Emma, la caída de un ángel

Capítulo 37

Miré a todos con el ceño fruncido, tan poco les importaba la vida de sus hijos. Era increíble.

— Es increíble. — dije con todo mi ira para que todos escucharan. — Todos ustedes dicen que los mortales son repugnantes, y que sólo piensan en ellos mismos. Pero les tengo una noticia. — hice una pausa dramática que hacía más tenso el momento. — Ustedes son peores que ellos.

Todos abrieron sus ojos con impresión. Me acerqué a los niños y los dirigí al final del estrado que se alzaba para entregarlos a sus padres.

— A partir de ahora. — dije volviendo a poner orden en el lugar. — Quien deje a sus hijos sin cuidado, será castigado con un mes en la prisión. — dije tomándome mi papel muy en serio.

Si creían que esto iba a ser fácil, se equivocaban. Sabía que la venganza no era buena, pero si no había otra forma de hacerlos entender, era mi única opción.

— Voy a asumir mi puesto, pero eso no significa que seré igual de blanda que Milton. — miré al susodicho quien me sonreía con orgullo. — Lo que diga se hace, pero obviamente se tratará con justicia. Aún así tengo unas condiciones a tratar. Pero por ahora, se queda aquí. Lo demás se discutirá en el jurado.

Dije dándome la vuelta y dirigiéndome a mis hermanos y a Leik. Me sonrieron orgullosos y suspiré cansada.

Nada de esto sería realmente fácil.

(…)

Estaba nerviosa, mis dedos se movían sin tener paz, y mi pelo que llegaba a mi muslo estaba peinado hacia un lado dejando lo demás caer libremente.

Había ido a donde antes era mi hogar y había cambiado mis prendas por unas adecuadas para el jurado en el que hablaría de mis condiciones públicamente. Aunque más al estilo mortal que celestial.

Prácticamente llevaba unos pantalones y una blusa negra suelta, unas zapatillas y un collar en mi cuello, sin contar el brazalete de Jared.

Mis ropas eran lindas, y mi pelo, que ahora recobraba su natural color rubio, ondeaba con el aire que se recibía.

Finalmente, cuando vi a todos reunidos esperando el discurso que estaba preparando en mi mente, me decidí a salir del compartimiento y caminé hasta el estrado donde era el lugar de Milton.

Cuando entré en la habitación, todos los murmullos cesaron y eso me puso aún más nerviosa de lo que debería estar. Esperaba que el discurso no se me olvidara...

Todos miraban mi atuendo con desaprobación, y eso solo hacía crecer mi sonrisa a cada paso que daba.

Llegué a lo que me haría resaltar sobre todos y me haría audible, tenía unos papeles en mi mano, donde había escrito mi gran discurso. Tomé aire observando por última vez las peticiones y después enfoque mi vista en la multitud sin guardar mis hojas.

— Queridos seres del cielo divino. — empecé recorriendo mi vista a todos y cada uno de los integrantes. — Me dirijo a ustedes, en un acto por recibir mi puesto de Ángel Supremo, que me fue heredado por Milton. — lo señalé y volví mi vista para mis hojas. — Yo, Emma Trok, aceptaré las responsabilidades que a mi puesto se le concede, pero les recuerdo que el puesto me fue otorgado por el anterior que estaba en él, por lo tanto, no se me puede quitar mi puesto hasta que a otro se le herede. Pero aquí estoy así que... Bien — volví mi vista a las hojas. — Al recibir mi puesto, se me otorgarán los beneficios que a mi rango se le dan, me haré cargo de lo que conlleva a lo celestial aquí y prometo llevar con responsabilidad mi cargo.

Hice un silencio para ver a todos. Los ojos estaban puestos en mí, pero aún no terminaba, necesitaba que aprobaran ese trozo de mi discurso para seguir con lo demás.

Todos asintieron con la cabeza después de discutir entre ellos.

— Se le otorga a Emma Trok el cargo de Ángel Supremo. — dijo un arcángel, mientras me entregaba las escrituras y se alejaba de mí.

Sentí el peso en mis manos pero la sensación fue remplazada por algo más.

Abrí mis ojos con impresión, el poder se incrementaba en mí, mi cuerpo se llenaba de vida, mis manos destellaban poder por doquier, mi cerebro se llenaba de sabiduría, y mis alas, aún escondidas y guardadas, se sentía como crecían, y como cada pluma y cerda se fortalecía. Esto, definitivamente era sentir el poder. Y al final, las escrituras desaparecieron, convirtiéndose en sangre. La sangre que recorría mi cuerpo.

El Arcángel hecho su trabajo se fue, dejándome a cargo del bullicio de personas que susurraban por la expresión que tenía.



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En el texto hay: angelescaidos, angeles y demonios, mortales

Editado: 04.04.2018

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