Capítulo 3

— Bien. — dije sacudiendo mis manos. — me cansé.

— Yo igual. — dijo Jared siguiéndome. — Oye...

— ¿Sí? — pregunté con una idea de cuáles iban a ser sus siguientes palabras.

— Mañana es viernes y... lo de la cita. — recordó un poco nervioso.

— No lo olvidé, Jared. — le sonreí y él me imitó.

— Bien, espero verte ahí. — me dijo con una sonrisa llena de nerviosismo.

Tocó mi mejilla y puso un mechón suelto detrás de mi oreja.

— ¿Tienes miedo de que te deje plantado, Jared? — le pregunté sacando la pregunta que no se atrevía a decir.

— Solo espero que no suceda. — dijo mirando sus manos.

Podría reírme de los mortales, eran tan confusos y se complicaban la vida.

Pero Jared tenía algo diferente, era una atracción… muy rara debería decir. Y sí, me gustaba, pero en el cielo todo era frío, y con Jared todo era tan... Cálido. No quería romper su corazón.

— ¿Qué debería llevar? — le pregunté animándolo un poco.

Él me regaló una sonrisa y respondió:

— Un bonito vestido estaría bien. — se me quedó viendo y yo repasé mi closet mentalmente.

¡Bingo! Un bonito vestido azul turquesa en la zona del torso y azul claro de abajo de tela fina.

— Creo que deberías pasar por mí a las 7:00 p.m. — le dije y le saqué una sonrisa. — Tengo que venir volando a casa para arreglarme.

Jajá, volando, que buen chiste.

— De acuerdo entonces a las 7:00 p.m. — respondió.

Lo llevé a la puerta y la cerré después de que se fue en su auto nuevo.

Tenía una estúpida sonrisa en la cara, era tiempo de olvidar a Steve.

(...)

El vestido me quedaba lindo y Aine me ayudó un poco con el maquillaje.

Era increíble lo que podían hacer los mortales con tan solo un lápiz.

Bajé por las escaleras dispuesta a esperar a mi cita y me topé con Elián al borde de éstas.

— Te ves muy bonita, saldrás con Jared. —afirmó viéndome.

— ¿Te contó Aine? —lo seguí a la cocina.

— Sí. — dijo entregándome un vaso de agua. — Por cierto, si el chico quiere llevarte a un lado abierto rechaza la opción, Milton te sigue buscando, por suerte no ha tenido éxito, y camúflate con los mortales. — me dijo en tono de advertencia.

Asentí con la cabeza mientras tenía el ceño fruncido y me dio un beso en la frente para después retirarse.

¿Milton sigue buscándome? No entiendo, se supone que los ángeles no se pueden comunicarse con los caídos. Pero después de todo ¿Para qué me querrá Milton?

El timbre me sacó de mis pensamientos y me dirigí a abrir la puerta.

Detrás de la puerta se encontraba Jared con un gran ramo de rosas rojas.

— Hola. — lo saludé con una de mis mejores sonrisas.

— Hola. — me devolvió la sonrisa y me vio de arriba a abajo. — Estás realmente deslumbrante.

— Gracias. — le sonreí y le hice un gesto para que pasara.

Me tendió las flores y las dejé en un florero de la cocina.

Nos dirigimos a su auto y me abrió la puerta cortésmente.

Le agradecí y mi vista estuvo atenta del cielo.

Los ángeles no tenían buena vista nocturna desde el cielo para espiar a los mortales. A menos de que Milton hubiera autorizado a los vengadores para bajar sería un grave problema.

Esos tipos son como ratas de alcantarilla.

— ¿A dónde vamos? — pregunté con total naturalidad.

— Ya verás. — me regaló una sonrisa y arrancó el auto.

Llegamos por fin a un elegante restaurante de clase. Casi todo su color era dorado y su vajilla muy fina de plata, todo se veía demasiado costoso.

Jared llegó a donde un mesero con una libreta de las reservaciones y nos dirigió a nuestra mesa.

Era aislada y al aire libre, excepto que era un balcón y la entrada estaba tapada por una fina cortina.

Nos entregaron el menú y el camarero nos dejó a solas.

— ¿Qué pedirás? — me preguntó Jared entusiasmado.

— Tal vez un cóctel de camarones. — dije sin levantar la vista de mi menú pero con los oídos alerta a lo que nos rodeaba.