quieres más hijos – contesté ya entre sollozos
-Cuando escuchaste tu eso?
-Esta mañana, cuando se lo dijiste a tu madre.
-Mira, te juro que como me quede un segundo más aquí tu no saldrás viva de esto, asi que cuando me haya relajado un poco y no sea un peligro para ti hablaremos.
-El Demonio siempre es un peligro, y si no recuerda a tu difunta mujer – dije eso sin pensar, solo quería hacerle daño y lo conseguí.
-Mi difunta mujer, nunca había querido abortar a Victoria, de hecho estoy seguro de que había dado su vida por ella, y eso mi querida mujer, la hace ser mejor persona que tu
Me senté en el sofá y creo que no me moví de ahí durante mucho tiempo. Juan, el pequeño entró con una bandeja de queso y frutas y me la dejó al lado del sofá. Antes de irse me acarició la mejilla, llevándose así las pocas lagrimas que me quedaron en el cuerpo. Seguí ahí tirada durante más rato, con la mirada perdida pensando en lo mala persona que era, queriendo matar a lo más maravilloso que tendría en la vida. Desde luego mis padres se sentirían muy decepcionados de mi y muy avergonzados. Era de noche, por que desvié mi vista hacia el balcón. Edgar entró en la habitación y sin decir nada retiró la cuna de Victoria. Al poco rato volvió a entrar y se sentó en el suelo junto al sofá. Acariciaba mi pelo en silencio mientras notaba su mirada en mi cara, la mia seguía perdida en la oscuridad.