Emma
Mis ojos no dejaban de soltar lágrimas, yo simplemente golpeaba la televisión sin borde como si fuera una puerta invisible que romper.
Mi espada vacilaba en el aire y tenía como objetivo a Jared, me dolía verlo con los ojos cerrados y con una expresión de dolor. No quería matarlo, simplemente no quería, pero ese ya no era mi cuerpo.
— ¡Por favor! — grité con lágrimas en mis ojos y golpeando la visión. — ¡Por favor suéltalo!
Un golpe fuerte hizo que la visión se estrellara e hiciera una grieta en medio, leve pero permanecía ahí. Me alejé asombrada de haber golpeado con tanta fuerza la visión, enfoqué mi vista en lo que pasaba y de repente mi espada había desaparecido de mi mano.
La había soltado... Y había dejado ir a Jared, ya no lo tenía aprisionado contra mi pecho, al contrario, Jared sobaba su cuello y me miraba confundido.
Yo estaba igual de confundida que él, no sabía que acción o de que forma logré que mi cuerpo reaccionara ante mi pedido, o más bien mi súplica.
— ¿Qué...? — preguntó Jared. — ¿Por qué me soltaste?
Me miró y sin embargo mi cuerpo sólo miraba la espada en el techo, no tenía ninguna orden, Baruck no estaba para darme una más y poco a poco mis facciones volvieron a la normalidad, mis dientes normales sustituyeron a los colmillos y mis dedos dejaron su largo anterior, las venas dejaron de sobresaltar y mis alas seguían sosteniéndose.
— Yo... — dije con voz ahogada y mirando asustada a Jared. — No sé. — lo miré con ojos abiertos. — Yo... Eh, no... No sé que hacer. — dije sinceramente.
Jared ladeó un poco su cabeza más confundido que yo y se acercó con mucho cuidado y con las manos arriba para advertirle a mi otra yo que se iba a acercar.
— Tranquila. — dijo cuando mi cuerpo se alejó un poco. — No voy a hacerte daño. — Jared dejó de avanzar y se quedó mirándome.
— Mi amo... — dije yo con el ceño fruncido y viendo para abajo. — Mi amo no tendrá piedad si intentan acabar con él. — me sorprendió que a mi cuerpo le salieran lágrimas, era sin duda una persona aparte de mí. — No quiero una guerra. — gimió viendo a Jared y su expresión solo paso de estar tranquila a estar profundamente confundido.
Ni yo me entendía.
— Tu amo... ¿Te obliga a hacer esto, Emma? — preguntó.
— Claro que lo hace. — sorbí y descendí al techo del castillo, Jared me siguió. — Está obsesionado con que yo sea su "Ser perfecto" — abracé mis rodillas y aparté mi vista de Jared. — No puedo matar a las criaturas porque él me lo pide y porque quiere. — cerré mis ojos. — Es letal... Yo cargaré con la culpa, él no.
— Entonces no lo hagas. — dijo Jared evaluando mis expresiones.
— No tengo opción. — dije llorando. — Cuando él ordena algo, es lo único en lo que piensa mi mente, hasta que algo sucede o me golpeo la cabeza. Si no tengo una orden pronto vuelvo a ser la delicada que Baruck creó. — confesé.
Bueno, era un avance...
No entendía lo que pasaba, simplemente estaba feliz de no haber matado al hombre que amaba, tenía que seguir intentando romper esta cosa, tal vez si lo lograba mi yo de verdad ocuparía mi mente.
— Yo... — dijo Jared rascando su nuca.
— No quiero asesinarte, eh, Jared. — dije recordando su nombre. — Huye con los tuyos ahora que puedes. — dije mientras tomaba mi espada. — Prometo distraer lo suficiente a Baruck para que ninguno de ustedes salga herido. — estaba decidida a llevar a cabo mi plan.
— ¡Estás loca si crees que te dejaremos aquí! — gritó Jared. — De ninguna manera pienso perderte, no otra vez.
Lo miré con tristeza en mis ojos y fruncí el ceño, estaba pensando en un depósito cerca del castillo de Baruck, en donde empezó el experimento. Él había abandonado el lugar y no pensaba volver ahí.
— Guilea. — recordé el nombre. Jared me vio confundido. — Es el nombre de un depósito cerca de aquí, está abandonado y pueden hospedarse ahí, cuando estés listo puedes volver por mí. — dije con una sonrisa.
Ni loca pensaba que Jared podría venir por mí, prefería mil veces que se fuera así a que Baruck me obligara a matarlo. Sé que antes rogaba que me ayudara, pero este cuerpo tenía otro dominio.