"En algún lugar del cielo" (libro 1)

Capítulo 16: Eres mía, solo mía.

Creí que lo difícil iba a ser el NO que le tenía preparado para Sergio Torres. Mi trabajo dependía de un hilo y rechazar a un socio tan importante no era nada sencillo. Sin embargo, estaba decidida, me sentía fuerte para rechazarlo y nada podría hacerme cambiar de opinión…

Lo único malo fue que no esperé a que este hombre me devolviera las esperanzas con respecto al compromiso de Nicolás. Era una oferta que no podía ignorar. Solo tenía que aceptar en trabajar con él y listo. Ser su secretaria, él mi jefe, nada de qué preocuparme. El problema era que iba a ganarme la tremenda regañada del siglo por el hombre que me tiene loca de amor.

Y es justo lo que está haciendo ahora…

— ¡No lo entiendo! —exclama furioso. No deja de caminar de un lado a otro— Es imprescindible que lo hayas aceptado porque te subió el sueldo. ¡¿Desde cuando eres una interesada?! No… Si necesitabas dinero… ¡¿Por qué no me lo pediste?

Los dos nos encontramos en su oficina. Por suerte, su madre no ha asistido hoy, así que no debo temer a que grite como un loco porque nadie le llamará la atención, y menos me culparán a mí de sus arranques explosivos.

—Ya te expliqué que debo mudarme.

—Mi departamento es ideal para los dos.

—Sabes que mi padre no lo aprobará.

—Eres mayor de edad.

—Nicolás… —suspiro rendida— No quiero pelear contigo, pero sabes perfectamente que no quiero depender de ti ni de tu dinero. Por algo estoy terminando mi carrera y trabajando. ¿Qué pasa si un día te mueres y yo no sé hacer nada?

— ¡¿Me estás matando?!

—Es un ejemplo.

—Es increíble que me hagas sentir como el peor novio del mundo que no quiere que crezcas por ti sola. —hace una mueca— Ya era suficiente con saber que estarás con ese idiota ocho horas seguidas y yo no puedo hacer nada. ¡Maldita sea!

Él golpea su escritorio lo que me sobresalta y ya no sé qué más hacer para controlarlo. No me gusta verlo así, tan desesperado por no poder ayudarme de sus garras. Quiero creer que el que ese extranjero me haya solicitado para ser su secretaria no sea parte de un plan para lastimarme. También que lo que me haya dicho sea cierto y no me esté utilizando, queriendo dejarme mal con Nicolás.

Tantas teorías y dudas que tengo en la cabeza.

Me acerco más a él con la intención de abrazarlo, pero temo a que me ignore, por lo que solo tomo una de sus manos. Lo alzo y lo apoyo sobre una de mis mejillas, reparto besos encima de su palma y espero que lo que estoy haciendo logre tranquilizarlo un poco. Me enfoco en sus ojos azules y al menos luce más sereno.

—Sé que estás preocupado por mí. Que te asusta a que ese hombre me haga algo, pero te prometo que nada malo pasará.

—Lo dices con tanta seguridad.

—Confía en mí, amor. —aparto mis labios de su mano y él me jala, aferrándome más a su cuerpo— Si él trata de propasarse conmigo, en ese mismo momento presento mi renuncia.

— ¿Lo prometes?

—Si.

—No quiero que le aceptes nada fuera del horario de trabajo. —esconde su rostro en mi cuello. Su aliento me eriza la piel. — Tampoco ningún regalo de agradecimiento.

—Así será.

—Ahora ya no quiero hablar más de ese hijo de puta. —me da una vuelta y me apoya sobre su escritorio— Necesito hacerte el amor.

— ¡¿Aquí?!

— ¿En dónde más? —se desata la corbata y comienza a desabotonarse la camisa— Piensa antes de encuerarme.

— ¡¿Te has vuelto loco, Nicolás?!

— ¡Sí! —Me toma del rostro. Que se exalte a lo brusco me enciende— Llevó días sin estar dentro de ti, no lo soporto.

Ni siquiera logro decir algo, ya que tengo su boca contra la mía. Me besa con tanta desesperación que, sin poder evitarlo, le muerdo los labios. Parece que le encanta porque no se inmuta, sigue devorándome sin darme el chance de tomar un poco de aire. Sus manos bajan, acariciando mis caderas para luego posarse sobre mis glúteos. Me da un apretón que me hace soltar un jadeo.

—No es el lugar adecuado…

Digo en medio de jadeos al sentir sus besos en mi cuello. ¡Dios! El placer me va a bloquear el cerebro y ya no habrá vuelta atrás. Estamos a punto de follar en su oficina y temo a que alguien esté observándonos.

—Si hay cámaras te mato. —susurro cerca de su oído.

—Las apagué.

Levanta mi falda, rodeo su cintura con mis piernas y me carga hasta llegar al sofá en dónde me avienta posicionándose encima de mí. Abro mi blusa, alzo mi brasier sin pudor dándole el pase a que chupe mis senos, los apriete, complaciendo a mi intimidad que se moja cada vez más. De un momento a otro, nos quedamos completamente desnudos y espero ansiosa el contacto de su miembro contra mi sexo. Volvemos a juntar nuestros labios y…

—Te amo, Angie. —me lo mete de golpe. Gimo sobre su boca— Eres mía, solo mía y de nadie más.

Comienza a embestirme y esta vez lo hace más fuerte, más rápido. No se mide, menos se contiene. Se hunde más y… ¡Señor! Esto es exquisito. Le clavo las uñas en la espalda, está siendo salvaje y eso me gusta. Sus gruñidos, mis jadeos llenan toda la oficina.

—Más, más… —no puedo controlar mi lengua al pedírselo. Sus ojos se encuentran con los míos, no deja de moverse y siento que el orgasmo se acerca— Te amo, Nicolás.

Mis piernas abrazan sus glúteos, mi sexo se contrae y él estalla llenándome por completo. Su cuerpo está sudoroso y no me importa, dejo su frente recostada sobre mi pecho y me quedo jugando con los mechones de su cabello. Estoy jodidamente enamorada, lo tengo muy adentro y estoy condenada a no poder vivir sin él.

Quisiera decirle realmente porque acepté ser la secretaria de ese sujeto, pero las palabras de él me hacen meditarlo dos veces: <<Nicolás, no puede enterarse. Aquello nos puede poner en desventaja>> No me parece. Sin embargo, debe ser así. Prefiero mantener al hombre que amo al margen de todo esto.



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En el texto hay: esperanza, romance, drama

Editado: 17.04.2022

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