Narrado por Anny.
Después de aquella tarde tranquila, justo cuando Zoe y yo empezábamos a hablar de la sorpresa para el cumpleaños de Cody, mamá regresó del supermercado. Venía cargada, como siempre, con más de lo que fue a comprar. Enseguida nos pusimos manos a la obra: entre las tres preparamos el almuerzo mientras Colyn dormía en su cuna, ajeno al bullicio dulce de nuestras risas y conversaciones.
Lo mimamos todo lo que pudimos cuando despertó. Mamá no dejaba de decir que cada día se parecía más a Cody. Zoe, por supuesto, se ofendía y decía que tenía mi sonrisa. Al final, todas coincidimos en que Colyn era perfecto y punto.
Papá llegó a la hora de la cena. Pero justo cuando servíamos la mesa, mi teléfono sonó. Era Cody.
—No voy a poder llegar, mi amor —me dijo, cansado, como si odiara tener que decírmelo—. Papá me pidió que lo acompañara a una reunión urgente. No hay forma de zafarme. Te amo.
No dije nada, solo respiré hondo. Ya me estaba acostumbrando a que las cosas no siempre salieran como uno quiere. Esa noche me acosté sola... bueno, no tan sola. Colyn dormía a mi lado, calentito y suave como siempre. Pero extrañé a Cody. Mucho.
No supe a qué hora volvió, solo sentí cuando se metió en la cama y, como si fuera un imán, me atrajo hasta quedar acurrucada en su pecho. No dijo nada, solo me abrazó.
Desde esa noche, han pasado ocho semanas. Ocho semanas de locura.
Y no hablo de una locura poética, romántica... hablo de caos real. De búsquedas interminables de casas que no cumplen con todo lo que Cody quiere: "que sea segura, que tenga espacio para Colyn, que esté cerca de la universidad y del trabajo, que tenga jardín..." Y claro, con su padre respaldando todo económicamente, las exigencias suben más.
Además, Cody se metió de lleno en la empresa familiar. Llamadas, reuniones, agendas imposibles. Yo no sé cómo no se ha vuelto loco. O quizá sí, pero no me lo dice para no preocuparme. A todo eso, sumale los exámenes finales. Por suerte, mis notas han sido buenas, y gracias a la ayuda de su padre (y sus contactos), solo tenemos que aprobar un par de pruebas más para poder presentarnos oficialmente en la graduación.
Las cosas con mi papá y Cody... bueno, han mejorado. Ya pueden estar en el mismo lugar sin querer asesinarse con la mirada. Es un logro más grande de lo que parece.
Colyn ya tiene tres meses. Tres meses de amor, llantos nocturnos, teteros a las 3 a.m., pañales, bostezos, agotamiento... pero también de sonrisas chuecas, manitos apretando las mías, y ese olor a bebé que me hace olvidar todo lo difícil.
Cody y yo trabajamos en esto todos los días. No es fácil. A veces discutimos, a veces no nos entendemos. Pero seguimos aquí, intentándolo. Construyendo. Aprendiendo a ser padres y pareja al mismo tiempo.
Zoe ha sido un ángel. Viene todos los días después de clase, me trae apuntes, me ayuda a entender lo que me perdí y, claro, aprovecha para mimar a Colyn. Pero además de eso, hemos estado preparando algo muy especial: el cumpleaños número 18 de Cody.
—Nada de cosas grandes —le dije un día, mientras ella jugaba con el bebé—. Quiero algo íntimo... pero inolvidable. —Tengo ideas —sonrió como quien oculta un plan maquiavélico—. Déjamelo a mí.
Hemos estado planeando todo en secreto. Una cena especial, algunos detalles que sé que le encantarán. Y una carta. Le escribiré una carta, una de verdad, de esas que se guardan para siempre. Porque Cody merece eso y más.
Y tal vez todo comenzó aquella noche...
Flashback:
Estábamos acostados, Colyn dormía entre nosotros, y yo tenía los pies fríos. Como siempre. Cody se movió apenas, me miró con una sonrisa somnolienta y sacó una cajita pequeña de su mesa de noche.
—¿Qué es eso? —pregunté curiosa, medio dormida.
—Algo que quería darte hace días —me respondió, extendiéndola hacia mí.
Al abrirla, tuve que contener la respiración. Dentro, sobre terciopelo blanco, descansaba un collar delicado, bellísimo, con un diminuto corazón azul en el centro. Tan sutil, tan elegante, tan... nuestro.
—Cody, esto es... es precioso.
—Lo elegí porque ese azul me recordó la forma en que me miras cuando crees que no te veo. Porque a veces pienso que no sabes cuánto haces por mí, por nosotros... por Colyn. Y quiero que lo tengas, que lo lleves siempre, para que no se te olvide que eres la razón por la que sonrío, aunque esté cansado, aunque esté de malas. Por ser tú. — dijo sin rodeos
No pude decir nada. Solo lo abracé, fuerte. Lloré un poquito. Él lo colocó en mi cuello, con manos torpes, y besó mi hombro con tanta ternura que me hizo temblar.
Fin del Flashback.
Mi mamá... bueno, ha intentado sobornarme más de una vez para que no nos mudemos. Lo noto. Lo intuyo. Pero no voy a ceder. Quiero mi espacio con Cody. Con nuestro hijo. Mis padres han sido un pilar y lo agradezco cada día, pero necesito privacidad. Quiero dormir con mi sexy chico sin camisa y no tener que preocuparme de que alguien entre sin tocar.
Han sido semanas difíciles. Pero también maravillosas. Cada día aprendo algo nuevo con Colyn. Cada día me enamoro más de Cody, aunque sea un gruñón en las mañanas y no sepa hacer café sin derramarlo.
Nuestra vida no es perfecta, pero es nuestra. Y eso lo vale todo.
Y ahora... se acerca su cumpleaños. Y si alguien merece una sorpresa hermosa, es él.