Pasó un mes desde que me enteré que sería la futura Reina, y ese mes fue una locura total. Dejamos a mi suegra encargada del que era y sería nuestro hogar aunque ahora estuviéramos en el palacio.Desde hace dos semanas que habíamos llegado al palacio iba acompañada siempre de mi dama de compañía Mariana, una chica joven, de mi edad y a también de cinco guardias que tenía siempre detrás de las dos.
A mi pequeña le habían asignado una niñera que en todo momento se encargaba de ella, hasta que yo o Edgar le pedíamos que nos dejara solos con ella.
Mi vida había cambiado una barbaridad, estábamos a todas horas con el Rey en reuniones del consejo, de guerra, con el tesorero…todo para aprender a llevar un pueblo.
Edgar y yo casi no teníamos tiempo para nosotros dos. Por las noches al llegar a nuestros aposentos o el estaba ya dormido o yo, por lo tanto no pasábamos ni un momento a solas.
Ahora me dirigía a dar un paseo por los patios llenos de flores pero el Rey y Edgar se cruzaron en mi camino.
-Elsbeth, recuerdas lo que te comenté sobre el matrimonio – me preguntó el Rey.
-Si Majestad.
-Pues venga, tus padres y yo nos llevaremos a la pequeña al lago a disfrutar de este día tan bonito. Tu marido y tu os vaís al pueblo. Hay una feria muy bonita que podeís ver.
-Pero Majestad – protestó Edgar – me dijo que debía entrenar con los guardias.
-Nada de eso, tu te llevas a tu mujer al pueblo, lo único es que no podeís llevar un carruaje, llamaría demasiado la atención. Ah, y esta noche las doncellas os llevarán la cena a vuestros aposentos. Hasta mañana no os quiero ver en ningún sitio. Hoy todos nos tomaremos un descanso.
Nos quedamos solos, nos miramos a los ojos y nos sonreímos. Mis guardias decidieron acompañarnos y Mariana, eligió otra doncella para acompañarla y no llamar demasiado la atención, aunque solo con llevar el escudo real ya lo hacíamos pero la gente no conocía todavía a la Princesa. No hasta pasado mañana.
-Todo bien? – preguntó Edgar, que iba en el caballo, justo a mi lado.
-Si. Tu como llevas esto?
-Bien, aunque no es lo mismo ordenar y mandar sobre tu gente que sobre un pueblo entero.
-Piensa que este pueblo será nuestro, y que la única diferencia que hay es que en vez de 300 personas son miles o millones.
-Has visto hoy a nuestra pequeña? – preguntó cambiando de tema
-Si, estuve con ella a la hora de la comida.Tu?
-Me quedé ayer hasta bien entrada la noche con ella. Es una preciosidad.
-Cierto. Estaba pensando que ahora debemos tener un heredero si o si, aunque me gustaría esperarnos más tiempo. Nuestra pequeña apenas tiene unos meses.
-Si, ahora el heredero debe nacer pero estoy de acuerdo contigo, vamos a esperarnos más tiempo. Que sucede Beth? – me preguntó al ver mi cara
-Que tengo la impresión de que somos dos extraños y solo ha pasado un mes desde que todo se dio la vuelta.
-Cariño – me acarició la cara – no somos dos extraños, solo que ahora nuestra vida ha cambiado bastante. Ya no somos solo Elsbeth y Edgar somos los futuros Reyes de las Highlands y debemos acostumbrarnos a ello. Ahora nadie nos va a ver como marido o mujer o el laird y su esposa, sino como los Principes o los Herederos de la corona. Todo va a ir bien.
Llegamos al pueblo y dejamos los caballos atados en una posada, donde pagamos para que los cuidaran mientras nosotros dabamos un paseo por la feria.Todo estaba lleno de gente que miraba las mesas que los mercaderes habían puesto.
En uno de los puestos había una cola de varias jóvenes, y una mujer sentada que leía la mano.
-Ven, vamos a ver que me dicen – le sugerí a Edgar y a mis doncellas que aceptaron con gusto.
Hicimos cola durante un rato hasta que me toco. Cuando le tendí la mano , la mujer me miró a los ojos.
-Sabía que nos volveríamos a ver.
-La conozco? – pregunté desconcertada y los guardias junto a Edgar, con la mano en la espada nos rodearon.
-No, de esta vida no. – cogió mi mano y me la leyó – Todavía no es vuestro momento, todavía os queda por aprender lo que es el amor verdadero, lo que eso significa. Hay murallas que no se derriban tan fácilmente. Veo miedo. Tendrás que perdonar y olvidar, mirar hacia delante y seguir por que tu pueblo y tus hijos te van a necesitar Princesa.
-Como sabe quien es? – le preguntó Edgar
-Tu tampoco me recuerdas, pero yo a ti si, en una vida pasada fuiste mi hijo. También llegaste a ser Rey junto a ella.
-Fuimos felices? – le pregunto yo sin creerme nada de lo que dice.
-No, los abandonaste demasiado pronto. Edgar – como conoce su nombre? – sufrió mucho después de tu muerte y para que haya un equilibrio, esta vez sufrirás tu.
Le quité la mano como si me fuera a quemar. Miré a Edgar, tenía ya la espada de fuera y estaba dispuesto a matarla ahí mismo.
-No – le dije – no merece la pena. Esta mujer debería estar en una abadía o en un manicomio encerrada. Vamonos.
-Dentro de dos lunas estarás embarazada de un niño que será nombrado tu heredero. Te dará muchas alegrías a lo largo de su vida, igual que tu hija, pero no las podrás compartir con su padre por que no estará a tu lado.