Emma, la caída de un ángel

Capítulo 11

Me desperté abruptamente y aún estaba oscuro no sabía diferenciar si era madrugada o noche porque el reloj no marcaba nada. Revisé el cable con el ceño fruncido.

Estaban cortados.

Me levanté con una mueca de dolor y observé mi ventana.

Estaba abierta. Al igual que mi puerta.

Esto era muy confuso.

Caminé hasta mi ventana y la cerré. Al borde de ella había una pluma. Me enderecé sin apartar la vista de el objeto.

La levanté entre mis dos dedos y la examiné con fijeza.

Era como la de Steve...

Dios mío, ¿ahora qué quiere?

La guardé en el cajón donde estaban las demás plumas y salí al pasillo.

Se escuchaban voces en la planta baja. Una varonil y una femenina. Sabía que la varonil era de Elián, aunque no lo había visto últimamente, era inconfundible.

Pero la voz femenina no provenía de Aine.

Para asegurarme abrí la puerta de su dormitorio, y efectivamente Aine descansaba en su cama.

¿Será que Elián tiene una aventura?

De repente un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Esa voz... La podría reconocer a millones de distancia.

Me acerqué aún más a las escaleras y las bajé sigilosamente. Al llegar abajo, me acerqué a la cocina que era donde se escuchan las voces.

— No voy a dejarla aquí, Elián, ¿es que no puedes entender? —  dijo Daide.

— No puedes aparecer así de repente, tú la abandonaste. —  le reclamó Elián.

Bueno gracias. Pero era cierto, esas serían exactamente las palabras que saldrían de mi boca aquél día si no hubiera sido por Milton.

— Ay, ¡por el amor de Dios!, Elián, no podía hacer nada, Jonathan estaba aquí y yo lo necesitaba. —  se defendió Daide.

— Esa no es excusa, Daide, tú no sabes lo que ellos sufrieron por tu causa. —  dijo Elián apuntándola.

Prácticamente los estaba mirando desde cerca, un paso más y estaba a un lado de ellos.

— Y lo quiero remediar, Elián. — se defendió Daide.

— ¿Después de diez años? —  dijo Elián. —  Cuéntame, ¿No te dolió dejar a tus hijos solos? —  Elián remarcó "tus" en su oración.

— Claro que me dolió. —  dijo ofendida. —  ¡Pero es mi hija! —  gritó.

— ¿Puedes callarte? Mi madre trata de dormir. —  dije asombrando a los dos.

Daide me miró con los ojos muy abiertos y Elián solo recobró su postura.

— ¿Tu madre? —  preguntó Daide confundida. —  Yo soy tu madre. —  recalcó apuntándose a sí misma.

— ¿De verdad? — le dije cruzándome de brazos.

— Quiero remediar mi error, Emma. —  me tomó de los hombros. —  Quiero que todo sea como antes, una familia.

Fruncí el ceño.

— ¿Qué hay de Mason? —  le reclamé. —  Él también es tu hijo.

— Pero contigo es suficiente mi pequeña. —  me acarició la mejilla.

Le detuve la mano por la muñeca y se la apreté.

— Tú, no eres mi familia. —  escupí con repulsión.

Solté su mano.

Se veía herida.

— Pero Emma... —  dijo con una cara dolida.

— ¿Crees que mandando a mi hermano mayor volveré contigo solo porque se te pegó la gana remediar tu error después de una década? Porque fue tu error no el nuestro, y es verdad que todos merecemos una segunda oportunidad pero tuviste diez años y más de dos oportunidades para remediarlo. Bien pudiste decirle a Milton que nos expulsara. —  le dije con desprecio.

— Emma. — dijo con firmeza. —  quieras o no eres mi hija y tengo derecho a llevarte conmigo.

— Yo no soy tu hija. —  le dije con una sonrisa. —  mi padre es Elián y mi madre es Aine. Ella se preocupó más que tú, y apenas llevo 3 meses con ella. —  le di una sonrisa. — Imagínate como pudieron ser estos diez años si lo hubieras hecho antes.



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En el texto hay: angelescaidos, angeles y demonios, mortales

Editado: 04.04.2018

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