Amma salió de la tienda al momento que Snap Out Of It de Artic Monkeys comenzó a sonar alrededor de la tienda, ambientando con el estilo indie rock que de alguna manera estaba comenzando a conquistarme. Como forma de protesta a días anteriores le había suplicado a Amma que me dejase colocar Either de Elliot Smith pese a que la voz del cantante no fuese exactamente como poner a Major Lazer el grupo que, según ella, era el que más atraía a la clientela por su variedad de ritmos, sin embargo, pese a que le supliqué casi de rodillas, ella se negó rotundamente. Ya sabía yo que iba a ir en negativa pero estaba tan ansiosa por oír un poco de la música que gustaba a Noah que el rogar sonaba tentador.
Terminé oyéndolas en casa gracias al ordenador de Tammy y la conexión de wi – fi que astutamente habíamos cogido de nuestra “cuidadora especial” — así solíamos decirles por el simple hecho de que nunca se había presentado con nosotras, pese a que cada día pasábamos por la fachada de la parte de abajo antes de subir por las escaleras de caracol.
Me sentía exhausta al momento que la canción terminó y cómo no, cada día que pasaba me sentía más pesada y con unos cambios de humor terribles. Por ejemplo, hace dos días estaba riendo a carcajadas junto con Alice y al momento en el que entraron Diego y Paolo lloriqueando porque sus madres no les habían comprado el juego de video que tanto querían terminé por unirme a su llanto para después terminar con una furibunda riña. Le había preguntado a la doctora Warren sobre ello a lo cual, respondió que era normal debido a que en el trimestre en que me encontraba lo banal era que las mujeres se sintieran completamente sensibles en cuanto a todo.
Me sentía tonta al preguntar cada cosa que se me ocurría — por ejemplo lo del hipo o peor aún por mis constantes ganas de hacer pis — pero era mejor sentirme segura que con las dudas carcomiéndome. Valía la pena tener un rostro lleno de vergüenza por mi bebé.
Tammy había quedado conmigo de ayudarme — aunque yo pensaba más en el hecho de lo que quería era molestarme — con todo lo referente a la disquera. Amma había aceptado por el miedo de que estuviese sola estando embarazada, pese a que los primeros días lo había estado.
Tomé asiento en la sillita de ruedas que se encontraba detrás de mi escritorio, era un día tranquilo, apenas dos chicas revoloteando por toda la tienda, había preguntado si deseaban el que les mostrara el material pero ellas había actuado en negativa, asegurando que lo único que querían era buscar nuevo material para su colección.
Recargué mi mentón sobre mi barbilla y miré mi ordenador, nunca había sido muy fiel de matarme jugando una partidita de cartas de forma electrónica pero en ese preciso instante la idea sonaba más que alentadora. Solté un arduo suspiro y negué con la cabeza, no me podía permitir jugar en mi trabajo, pese a que estuviera más que aburrida que una ostra.
Artic Monkeys seguía sonando con un tema que se me hacía poco conocido, estaba tentada a cambiar la canción, sin embargo, había jurado a Amma que mantendría en aleatorio mi sentido musical y no sólo en las canciones y artistas que me gustaban. El grupo me agradaba, pero sólo había unos cuantos sencillos, admito que la mayoría eran tan distintos a mi gusto musical que me sentía en un mundo completamente extraño en cuando al ruido.
— Disculpa — llamó una de las chicas. La miré, sus ojos estaban cubiertos por una gafas carey que hacía más notorio la tonalidad oscura de sus irises. Le sonreí con modestia, debía de tener al menos unos quince años y sonaba como toda una dama de sociedad —. ¿Podrías cobrarnos?
Asentí con la cabeza al momento que ellas dejaron sobre el aparador un par de discos de Gorillaz. Me sorprendió rotundamente, a decir verdad, ambas chicas no se veían con un gusto perspicaz a una música que para mí sonaba de video juegos pero… ¿qué sabía yo? Metí los CDs en una bolsita y pegué la nota, seguidamente, cobré a ambas chicas que no hacían más que hablar entre susurros, no pude evitar recordar a Sasha y Babi.
Ambas salieron dando brinquitos de la tienda, dejándome con un semblante serio, era una completa mentira el decir que había superado todo lo sucedido en Highland Park desde que había conocido a Ezra pero también era mentira el alardear que todavía tenía esas pesadillas donde Ezra no hacía más que torturarme. También era mentira el decir que no le tenía miedo.
Tragué saliva con fuerza, ¿dónde estaban Sasha y Babi? Todavía seguía presente la voz de Babi diciendo: “ya he pagado” al igual que ese misterioso mensaje con una sola palabra: para.
¿Qué significaba todo aquello? Me pregunté si la desaparición de mis amigas se relacionaba con los oficios de Ezra. Se me heló la sangre al tener la teoría más desgarradora que se me hubiese podido ocurrir: ¿El asesinato de Jessica McLander tenía que ver con él?... ¿El de mi padre?