De vuelta en mi escritorio, traté de concentrarme en mi trabajo. La pila de documentos parecía más alta que nunca, pero estaba decidida a mantener la calma y la profesionalidad. La conversación con Alejandro me había dado un nuevo impulso de determinación.
La atmósfera en la Torre de Cristal estaba cargada ese día. Me encontraba absorta en mi trabajo cuando divisé a Doña Mercedes, la madre de Alejandro, avanzando hacia mí con determinación. Preparé mi mente para lo peor, sabiendo que esta conversación no sería nada fácil.
—Valeria, necesito hablar contigo —su voz resonó fríamente, enviando un escalofrío a mi corazón.
—¿Qué desea, Doña Mercedes? —respondí, tratando de mantener la compostura a pesar del creciente nerviosismo.
—Sé lo que estás tramando con mi hijo —sus palabras, cargadas de desprecio, cortaron el aire—. No te hagas la inocente. Estoy al tanto de tus artimañas y no permitiré que sigas manipulándolo.
Me quedé atónita ante sus acusaciones. ¿Cómo podía pensar Doña Mercedes que yo estaba manipulando a Alejandro? Todo lo que quería era trabajar duro y desempeñar mi labor de la mejor manera posible.
—Doña Mercedes, no entiendo a qué se refiere —dije, luchando por mantener la calma—. Respeto a Alejandro y su posición como CEO. Nunca he hecho nada para manipularlo.
—No me importa lo que digas —respondió con voz cortante—. Conozco a mujeres como tú. Estás buscando ascender a toda costa, ¿verdad? Pues te tengo noticias, eso no va a suceder. Me aseguraré de que te despidan de esta empresa.
Un nudo se formó en mi estómago al escuchar sus palabras. No podía creer que alguien pudiera ser tan cruel y despiadado. Pero sabía que tenía que defenderme.
—Doña Mercedes, solo quiero hacer mi trabajo. Si tiene algún problema conmigo, le sugiero que hable con Alejandro. Pero no permitiré que me trate de esta manera. Tengo tanto derecho como cualquier otro empleado a trabajar aquí.
Doña Mercedes soltó una risa despectiva.
—No tienes idea de con quién estás hablando, muchacha. Soy la madre de Alejandro y tengo influencia en esta empresa. Vas a lamentar haberte cruzado conmigo.
A pesar de sentirme intimidada por su presencia imponente, me mantuve firme.
—No tengo miedo de usted, Doña Mercedes. Estoy aquí para hacer mi trabajo y no permitiré que nadie me intimide.
Con una mirada llena de odio, Doña Mercedes se dio la vuelta y se alejó. Quedé allí, temblando de rabia y frustración. Sabía que esta batalla apenas comenzaba, pero estaba decidida a luchar hasta el final por mi puesto en la Torre de Cristal.
Después del encuentro con Doña Mercedes, mi mente estaba llena de turbulencias. Me sentía furiosa por las acusaciones injustas, pero también determinada a no dejarme vencer por la intimidación. Respiré hondo, tratando de calmarme, y decidí que necesitaba hablar con Alejandro lo antes posible.
Busqué a Alejandro entre los pasillos abarrotados de la Torre de Cristal, con la mirada fija en cada rostro que pasaba. Finalmente, lo encontré en su despacho, revisando algunos informes.
—Alejandro, necesito hablar contigo —dije, con una urgencia palpable en mi voz.
Él levantó la vista, notando la seriedad en mi expresión.
—¿Qué sucede, Valeria? —preguntó, preocupado.
Le relaté todo lo sucedido con su madre, cada palabra cargada de frustración y determinación. Alejandro me escuchó en silencio, con una expresión que iba desde la sorpresa hasta la indignación.
—No puedo creer que haya dicho algo así —murmuró, con voz llena de incredulidad—. Te pido disculpas en nombre de mi madre, Valeria. Esta situación es inaceptable.
—Gracias, Alejandro. Pero necesito que entiendas que no puedo seguir trabajando en un ambiente donde mi integridad y mi profesionalismo sean cuestionados, la gente me ve como si yo hubiera echo algo ilícito —respondí, con firmeza.
Él asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.
—Entiendo completamente, Valeria. Haré todo lo posible para resolver esta situación de la mejor manera posible. Nadie debería ser tratado de esta manera en nuestra empresa.
Su apoyo me reconfortó, pero sabía que aún quedaba mucho por hacer. Me despedí de Alejandro con una sensación renovada de determinación y salí de su despacho lista para enfrentar lo que viniera.
Decidí que era hora de tomar cartas en el asunto. Había llegado el momento de defender mi nombre y mi honor, sin importar las consecuencias.
Decidí que era momento de tomar cartas en el asunto. No podía permitir que las acusaciones infundadas de Doña Mercedes mancharan mi reputación y mi carrera en la Torre de Cristal. Con determinación en mi corazón, me dirigí hacia el despacho de la directiva, decidida a plantear la situación y buscar una solución justa.
Cuando llegué al despacho, encontré a la directiva, la señora García, ocupada revisando algunos documentos. Sin embargo, su rostro se iluminó con sorpresa al verme entrar.
—Valeria, ¿qué te trae por aquí? —preguntó la señora García, con una sonrisa cálida.
Respiré hondo, preparándome para exponer la situación.
—Señora García, necesito hablar con usted sobre un asunto urgente relacionado con Doña Mercedes, la madre de Alejandro —dije, manteniendo mi tono firme y seguro.
La expresión de la señora García se volvió seria al escucharme mencionar el nombre de Doña Mercedes.
—Por supuesto, Valeria. Siéntate, por favor —dijo, indicándome una silla frente a su escritorio.
Me senté y le relaté todo lo ocurrido con Doña Mercedes, desde sus acusaciones infundadas hasta su intento de hacerme sentir intimidada y despedida.
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Editado: 14.06.2024