Días después llegamos a las tierras de los McDonal. Encima de un acantilado estaba el castillo y a el se acudia por un camino estrecho. Buena estrategia de defensa, pensé.
En la puerta nos esperaba una mujer mas mayor que yo, unos diez años diría, un hombre pequeño y enfermo y mi suegro.
Se presentaron como la hermana, el marido de esta y a mi suegro ya lo conocía. Nos hicieron pasar dentro donde pudimos comer tranquilos.
-Esta tarde – habló Dana, mi cuñada – todas las ladies que hay por esta zona se acercarán para tomar el té con su Majestad y conocerla.
-Que bien – dije flojito, con el cansancio que llevaba encima lo que menos me apetecia era tomar el té.
Despues de comer poco y sin hambre, nos fuimos a nuestra habitación donde una tina nos estaba esperando. Me meti y me bañe para luego vestirme con un vestido sencillo.
-Veo que se ha puesto comoda.La verdad es que yo también odio esos vestidos pesados.
-Dana, llamame Elsbeth, al fin y al cabo somos familia. – ella asintió. – Voy a ser indiscreta pero me he dado cuenta – mentí , ya lo sabia – que Connor y tu no os habláis.
-Ma…. – se corrigió – Elsbeth, Connor me culpa a mi de haber hecho que su prometida se fuera a casar. Por favor no le digas a el nada, pero a Ana la vi retozando con otro hombre mientras el estaba en la guerra. Cuando vino a explicármelo, le dije que no me importaba, que Connor había mandado una carta diciendo que se había casado.
-Y ella se casó?
-Si, se casó con un hombre viejo que lleva tiempo agonizando en la cama. Al principio ella no buscaba a Connor, pero desde que su marido no puede salir de sus aposentos ella intentaba conseguir los favores de Connor y ser su amante, cosa que el no permitió.
-Pero sabe que la viste con otro? – asintió
-Si, y ha pasado algo mas pero el no nos lo cuenta. De hecho ni siquiera puede ver a Ana. Por cierto – dijo antes de salir las dos de mi habitación – ella vendrá esta tarde seguramente. No hagas caso a nada de lo que diga.
Bajamos las escaleras y nos fuimos a una habitación al lado del despacho. Una salita pequeña con varios sofás azules y una mesa en el centro. Las damas, unas cinco en total, comenzaron a llegar y a presentarse. Cuando estábamos hablando de lo que era la vida en la corte una rubia, alta, extremadamente guapa entró en la habitación.
-Asi que eres tú – dijo pero se dio cuenta de su error y se inclinó – Majestad – dijo ahora con voz dulce.
-Buenas tardes Ana – contestó Dana y ella la ignoró.
-Majestad –empujó a la dama que había sentada a mi lado y se sentó ella cogiendo mi mano entre las suyas – me alegró mucho la noticia de que por fin haya encontrado a un hombre como Connor para ocupar el sitio de vuestro difunto marido. Supongo que no le echareís de menos cuando se portó tan mal con usted.
-Mi difunto marido nunca se portó mal conmigo – retiré la mano de entre las suyas – todo lo contrario.
-Pues no es lo que hablan por aquí.
-Mi difunto marido fue un hombre noble y bueno que lo único que hizo en el poco tiempo que estuvimos juntos es desvivirse por mi y por nuestros hijos. Gracias a el tengo una niña que aunque no sea yo la madre, me reconoce como tal y a nuestros dos pequeños Liesbeth la mayor y a Edgar que tiene muy poco tiempo.
-Lo siento si la he ofendido – dijo ella con voz mas dulce todavía – quizás he escuchado mal o mi ignorancia se debe a que no conocía al difunto Rey como conozco a Connor. Le han dicho ya que estábamos prometidos cuando os casasteis?
-No mientas – dijo Dana- tu estabas casada cuando el volvió hace mas de un año de la guerra.
-Ai si – finjió ella – las fechas las llevo muy mal. Pero de todas maneras Connor es un experto en tratar a las mujeres, tanto en la cama como en el dia a dia.
-Ana – le volvió a decir Dana – estás hablando con nuestra Reina, podría condenarte a la horca por todo lo que estás diciendo.
-No – salió la Reina que llevaba dentro – a la horca no pero a 100 latigazos si. Además le haría contarlos, uno por uno y si en algún momento dejaría de contarlos, el ultimo se repetiría tantas veces hasta sumarle otro – sonreí y ella se tapó la boca para salir ofendida del salón.
Yo y Dana nos fuimos detrás de ella que para tan mala suerte mia acababa de tirarse a los brazos de Connor que la miraba con asco.Estaba hecha un mar de lagrimas explicándole su versión, no la verdadera, a este que miró furioso en mi dirección.
-No es cierto hermano, ella le estaba hablando de lo bueno que eres en la cama.
-Tu no me hables – señaló a Dana – y contigo hablaré más tarde – me dijo a mi – ahora voy a llevar a Ana a su casa.
-Enserio la va a llevar a su casa? – miré en la dirección por donde ellos iban y se veía la sonrisa triunfante de Ana
-No me lo puedo creer – me contestó Dana.
Volvimos al salón del té y hablamos durante un rato más con las mujeres que luego se marcharon. Antes de cenar Dana y yo dimos un paseo por el invernadero que tenia lleno de flores.