Capítulo 4: De excursiones y eso.
Estaban de nuevo las tres sentadas sobre sus respectivas camas, exactamente como la noche anterior. Vanesa ojeaba un libro mientras mantenía un oído puesto en la conversación que se llevaba a cabo en ese momento en la habitación. Leyla estaba acribillando a preguntas a Emma, visiblemente curiosa.
-No creí que Samuel fuera capaz de besarte.- afirmó.- Aún cuando le vi las intenciones...
Emma sacudió la cabeza.
-Yo tampoco creí que lo haría.
Leyla volvió a mirarla con interés.
-¿Cómo lo hiciste?
Emma la miró.
-¿El qué?
- Adivinar que era él. La banda seguro que no te permitía ver, pues se aseguraron mil veces de que el hechizo cegador funcionaba. Y tampoco hizo ningún hechizo ni conjuro...- entonces pareció darse cuenta de algo y miró atónita a su amiga.- No me digas que...
Emma abrió mucho los ojos cuando comprendió a qué se refería su amiga y comenzó a reír, negando con la cabeza.
-¡No!- respondió. Esperó relajarse un poco tras su ataque de risa y sonrió enigmática a su amiga.-Es solo que hasta los besos tienen su propia magia.
Leyla la miró.
-Venga ya.- dijo, riendo porque su amiga se había burlado de ella. Pero entonces se quedó callada mientras veía cómo Emma se metía en la cama, agotada. Porque la estaba tomando el pelo, ¿no? Siguió observándola con el ceño fruncido mientras se preguntaba si su amiga realmente lo había dicho en serio.
A la segunda hora del día siguiente, Emma, Vanesa y Leyla tuvieron su primera clase juntas: esoterismo. Esta fue recibida de formas muy diferentes por parte de las tres chicas. Mientras Leyla, entusiasta, había entrado atropelladamente por la puerta del aula con la intención de coger sitio en la primera fila, Emma y Vanesa se mostraron algo reacias a la hora de entrar. Pero, pese a que la primera realmente no le gustaba nada aquella mujer que decía ser vidente, intentó que Vanesa no decidiera saltarse esa clase y entrara con ella.
-No, ni de coña.- dijo Vanesa, sacudiendo la cabeza.- Me niego a entrar ahí, esa mujer da miedo.
Emma la sujetó del brazo.
-Venga, seguro que no será tan malo, basta con aguantar cincuenta minutos.- la alentó.- Además, tarde o temprano tendrás que asistir a su clase.
-Quizá la próxima semana me encuentre con más ganas.- respondió la rubia, deshaciéndose del agarre de Emma, quien frunció el ceño.
-Oye, yo tampoco soporto todo eso del espíritu, el encontrarse con uno mismo y las fuerzas sobrenaturales, pero no es cuestión de salir huyendo.
-¡Espíritus!- exclamó Vanesa, aterrada.- Lo siento, pero yo soy más de pisar tierra firme y mantenerme rodeada de aquello que sí puedo tocar...
-Te sorprendería lo que el mundo de los espíritus es capaz de enseñarnos.- aseguró una voz a sus espaldas. Una mujer de unos cuarenta años, morena, con un pañuelo verde sobre la cabeza, un vestido largo y morado y unos labios color carmín, les sonreía ampliamente.- ¿Ibais a entrar?
Emma se quedó con la boca un poco abierta al verla, y el primer impulso que se apoderó de ella fue escapar de aquella voz chillona y de esos ojos profundos, pero en su lugar volvió a agarrar a Vanesa del brazo y la arrastró consigo.
-Sí, sí, ya entrábamos.- contestó, y casi sonrió al notar la asesina mirada de su compañera clavarse en ella. Pero Vanesa no dijo nada, solo se resignó a seguirla, consciente de que ya no tenía otra opción.
-Qué hermosas, jóvenes e inexpertas caras me admiran.- comentó Tina al traspasar el marco de la puerta.- Pobres pajaritos caídos del nido... pronto dejaréis de estar tan solos.- sonrió, sin parecer darse cuenta de las miradas desoladas que le dedicaban la mayor parte de los presentes.- ¿Quién os hizo daño? ¿Quién os abandonó?- preguntó, paseando su mirada por distintos alumnos, como si les dedicara a ellos la pregunta.- ¿Quién os ha estado mintiendo?- continuó, clavando su mirada ahora en Emma, ¿le estaba preguntando e ella?- Vuestros ojos me lo dicen, lo confiesan. Queréis fuerza, poder, queréis ser infranqueables... tal vez ilegibles. No os preocupéis, mis pajarillos, yo os daré eso que ansiáis.- hizo una pausa que pareció durar una eternidad, en la que Emma aprovechó para admirar las caras estupefactas de sus compañeros, desorientados y llenos de incredibilidad.- Me gustaría conocer aquellos a quienes trato, así que hagamos una cosa: yo iré nombrando a cada uno y ese o esa se acercará a mí, me mirará a los ojos y me contará algo sobre él. Lugo le haré una pregunta, y me la contestará honestamente. Y de esa forma sabré qué tipo de personas sois, qué mentirosos podéis llegar a ser, cuán maduras están vuestras cabecitas y cuántos secretos me escondéis.- sonrió de nuevo.- Y bien, ¿empezamos? ¿Algún voluntario?- como nadie respondió, Tina La Vidente, algo decepcionada, se dispuso a mirar la lista.- En ese caso, mejor comenzamos en orden. ¡Leyla!