Emily

CAPÍTULO 28.

Ezra está ahí.

Mi cuerpo entero tiembla al captar el brillo de sus ojos azules resplandecer al verme, llenos de diversión y con un deje que sólo indica  una cosa: estoy en problemas.

Doy tres pasos en retroceso en cuanto le veo aproximarse, está demasiado cerca, tanto que podría lastimarme. Los latidos de mi corazón retumban en mis oídos y mi respiración es agitada, mis piernas se han convertido en gelatina y una capa de sudor recorre mi anatomía completa.

Cierro los ojos, tratando de controlar los nervios que se me han puesto a flor de piel al igual que los escalofríos que recorren toda mi columna vertebral. No puedo dejar de pensar en el hecho de que me ha encontrado, que está frente a mí, observándome sin siquiera parpadear, con una mirada llena de odio en la que prácticamente veo salir llamas de ira.

Respira, respira.

— Te encontré, zorrita su voz es la misma, llena de burla y con una potencia que te pone la piel de gallina. Los vellos de mi nuca se erizan al momento de verle levantar una mano en dirección a mi cuello.

Mi labio tiembla y un nudo se ha formado en mi garganta, un dolor punzante me corroe cuando su piel entra en contacto con la mía y comienza a enterrarme las uñas.

Una enorme sonrisa se forma en sus labios, burlándose de mí y mi vulnerabilidad, de mi miedo y mi expresión al no poder respirar.

Abro la boca en busca de aire, mis intentos son nudos cuando comienza a apretar más fuerte hasta el punto en que pequeños puntitos blancos y negros nublaron mi vista. Oí su carcajada a lo lejos acompañado del eco de su mortífera voz, lágrimas comenzaron a escurrir por mis mejillas y mis pies no dejaban de patalear con el fin de que me soltase.

Entonces, los papeles cambiaron.

Ya no estaba más presa en sus manos, ahora era Emily.

Mis brazos se tensaron, mi cuerpo se paralizó al ver a mi bebé entre los brazos de su padre mientras lloraba como si la vida le llevase en ello, vi sus ojitos inyectados en sangre y su rostro rojo por el esfuerzo.

Mi corazón quería salírseme del pecho.

Un sudor frío recorrió mi cuerpo.

Traté de ponerme de pie, traté de gritar el que la dejase a mi hija, que la liberara de sus manos que a mi perspectiva, parecían cuchillas recién afiladas, sin embargo, mis intentos fueron nulos, me había quedado muda y mis piernas eran gelatina pura.

— Es culpa tuya, Audri gruñó él darme la espalda, llevándosela a ella, dejándome perturbada con sus hipidos. Grité —. Es culpa tuya el que todo esto haya pasado, el que me esté llevando a mí hija y el que esté a punto de matarte.

Disparó.

 

Grité.

El cuerpo entero me temblaba siendo preso del miedo y el terror en el que mi propio subconsciente me había hundido. Apenas podía respirar, era víctima de un ataque de pánico en la que ni mi propia anatomía era capaz de liberarse.

Nunca antes había tenido una pesadilla que provocase el que me despertase en un grito mucho menos en una en la que no era siquiera capaz de abrir los ojos y me limitaba a girar en la cama sin conseguir una sola respuesta de auxilio. Gemí como si algo me doliera, como si acabase de ser víctima de los horribles sucesos ocurrentes en mi sueño.

Era presa de un mundo surrealista hasta el punto en el que no escuché cuando alguien se adentró en la habitación, colocó delicadamente sus manos sobre mis hombros y aplacó mi cuerpo, dejándome de espaldas al colchón.

— Audri, despierta — la voz preocupada de Noah podía oírla a lo lejos, como si estuviese a kilómetros de distancia y no sólo a unos cuantos centímetros. Gimoteé —. ¡Despierta!

Zarandeó mi cuerpo delicadamente, tratando de sacarme de ese trance en el que mi propio inconsciente me había adentrado. Respiré más fuerte, tratando de aspirar el aire que me fuese posible como si en este preciso momento me estuviese asfixiando. Los dedos de Noah se aferraron más a mí, preocupados; ¿Cómo era posible que estuviese envuelta en una ensoñación, el que me mirase tan aferrada y muerta de miedo?

Los latidos de mi corazón retumban contra mis oídos dejándome sorda, el cabello se había pegado a mi nuca por la capa de sudor que había recorrido por completo mi anatomía.

— Audri.

Abrí los ojos.



#4887 en Novela romántica

En el texto hay: ballet, drama, amor

Editado: 03.09.2020

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