Marisa.
No encuentro a mi hijo, se me perdió al llegar a la universidad. Este niño tiene un serio problema con hacerme caso.
—¿Y mi hermano? Mamá.
—No lo sé, cariño. Espérame aquí sentada, vale. Iré a buscarlo.
Tengo confianza en dejarla aquí sentada porque esta la secretaria y hay cámaras de vigilancia. Además todos me vieron entrar con los niños.
Es mala idea haberlos traído pero no tenía a nadie con quien dejarlos. Mamá está enferma y no quise ponerle esa carga. Por eso mismo opté por traerlos al trabajo, aunque sabía que con mi hijo tendría algunos problemas.
—Yilmaz — susurro al verlo. Viene saliendo de un salón de clases, ojalá no haya hecho una travesura. — te dije que no podías traer a serpiente aquí.
—¡Un señor dijo que era una rata! — dice ofendido —Mi mascota no es una rata, mami.
—Claro que no, hijo. Pero no a todas las personas les gustan los animales. Debemos respetarlo.
—Él es un anciano y yo no digo nada.
—Basta, no me gusta que te expreses así de los ancianos.
Coge a su mascota y camina.
—Espérame.
Llegamos a donde está su hermana pero antes de que salga, lo halo de la camisa hacia atrás y cubro su boca.
El chico que acaba de estar con Clara a la par es conocido, recuerdo que Khalil era su gran amigo. Por el vidrio logro ver que sube a un auto y se va.
—¿Un fantasma? Ma, ves fantasmas cada mes.
—No, no era un fantasma.
—Ah, entonces otro hombre de revista.
—No, tampoco.
—¿Mi papá?
Sonríe de lado.
—No digas más, vete con tu hermana a la banca.
—Déjame terminar por ti. “Y no vuelvas a mencionar a tu padre nunca” — suspira profundo —. Ya hasta me lo sé de memoria.
—Yizmal, respétame.
—Lo haré cuando tú me presentes a papá.
El respondón se sienta con Clarisol.
Muchachito respondón, a veces su lengua no conecta con el cerebro.
—Te esperamos aquí, mamá. Anda a trabajar.
—Solo dejare unos documentos y regreso, vale. No salgan de aquí, ya le dije al policía que los vigile.
Asienten viéndome.
—Sí, vete sin preocupaciones.
Con ellos tengo muchas preocupaciones.
Por algo nos mudamos de nuevo, porque me siento sofocada cada vez que una persona me ve de demás, es como si tuviera los ojos de Khalil encima todo el tiempo.
Si me encuentran no quiero ni pensar en lo que me puede hacer, y a mis hijos.
Tome la decisión de huir hacia otro país cuando nacieron, no fui capaz de entregarle a mis bebés. Mi corazón de madre no lo permitió, cuando acepte su trato jamás imaginé que algo así podía pasarme. No profundice mucho en las pro después del parto, es algo que me lamento no haber hecho en su momento.
—Buenos días, vengo por el puesto de trabajo.
—Usted debe ser la señorita Marisa.
—Así es. Me comuniqué con usted la tarde del viernes para preguntar sobre el empleo.
—Muy bien, déjame revisar tu carta de recomendación y listo.
La directora del plantel me tiene quince minutos en espera hasta que decide decirme que sí, que han aprobado mi solicitud de trabajo.
Gracias a Dios, alimentar a dos niños sale caro.
—Puedes empezar mañana.
—Gracias, directora. Le agradezco tanto esta oportunidad, vera que no se va a arrepentir.
— Confío en tu preparación.
Salgo de la oficina. Ella me enviará toda la información y cuál será el salón de clases que voy a compartir con otro maestro. Él tendrá el salón por la mañana y yo por la tarde. Es perfecto porque los niños pueden venir conmigo.
—¿Viste a los niños por aquí?
—Si, su serpiente se esfumó hacia el interior y fueron a buscarlo.
Ay, estos niños Dios mío.
Pronto regresan con el ratón. Ellos odian que les diga que es un ratón.
—¿Por qué se fueron?
—Se había escapado, mamá. Lo sentimos.
—Vale, no vuelvan a hacerlo.
—Sí— le miro algo a Clarisol en la mano—¿Qué? — esconde su mano.
—¿Qué tienes ahí?
—Nada, mamá. Nada.
—¿A quien le recibiste dulces? Niña, ya te dije que no debes recibir nada de nadie.
—Me lo dio el señor, mamá. Un señor alto de corbata— susurra —Me lo dio porque me asustó.
—Bueno, dejas eso en la basura y nos vamos.
—No, mamá. Yo lo quiero — empuña la mano para que no se lo quite.
—¡Clarisol! Hazme caso.
Me da el dulce y enojada sale de la universidad.
Les pongo el cinturón de seguridad y vamos a hacer la despensa. Tengo que llenar el refrigerador y comprar unas cosas para que los niños se queden en la mañana en la guardería mientras yo busco otro empleo.
Khalil.
Estoy en medio de mi clase cuando una niña pelo negro con enormes ojos azules interrumpe la clase. Todos mis alumnos posan su vista en ella, tiene un vestido con medias y el cabello atado.
Es pequeña, por lo tanto no puede ser alumna mía.
—Oh, tenemos nueva alumna.
Los demás se ríen.
—Hola — me dice y luego mira a todos.
—¿Está seguro que es éste su horario? — le digo.
—Uh, pues no lo sé — lo piensa. —Creo que no, ¿qué es todo esto?
Es curiosa.
Se acerca a mi mesa y ve mi portafolio.
—¿Lleva más ratones ahí?
—No, llevó algo mejor que ratones. ¿Dónde está tu mamá? Alguien de ustedes conoce a esta señorita — le hablo a mis alumnas.
—Mi mamá no está ahí — abre mi portafolio y encuentra un dulce, siempre cargo porque la hija de mi hermano se vende para que la cargue y su recompensa es un dulce.
—¿Lo quieres?
—Sí— asiente enseguida. Su cabello es muy rizado. —Pero mamá no me deja aceptar nada de un desconocido.
—No le dirás nada. Será un secreto.
Sonríe y acepta el dulce.
—Me voy— corre hacia la puerta. Mira a mis alumnos —Que pesadilla — susurra antes de salir.
Hoy ha sido el día de conocer niños encantadores y carismáticos.