Después de un viaje lleno de tensión y emoción, finalmente llegamos al hotel. Mis padres, Alejandro y yo nos registramos rápidamente y nos dirigimos a nuestras habitaciones, cada uno perdido en sus propios pensamientos.
En mi habitación, dejé caer mi bolso en el suelo y me dejé caer en la cama, sintiendo la tensión del día desvanecerse lentamente. Alejandro se sentó a mi lado, su expresión reflejando el cansancio y la incertidumbre.
—Fue un día largo y agotador —dijo, pasándose una mano por el cabello desordenado—. Pero al menos estamos aquí, ¿verdad?
Asentí con una sonrisa, sintiendo un poco de alivio al estar en un lugar seguro y familiar.
—Sí, al menos eso. Mañana será otro día, con sus propios desafíos y oportunidades —respondí, tratando de mantener la calma.
Después de una breve conversación, Alejandro y yo nos preparamos para la cama, cada uno sumido en sus propios pensamientos mientras nos adormecíamos lentamente.
Al amanecer, me desperté con un sobresalto, recordando nuestro plan de salir antes del amanecer para evitar levantar sospechas. Miré el reloj y vi que eran casi las 3:20 de la madrugada.
Desperté a Alejandro con suavidad, susurrando para no alarmar a nadie más en la habitación.
—Alejandro, es hora de levantarse. Tenemos que irnos antes de que sea demasiado tarde.
Él se levantó de inmediato, el sueño desapareciendo de sus ojos al recordar nuestra situación. Nos vestimos rápidamente y salimos de la habitación con cuidado, tratando de no hacer ruido.
En el pasillo, nos encontramos con mis padres, quienes ya estaban listos para partir. Intercambiamos miradas de determinación y asentimos entre nosotros, conscientes de la importancia de nuestro plan.
Descendimos por el pasillo en silencio, nuestros pasos resonando en la quietud de la madruga Llegamos al vestíbulo del hotel y nos dirigimos hacia la salida, cada uno con la respiración contenida y el corazón latiendo con fuerza.
Al llegar al área de recepción, vimos a unos tipos raros, Alejandro me sujeta de la mano, y se les queda mirando a los tipos. vemos que la puerta esta cerca de nosotros, listos para salir corriendo si es necesario. Nos miraron con sorpresa al vernos salir tan temprano.
—¿Qué están haciendo despiertos a estas horas? —preguntó un hombre alto de traje elegante frunciendo el ceño con curiosidad.
—Tenemos un vuelo temprano que tomar por trabajo —respondí rápidamente, tratando de mantener la calma—. Queríamos evitar el tráfico y las multitudes en el aeropuerto.
Mis padres asintieron con complicidad, añadiendo credibilidad a nuestra explicación improvisada.
Alejandro me apretó la mano de los nervios.
—Bueno, no quiero demorar y detenerlos. Buena suerte en su viaje —dijo el hombre de traje elegante mirándonos con una mezcla de sorpresa y admiración.
Nos despedimos rápidamente y salimos del hotel, sintiendo un alivio increíble al haber pasado desapercibidos. Corrimos hacia el auto y nos dirigimos al aeropuerto, cada uno respirando un suspiro de alivio al estar un paso más cerca de nuestro destino final.
Mientras conducíamos hacia el aeropuerto, se nos dio las 4:30 el sol comenzaba a elevarse lentamente en el horizonte, bañando el paisaje con tonos cálidos y dorados. Miré a Alejandro a mi lado, sintiendo una mezcla de emoción y gratitud por tenerlo a mi lado en este viaje incierto.
—Lo logramos —susurré, tomando su mano con fuerza—. Estamos un paso más cerca de nuestro nuevo comienzo.
Él sonrió y apretó mi mano con cariño, sus ojos brillando con determinación y esperanza.
—Sí, lo logramos. Y juntos, podemos enfrentar cualquier cosa que el destino nos depare.
Llegamos al aeropuerto justo a tiempo para nuestro vuelo. Después de un rápido proceso de registro y seguridad, nos encontramos en la puerta de embarque, esperando para abordar el avión que nos llevaría hacia nuestro nuevo comienzo.
El aire estaba lleno de anticipación y nerviosismo mientras nos preparábamos para partir. Alejandro y yo nos miramos con complicidad, recordando todo lo que habíamos superado juntos para llegar hasta aquí.
—¿Estás lista para esto? —le pregunté, buscando su mirada.
Él asintió con determinación, una sonrisa jugando en sus labios.
—Más listo de lo que jamás he estado. Estamos juntos en esto, ¿verdad?
—Siempre juntos —respondí, devolviéndole la sonrisa con todo mi corazón.
El llamado para abordar resonó en el aeropuerto, y nos dirigimos hacia el avión, con nuestras manos entrelazadas y nuestros corazones llenos de esperanza.
El vuelo transcurrió sin problemas. Fue un milagro que no sintiera nauseas en el vuelo y pronto estábamos descendiendo hacia nuestro destino final. Miré por la ventana, observando el paisaje que se desplegaba debajo de nosotros con una mezcla de emoción y nerviosismo.
—¿En qué país estamos? —Pregunte.
—España —responden mis padres.
—Exacto, bienvenidos sean tus padres y tu Valeria —me dice con una sonrisa.
—Logramos escapar de la víbora —digo entre dientes.
—Por suerte cuando mis padres se despidieron de mí, no sospecharon nada —me dice.
—Eso es un alivio —le respondo.
Finalmente, el avión aterrizó suavemente, y nos levantamos de nuestros asientos, listos para enfrentar lo que viniera. Salimos del avión y nos encontramos con el cálido sol de un nuevo día, inundando el aeropuerto con su luz dorada.
Tomamos nuestras maletas y nos dirigimos hacia la salida, donde nos esperaba un nuevo comienzo. Fuera del aeropuerto, un taxi nos esperaba para llevarnos al lugar que sería nuestro hogar temporal mientras establecíamos nuestras vidas en este nuevo lugar.
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Editado: 14.06.2024