Emma
— Es un honor conocer por fin a la reina de Saitor. — dijo Sarafine. — Baruck nos había contado de este proyecto y estoy muy emocionada por su logro.
Sarafine era una joven súcubo que realmente era agradable, Baruck me había presentado a todos sus invitados y mi cara solo tenía una sonrisa forzada, pero parecía alegre.
Simplemente contestaba por cortesía lo que mi mente decía que gustaría a Baruck, cualquier cosa de intriga sobre como me había convertido en un ser perfecto simplemente lo ignoraba.
— Muchas gracias por tu presencia. — contesté con un tono agradable y automático.
— No es nada. — me dio una sonrisa amigable y después bebió de su copa. — Por cierto, todos tenemos un poco de curiosidad sobre como funciona. — dijo mostrando sus colmillos. — ¿Revelarás el secreto? — dijo ella mirándome con atención. — O tienes miedo de que Baruck te reprenda. — se rió burlonamente.
— Baruck no lo haría. — dije en mi defensa. — Todo va conforme a su plan, es privado.
Fruncí el ceño y me alejé para encontrarme con Baruck, quien hablaba amenamente con Cleandra, una amiga de la infancia.
— ¿Qué pasa, Emma? — dijo Baruck con atención cuando me acerqué a él.
— Todos tienen mucha curiosidad sobre tu experimento. — dije torciendo el gesto. — Resulta un tanto incómodo.
— No debes preocuparte por los que son inferiores a ti, pronto ellos estarán bajo tus pies. — me sonrió cálidamente. — Las personas inferiores no importan. Ven, quiero presentarte a unos invitados más.
Mi cuerpo lo siguió y saludaba cortésmente, hablaba amablemente y sonreía forzadamente. Todo era un movimiento mecánico.
Decidí no seguir escuchando las cosas que de mi boca salían, me encerré en ese hueco que tenía en mi mente y me hice bolita en una esquina. Todo lo que pasaba se reflejaba como una televisión pero sin margen.
Las lágrimas brotaron de repente de mis ojos, pero mi cuerpo en sí no lo reflejaba... Ésta vez era en realidad yo la que estaba llorando, no mi cuerpo, no mis ojos, yo.
Extrañaba tanto a Jared, a Mason, Zayd, Aine... Las chicas. Extrañaba todo lo que era y lo que pasaba antes de que todo esto sucediera. Extrañaba el aroma de Jared, sus bromas, su calidez. Extrañaba a mis hermanos, a las chicas que me hacían reír con sus ocurrencias.
Extrañaba mi vida, extrañaba ser un caído más, extrañaba aquella vez cuando Jared me perseguía por los pasillos insistiéndome una cita, extrañaba las comidas de Aine y sus risas junto a Elián. Extrañaba mi habitación, mi ropa, el bosque...
Fue cuando caí en la cruda realidad.
Yo quedaría atrapada en este cuerpo, para siempre, sin tener un solo control de él, simplemente un espectador más... Las palabras de Baruck se hicieron presentes.
"No te preocupes cariño, Para cuando estés perdida en amor por mí, ya estarás muerta, literalmente."
Eso quería Baruck, que muriera por dentro para dejar mi cuerpo por fuera, sólo un molde, una estructura sin vida.
Cerré los ojos dentro de mi mente, me puse a imaginar como fue la última vez que hable con Jared.
"Tú eres mi ángel favorito"
Unas lágrimas más comenzaron a resbalar por mis mejillas, odiaba la sensación de no poder hacer nada. Quería gritar por ayuda, pero mi voz no se escucharía en ninguna de las paredes del castillo.
Levanté mi vista viendo los reflejos de mis ojos, observé a todos los invitados y uno de ellos señaló su cabeza.
La mente.
Dijo él.
Poco a poco fui levantando mi cabeza con el ceño fruncido, ¿la mente? La mente... ¡La mente!
Abrí mis ojos como platos y una sonrisa se plantó en mi cara, aún había esperanza.
Podía pedir ayuda a Jared por medio de la mente, transmitir un mensaje para Jared por la mente, o a mis hermanos, a quien fuera.
Me hice bolita de nuevo y me concentré todo lo que pude, imaginé su rostro, su voz, su presencia, el lugar en donde estaba.
Jared...
El pensamiento salió como si lo hubiera dicho y rebotó en las paredes que había formado, la reacción de mi cuerpo fue una sacudida, estaba estupefacta.