Jared
— Hola, hija. — le sonrió y como si nunca hubiera estado vestida como su propia hija volvió a su normalidad, era como Verno, pero su belleza era incomparable.
— ¿Qué demonios estás haciendo aquí? — Verno apretó sus manos a los costados y las venas cargadas de icor resaltaron en toda su frente. — Te dije que te quedaras en casa...
— La espera me está matando. — dijo quitando su sonrisa. — Sigo sin entender por qué aún no tienes en tu posesión el objeto. — le repuso con dureza. — Si fuera por mí, esos ángeles estuvieran muertos de una buena vez... incluso la suprema.
— La diferencia Lilith, es que Verno no es como tú. — repuso Emma con orgullo y viéndola con esos ojos tan oscuros.
Verno le dio una sonrisa pero su sonrisa se borró en seguida.
— Emma... — abrió sus ojos junto a su boca, observaba con tanta fijeza sus ojos y era como si quisiera llorar. — Oh, joder ¿qué te han hecho? — se acercó y tomó su cara en sus manos. — Pero qué. — frunció su ceño viendo su cuello.
Cuando ella levantó su cabello pude divisar un largo tatuaje en su cuello, pero era hecho con la pura piel, no había trazos, era como si le hubieran quemado la piel. Emma gruñó con dolor y se apartó de las manos de Verno, quien no dejaba su postura de ceño fruncido.
— Baruck... — dijo con enojo. — ¿Madre?
— ¿Si, amor? — Lilith levantó su cabeza con obediencia.
— ¿Sabías algo de esto? — le preguntó enojada y con acusación en su mirada.
— Digamos que Baruck y yo tuvimos un encuentro muy cálido. Y el chico de allá. — me señaló con sus dedos largos. — Sólo me guió a la Suprema, no sin antes dejarle un regalito a tu hermano, quien después de pelear un rato con él, descubrió que era yo, y qué sorpresa, simplemente bajó su arma y me dejó ir... — se encogió de hombros. — Irónico ¿no?
— Largo. — dijo Verno masajeando sus sienes con desesperación.
— ¿Qué? — preguntó Lilith con mucha incredulidad.
— ¡Largo Madre! Esta es mi maldita pelea, por el amor de Lucifer ¡Largo!— gritó Verno a todo pulmón. — Regresa a Edom ahora mismo. — siseó Verno.
— Con gusto hija mía. — tomó un malvavisco de una bolsa y pasó por el lado de Verno dejando un beso en su frente. — No olvides tu promesa. — se volteó un momento a Verno y le guiñó el ojo.
Verno suspiró frustrada, pero cuando Lilith por fin nos dejó solos miró a Emma con preocupación.
— ¿Emma? — la llamó. — ¿En realidad eres tú?
— Oh claro que no, soy una copia. — dijo rodando los ojos.
Sí, era Emma.
— Joder, Emma, lo que Baruck te ha hecho no tiene perdón... Esto es peor de lo que pensé. — dijo Verno.
— Tus... ojos. — tartamudeó Helen señalando a Emma, quien frunció el ceño sin entender. — Están... negros, completamente.
Emma frunció el ceño aún más, me esquivó y entró en la casa de campar y todos escuchamos su gemido de asombro.
— ¡Dios mío! ¡Ah! — salió de la tienda pero en vez de por su propia cuenta salió como si la hubieran empujado. Al igual que Verno.
— No lo menciones. — recordó Verno poniéndose en pie.
— Mis ojos... — dijo Emma con pánico y aún en el suelo. — ¡Sentí como si me empujarán cuando dije Dios! ¡Ah! — volvió a caer cuando intentaba pararse.
No era posible... solo los demonios podían tener ese "reflejo"
— No es lo que crees, Emma, no eres un demonio aún, pero no debes entrar en pánico. — dijo Verno tratando de tranquilizarla
— ¿A qué te refieres con aún? — preguntó Pamela jadeando.
— Baruck ha experimentado con Emma... — Verno vio a todos los ángeles presentes. — De eso segura, sus ojos, los reflejos de un demonio, siento su icor... — miró sus brazos y yo miré a donde ella, una vena resaltaba en su piel... cargada de icor. — No es una gran cantidad, pero es suficiente para empezar la fusión.
— ¿La fusión? — preguntó Zianya frunciendo el ceño.