Después de lo que pareció una eternidad, escuché los llantos de nuestros bebés. Una ola de alivio, alegría y amor me inundó. Alejandro y yo nos miramos, ambos con lágrimas en los ojos. Escuchar su primer llanto fue la experiencia más hermosa y emotiva de mi vida.
El personal médico limpió y revisó a los bebés rápidamente antes de devolverlo a mis brazos, luego el médico colocó a nuestros bebés en mi pecho, y Alejandro y yo nos miramos, ambos con lágrimas en los ojos. Era un momento de pura felicidad y amor.
Nos quedamos allí, los tres, disfrutando de esos primeros momentos juntos. Sentía una mezcla de alivio, alegría y amor inmenso. Alejandro acariciaba mi cabello y besaba mi frente, susurrándome cuánto nos amaba a ambos.
Sostuve a mis bebés trillizos por primera vez, sintiendo su calor y escuchando su respiración suave. Alejandro acariciaba mi cabello y besaba mi frente, susurrando cuánto nos amaba a ambos.
Después del parto, nos llevaron a una sala de recuperación. Estaba exhausta pero increíblemente feliz. Alejandro estaba conmigo, sosteniendo a nuestros bebés y mirándolo con adoración. Pasamos las primeras horas observando cada pequeño movimiento, maravillándonos de su perfección. No podía dejar de sonreír y de tocar suavemente sus diminutas manos y pies.
El proceso del parto había sido intenso y desafiante, pero cada segundo de dolor y esfuerzo valió la pena. Tener a Alejandro a mi lado, compartiendo cada momento, hizo que todo fuera más llevadero. Ahora, mientras miraba a nuestros bebés dormir en mis brazos, sabía que nuestra vida había cambiado para siempre, y no podía esperar para comenzar esta nueva aventura juntos como una familia.
Habían pasado apenas unas horas desde el nacimiento de nuestros trillizos, y el agotamiento se mezclaba con una felicidad indescriptible. Alejandro y yo estábamos en la habitación del hospital, mirando embelesados a nuestros tres pequeños milagros dormidos. No podíamos creer que finalmente estuvieran aquí, tan perfectos y diminutos.
De repente, la puerta se abrió suavemente y apareció Laura, mi mejor amiga. Su rostro se iluminó al vernos. —¡Valeria! ¡Alejandro! ¡Felicidades! —exclamó, acercándose rápidamente para darme un abrazo suave pero lleno de cariño. —No puedo creerlo, ¡tres bebés hermosos de una vez! —.
Laura se inclinó para mirar a los trillizos, sus ojos llenos de ternura. —Son preciosos, Valeria. Todos se ven tan sanos y felices. Estoy tan feliz por ustedes. —Nos abrazó a ambos, y pude ver que tenía lágrimas de alegría en los ojos.
Poco después, la habitación comenzó a llenarse de más familiares. Llegaron mis padres que no caben de la emoción, Los primos y tíos de Alejandro llegaron, trayendo consigo una ola de entusiasmo y alegría. Uno a uno, se acercaron para felicitarnos y conocer a los nuevos miembros de la familia. —¡Felicitaciones, Valeria! ¡Alejandro! ¡Esto es increíble! —decía uno de los primos de Alejandro mientras miraba a los trillizos con asombro.
—Estamos tan contentos por ustedes —dijo una de las tías de Alejandro, acariciando suavemente la cabeza de uno de los bebés. —No puedo esperar a verlos crecer. ¡Tres a la vez! Es una bendición increíble —.
—¿Cómo se llamarán los trillizos? —Pregunto Milena.
— Alejandro, Javier y Diego, así decidimos ponerles con mi esposa —respondió mi Alejandro.
—¡Felicidades, espero que todo les vaya bien y tus bebés gocen de salud! —exclama emocionada Lorena.
—Gracias a ustedes por compartir esta felicidad —les digo.
La habitación se llenó de risas y conversaciones felices. Todos querían compartir en nuestra alegría, y cada uno tenía una palabra amable o un pequeño regalo para los bebés. Sentía una calidez inmensa en el corazón al ver tanto amor y apoyo a nuestro alrededor. Alejandro estaba junto a mí, sonriendo y agradeciendo a cada visitante.
—Son tan pequeños y perfectos, —dijo uno de los tíos de Alejandro, mirando a los bebés con admiración. —Van a tener una vida llena de amor y aventuras con ustedes como padres —.
Laura, siempre atenta, se ofreció a tomar algunas fotos de todos nosotros juntos.
—Este momento tiene que ser recordado, —dijo, sonriendo mientras ajustaba la cámara. Alejandro y yo posamos junto a nuestros trillizos, rodeados de nuestros seres queridos. Las fotos capturaron la felicidad y el amor que llenaban la habitación.
Después de un rato, los visitantes comenzaron a despedirse, dejándonos descansar y disfrutar de nuestra nueva familia. Cada uno de ellos dejó palabras de apoyo y promesas de estar siempre cerca para ayudarnos. Laura fue la última en irse, dándome un último abrazo y susurrándome al oído: —Estoy aquí para lo que necesites, Valeria. Estoy tan feliz por ti —.
Cuando la habitación finalmente quedó en silencio, Alejandro y yo nos miramos, aún asimilando todo lo que había sucedido. Nos acercamos a las cunas y observamos a nuestros bebés dormir plácidamente. —Somos tan afortunados— susurré, tomando la mano de Alejandro. —Tenemos una familia maravillosa y tanto amor a nuestro alrededor —.
Alejandro me besó en la frente y murmuró: —Sí, lo somos. Y esto es solo el comienzo de nuestra increíble aventura juntos —.
Sentados allí, con nuestros tres pequeños milagros y rodeados del amor de nuestra familia y amigos, supe que todo estaba bien. Estábamos listos para enfrentar el futuro, juntos y con un corazón lleno de gratitud y esperanza.
Las horas siguientes fueron una mezcla de emociones y momentos inolvidables. Nos quedamos en la sala de recuperación, observando cada pequeño movimiento de nuestros bebés, maravillándonos de su perfección. Alejandro estaba a mi lado, sosteniendo nuestra pequeña criatura y mirando con adoración. No podía dejar de sonreír y de tocar suavemente sus diminutas manos y pies.
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Editado: 14.06.2024