Capítulo 6: Clase de recuerdos que dan miedo.
Con el paso de los días, el tiempo comenzó a cambiar. El sol dejó su calidez de lado, y como resultado las temperaturas descendieron notablemente. También se antojó por ocultarse más temprano, y la luz se volvió mucho más tenue a partir de las seis y media de la tarde. Las chaquetas y las prendas largas se hicieron más agradables, la colcha dejó de sobrar en las camas, y afuera, los árboles también cambiaron su vestuario a un tono más otoñal, lleno de marrones, cobrizos y amarillos. Incluso la escuela cambió algo por dentro, se podría decir que el ambiente se había vuelto, ciertamente, más tranquilo. Los de primero habían terminado definitivamente de adaptarse al nuevo curso, y los pasillos y corredores dejaron de resultarles tan extraños. También fueron capaces de encontrar sus aulas sin perderse en el intento, y si te fijabas, incluso se podían apreciar los grupitos que comenzaban a formarse, pues la mayoría de las relaciones entre compañeros, ahora se sustituían por relaciones entre amigos. Además, había comenzado a sentirse algo que siempre, en una vida bien organizaba, se acababa por abrir paso: la rutina.
-Ey, niña, anda más rápido.- incitó Emma a la pelirroja que tenía delante, y que no hacía más que pararse.
-Voy, voy, es solo que... ¡es tan mono!- respondió su amiga, dirigiendo una mirada soñadora al Patio de Cristales.
Emma observó al chico moreno que se apoyaba sobre una de las columnas y que conversaba animadamente con lo que parecía ser su grupo de amigos.
-Sí tú lo dices... ¿En qué curso está?- preguntó, porque posiblemente era mucho más mayor que ellas.
-Creo que en séptimo.- contestó, aún con la mirada fija en él.
Emma abrió mucho los ojos.
-Adiós.- dijo, soltando un silbido.- No podía haberle pillado más cercano, ¡pero si está ya en tercer grado!
Leyla se volvió hacia su amiga y frunció el ceño. Claro que ella era consciente de la diferencia de edad, pero tampoco hacía falta que hicieran añicos sus ilusiones.
Según le había explicado Timmy en una de las tutorías, los años en Eythera se dividían en tres grados. El primer grado abarcaba los tres primeros cursos, y acababa cuando uno ya se suponía que tenía los dieciocho. El segundo se componía de los tres siguientes: cuarto, quinto y sexto, y ya no era obligatorio de cursar, aunque si era cierto que el 99,9% de los estudiantes seguían con él. Por último estaba el tercero, que duraba los dos últimos cursos, séptimo y octavo. Este grado no solo no era obligatorio, si no que era de muy difícil acceso. Había que hacer una especie de prueba y examinarte de todos los cursos anteriores para poder entrar. Pero una vez dentro, debía ser el paraíso de la magia. Ahí se formaban los grandes magos y magas, ahí se aprendían los secretos más ocultos de la magia. Ahí ansiaba llegar Emma. Los de tercer grado dejaban de dormir en las casas comunes de las familias, pues al ser muchos menos, tenían reservada un área solo para ellos. Además, contaban con mucha más libertad, no necesitaban permiso para salir de Eythera, podían faltar a las clases sin consecuencias, y existía mucha mejor relación entre ellos y los profesores. Eso sí, después uno debía asegurarse de pasar los exámenes finales.
-Me metes prisa a mí y tú luego te quedas alelada.- le dijo Leyla, molesta.
Emma volvió a la realidad.
-Bueno, bueno, ya voy.- aseguró esta, siguiéndola.
Leyla frunció el ceño, desde luego, su amiga era imposible.
El profesor Riper se paró frente a toda la clase y esbozó una media sonrisa bastante misteriosa. Desde luego, aquel hombre era el más adecuando para impartir Secretos de la magia.
-¿Alguno sabe lo que es esto?- comenzó preguntado, señalando el enorme espejo rectangular y plateado que tenía tras de sí. Al ver que nadie contestaba, se decidió por explicarlo.- Este objeto de aquí, es un Espejo de los malos recuerdos. Antiguamente se usaron en el bando oscuro para hacer enloquecer a las personas de miedo o tristeza, o incluso de remordimientos. El espejo te muestra los más terribles recuerdos, los recuerdos más negros y trágicos, los más dolorosos. Aunque en el pasado tuvo un fin bastante devastador, hoy en día nos sirve de bastante ayuda para lograr aquello que llaman "hacerse más fuerte".- Riper frunció el ceño.- Aunque no sé si eso es del todo correcto. Lo que sí sé, es que este espejo puede ser muy útil para superar aquellos recuerdos que nos dejaron huella, si tenemos la mala suerte de poseer alguno. Como sois jóvenes y son buenos tiempos, dudo que así sea. Por eso, lo que haremos hoy será simplemente recordar algo que nos produjo temor, que hizo temblar nuestro corazón. Deberéis pararos frente al espejo y mirar ese miedo fijamente, luego cerraréis los ojos, contaréis hasta diez, y cuando los abráis deberéis verlo desaparecer. Puede parecer fácil, pero he de advertir que el espejo es insistente, y se aprovechará de la más mínima muestra de emoción para colarse dentro de vosotros. Incluso si el miedo es pequeño, se encargará de hacerlo lo más grande posible. Así que solo tenéis que tratar de expulsarlo fuera de vosotros, y echarle de vuestro interior. ¿Y bien? ¿Quién quiere empezar?