Emily

CAPÍTULO 16.

Pensándolo bien, era mejor hablar con mi retrato de Noah Wadlow pegado en la pared de mi habitación que con el mismísimo chico que había robado por completo mi atención desde el primer instante en que lo había visto.

Me pregunté el por qué me ponía tan nerviosa, es decir, ¡sólo era un chico! Un chico enormemente agradable y tierno que no había hecho más que servirse a mi merced como mi enfermero personal y pese a que sólo había estado un solo día en observación, había sentido que los cuidados de Noah eran eternos. Había cambiado de posición mi almohada y de altura mi cama utilizando los complicados botones con los que contaba el camastro los cuales, habían provocado que riera a carcajadas ante la falta de experiencia de uso del pelinegro, de la misma manera, me había alimentado ¡qué vergüenza más grande cuando jugó conmigo al avioncito! Ya sabía yo que no sólo la figura de Noah era la causante de las visitas de las enfermeras a mi habitación sino también por su forma tan… infantil de ser.

Solté un fuerte suspiro desde mi cama provocando el que mi flequillo volara por los aires antes de caer nuevamente en mi frente. Tenía que sacarme a Noah de la cabeza, ya tenía bastantes problemas con mi bebé como para pensar en los mimos del violinista callejero junto con la dueña de la disquera porque… ¡Ah! La cosa no había quedado en el “gracias” por mi parte en cuanto a esas dos almas tan caritativas con las que me había topado.

Me cubrí el rostro con mis manos tratando de ocultar mi vergüenza pese a que estaba completamente sola. Aún recordaba mi espantosa charla con el médico al igual que las chicas de la residencia en cuando a Noah.

— Es curioso, ¿No lo crees? — pregunté a mi dibujo hecho a mano que pendía de la pared junto al dibujo de Diego y Paolo. Solté un arduo suspiro —. No puedo sacarte de mi cabeza.

Mis mejillas se sonrojaron al reconocerlo, pese a que mi única compañía era un solitario boceto que me había negado en desechar, inclusive después de recibir cientos y cientos de burlas por parte de Sharon y Tammy.

Las paredes ligeramente rojizas me hicieron olvidar por un momento el que tenía que guardar reposo como obligación por parte del médico y la luz que se podía filtrar apenas pero mi diminuta ventana cayó como halo sobre mis recuerdos pegados con cinta.

Dejé caer mi cabeza sobre la almohada.

Cerré los ojos y traté de conciliar el sueño, sin embargo, no podía dejar de pensar sobre lo ocurrido en el hospital después de que Noah y Amma llamasen a las chicas. Rebobiné mi casette hasta recordarlo.

Noah me había dejado a solas con mi conjunto de cinco chicas que no hacían más que mirarme con ojitos de corderito mientras se ponían a recorrer toda la habitación con sus largas piernas tratando de encontrar una manera de ayudarme, si es que había una manera de hacerlo. Tammy cogió la silla que había ocupado Noah y se sentó al lado de mí, regalándome la más cálida de las sonrisas junto con una mirada picarona que me tomó por sorpresa.

— Veo que Noah y tú se han hecho buenos amigos — inquirió por lo bajo, como si quisiese que fuese sólo un secreto entre nosotras. Me removí en la cama, incómoda. Si había algo en lo que era malísima era en no sentirme nerviosa bajo el escrutinio de otros.

— No es nada… alentador. Sólo está siendo amable.

— Humm… — sus ojitos rasgados me indagaron —. Vale, Noah es un tipo muy lindo así que lo tomaré como otra de sus acciones buenas del día — se acercó a mi oído, juguetona —. Pero no me lo creeré si lo vuelve a hacer.

Las chicas ayudaron más de lo que debieron, iniciando con una ligera decoración de flores al lado de mi cama al igual que un enorme oso de peluche que medía medianamente la altura de mis pies a mi fémur. Me sentía agraciada entre tanta atención más aún cuando todas ellas comenzaron a atosigar a mi bebé con palabras cariñosas que terminaron por fastidiarme, sin embargo, no hice ninguna insinuación ni mucho menos les dije que se alejaran.

Toda esa diversión terminó cuando Noah y Amma llegaron junto con el médico quien traía su fiel reporte entre manos. Él lucía tranquilo, dándome a denotar que era una paciente más de su arduo día de trabajo y demostrándome que estaba lejos de ser su visitante favorita. Miré a Tammy como instinto, ella asintió con la cabeza.

— Chicas, es mejor que regresemos a la cafetería, Diego y Paolo son capaces de iniciar una guerra de comida si no nos apuramos — dijo Tammy con autoritarismo.

Todas ellas me dieron fervientes besos en las mejillas, probablemente llenando mi piel de pintalabios de distintos tonos y haciéndome ver más que ridícula pero no dije nada. Estaba preocupada por el diagnóstico del médico.



#4857 en Novela romántica

En el texto hay: ballet, drama, amor

Editado: 03.09.2020

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