Emma, la caída de un ángel

Capítulo 21

Aterricé en la esquina de mi casa y me asomé a ver quién o qué estaba en el porche.

Mi casa estaba silenciosa, y no se mostraba ningún signo de vida dentro o fuera de ella.

Caminé lo más normal posible hasta ella y tomé el picaporte.

No tenía seguro. Lo más probable era que sí se encontrara alguien dentro.

Al entrar cerré la puerta sigilosamente detrás de mí. Desde la cocina se escuchaban sollozos y lamentos que me erizaban la piel. Las voces amortiguadas se colaban por mis oídos tomando claridad cuando me acercaba.

Al llegar y asomar un ojo divisé a Aine sentada en una silla con un pañuelo en sus manos, mientras de sus ojos, rojos e irritados, salían lágrimas sin parar. A su lado estaba Elián, tomándola de los brazos y tenía una cara de cansancio.

Fruncí mi ceño y me apoyé en la pared.

¿Por qué lloraba Aine?

— Siento mucho su pérdida. — les dijo una voz que yo bien conocía.

No podía ser él. No tenía permitido venir al mundo de los mortales...

— Queremos verla. — dijo Elián firmemente.

— Por el momento no podrán hacerlo. — dijo la otra persona con impaciencia y podía asegurar que rechinaba sus dientes.

— Pero es mi hija. — repuso Aine furiosa. — ¡Quiero verla! ¡Quiero ver a Emma!

¿Yo? ¿Hablaban de mí?

La persona se disculpó y salió de la cocina por la puerta trasera.

¿Cuántos días me había ido? ¿Los suficientes para que Aine y Elián creyeran mi muerte?

Aine sollozaba con más fuerza. Y yo no sabía si debía perseguir a ese intruso o consolar a Aine.

Estaba dispuesta a salir, pero las palabras de Aine me detuvieron.

— Emma. — sollozó. — Ella era la luz de mis ojos Elián, yo la amaba mucho porque de verdad era mi hija. — todo lo dijo entre sollozos. — Y ahora no sé que voy a hacer sin ella. — supuse que tapó su cara porque sus palabras se amortiguaron. — No quiero imaginarme como será. — sollozó estruendosamente.

— No necesitas hacerlo. — me dejé ver por el marco de la puerta. — No es necesario. — le sonreí a Aine que me miraba asombrada desde la silla.

— ¡Emma! — gritó de felicidad y corrió a abrazarme.

— Yo también te extrañé, Aine. — la estreché y limpié sus lágrimas.

Elián se unió a nuestro abrazo y nos quedamos unos minutos así.

Jamás en mi vida había tenido tantas ganas de llorar por la conmoción como en ese momento. Porque de verdad los sentía mi familia ahora, y ni Milton ni nadie lo iba a cambiar.

(…)

— ¡Emma! — Karla corrió a abrazarme fuertemente, mientras detrás de ella venían Mason, Zayd, Helen, Daniela, Zianya, Pamela y Naty. — ¡Pensamos que estabas muerta!

— Pues gracias por la calurosa bienvenida. — le sonreí.

— Te juro que Karla ya estaba haciendo un drama. — llegó Mason y me abrazó fuerte.

— Tú también lo estabas. — Karla le dio un golpecito en el brazo a Mason.

— Yo sabía que mi hermanita podía con ese estúpido de Milton. — dijo Zayd mientras me daba un fuerte abrazo.

Cuando me dejo de abrazar llegó Helen y me miró fijamente a los ojos.

— Yo sí entré en pánico. — reí mientras ella me abrazaba. — Es decir, tú me salvaste la vida y ahora estabas muerta... O, supuestamente muerta.

— ¿Por qué todos pensaban que estaba muerta? — pregunté con el ceño fruncido.

— Querida. — llegó Pamela. — Pasaron tres días y ni siquiera había rastro de ti. — me abrazó y le devolví el abrazo.

Zianya, Daniela y Naty también me dieron la bienvenida.

¿Tres días?

— Pero si apenas desperté ayer. — dije confundida.

Todos se encogieron de hombros.

— ¿Cómo escapaste? — preguntó Karla rodeando la cintura de Mason con sus brazos.

— Bueno... — pensé en su reacción antes de que dijera algo. — Tuve la oportunidad de matarlo. — todos los ojos me veían sorprendidos. — Pero no lo hice. — me encogí de hombros.



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En el texto hay: angelescaidos, angeles y demonios, mortales

Editado: 04.04.2018

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