El Archivo era una gran biblioteca alargada de unas dos plantas que se hallaba al final de la pradera trasera de la escuela, algo más alejada de los invernaderos, pero prácticamente junto a ellos. Era de una piedra blanca que, en esos momentos, era capaz de relucir con el brillo de la luna de esas horas de la noche. El tejado era picudo, oscuro sin embargo, y se camuflaba con la oscuridad del cielo. El Archivo llevaba allí desde muchos años antes de lo que podía haber vivido cualquier abuelo o abuela de todos los que estaban en aquella escuela, incluidos los profesores. Era un gran almacén de recuerdos, de montones de libros que incluían desde los secretos más guardados del mundo mágico hasta, principalmente, todos los registros de los alumnos y profesores que habían pasado por allí. Todas las promociones, graduaciones, condecoraciones, premios estudiantiles... todo se había guardado allí desde los inicios de la escuela, desde que abrió su primer día, montones de años atrás. Era sin duda un edificio sobrecogedor, inspirador de respeto, por su gran magnitud y antigüedad. Era casi sagrado, y un tremendo pecado aquel que osara causarle algún tipo de daño. Pero las dos chicas que, de pie, observaban la gran puerta de madera oscura que casi las doblaba en altura, tenían unos planes bastante alejado de hacer alguna atrocidad. Emma miró a Leyla, como preguntando si estaba preparada, casi incapaz de producir sonido alguno, por el ambiente que les rodeaba. Pareciera que el silencio, rey de aquel lugar, le pedía que no lo hicieran. Leyla se veía sobrecogida cuando miró a Emma con gesto afirmativo, aquello realmente imponía. Emma se acercó entonces al portón y colocó en su cerradura la llave que llevaba colgada en el cuello, e inmediatamente este comenzó a abrirse, dejando entrever una suave y cálida luz, muy tenue, que se escapaba entre la rendija que se había creado. Emma, con ayuda de Leyla, terminó de empujar el portón, introduciéndose en El Archivo y cerrando este tras de sí.
El interior era suavemente frío, lo que contrastaba con la penumbra que se formaba al mezclarse la luz de la luna que entraba como podía por los grandes ventanales del Archivo con una luz delicadamente rojiza que, ni Leyla ni Emma, pudo averiguar de dónde provenía. Aunque estaban solas en aquel inmenso lugar, pareciera que alguien más les acompañaba. Un silencio profundo y atronador que residía en aquel lugar desde tiempos inmemoriales. Emma y Leyla se miraron sobrecogidas, todavía reacias a pronunciar palabra. Sin embargo, la situación ya lo requería.
-¿Y ahora qué?- se atrevió a intervenir Leyla, mirando a su amiga, indecisa.
Emma respiró profundo, la verdad es que no se había imaginado que aquello sería tan grande.
-Hay un documento que quería encontrar.- susurró.- El de una persona concreta.
Leyla la miró, desconcertada, ¿de quién quería su amiga saber algo? ¿Quién sería esa persona para que Emma tuviera que recurrir al Archivo, sin poder preguntar a nadie antes? ¿Y qué era exactamente lo que quería saber sobre ella? Leyla la siguió observando, como pidiendo más respuestas, pero Emma solo la miró algo abrumada, parecía que aquello sería mucho más difícil de lo que se había imaginado. Por un momento se sintió furiosa, ¿por qué todo tenía que ser tan complicado? ¿Por qué nada era fácil para ella? Pero, mientras esos pensamientos cruzaban por su mente, Emma se prohibió a sí misma a quedarse ahí parada, y comenzó a andar por entre las inmensas estanterías. Si las de la librería The Molly's Books le habían parecido altas y enormes, aquello sobrepasaba los límites profundamente. Leyla, quien pudo ver que Emma no estaba en sus mejores condiciones, solo se limitó a seguirla, temiendo que si la interrumpía algo de desatara dentro de ella.
Por ello caminó tras ella en silencio, preguntándose si su amiga realmente sabía a dónde se dirigía en tan gran laberinto como lo era aquel. Quizá su amiga fuera bastante inteligente, pero con la cabeza caliente a veces era impulsiva y no pensaba con claridad, así que, tras debatirse en su interior qué hacer, Leyla alcanzó en altura a su amiga y la miró.
-¿Quieres decirme a quién buscamos? ¿El año de su promoción, al menos? Quizá pueda ayudarte.- sugirió, ofreciéndose amablemente.
Emma se volvió a mirarla, algo indecisa. No porque no confiaba en ella, si no más bien porque temía cómo reaccionaría. Sabía que la miraría con lástima y le invadiría la preocupación. Se diría a sí misma que debía haberse dado cuenta, que pensaba que lo había olvidado y que no necesitaba saber, aunque en realidad era todo lo contrario. Nunca había dejado de preguntarse al respecto, y menos aún tras su conversación con Hílera Hemes. Tenía que saberlo, al menos eso. Tenía que saber si él había sido como ella.
Leyla pareció entender, porque su rostro se contrajo. A veces era difícil ser tan cercano a una persona, porque hace que esta pueda entender muchas más cosas de lo pudieras imaginarte, llega a conocerte demasiado, y se te hace casi imposible guardar ciertos secretos.