"En algún lugar del cielo" (libro 1)

Capítulo 33: Nuestra última oportunidad.

ÁNGELA

Nicolás…

Nicolás…

Nicolás está aquí.

Pero… ¿Cómo?

Es imposible que se haya enterado por sí solo en dónde he estado viviendo todo este tiempo. Ni para pensar en mi padre, ya que aún no me he atrevido en llamarlo para darle mi dirección. Tampoco creo que sea Camile o mi madrastra, a ninguna les convendría. ¡Dios! Por más que lo pienso, no hallo una respuesta. Pero eso no es lo peor ahora, el grave problema es el lugar en dónde él me ha encontrado.

¡En el departamento de Sergio!

—No puedo… —murmuro para los dos— No quiero darle una mal impresión…

— ¿Quieres que vea tu embarazo? —su pregunta me deja fría— ¿Cómo crees que reaccionará? Por eso te dije que las mentiras tienen patas cortas, ¿Estás dispuesta a asumir las consecuencias?

Tiene razón.

Cuando él sepa lo que le he ocultado, me va a odiar más.

Si me ve ahora, va a ser chocante.

Me pedirá explicaciones y… no me siento preparada para dárselos.

¿En qué momento llegué hasta este punto? ¡Carajo!

Mi corazón me ruega que me separe de mi ex – jefe, que no rompa más a Nicolás porque definitivamente, no lo merece. Podrá haberme traicionado, pero no es una mala persona. No soy capaz de detestarlo, lo amo cada vez más y todo es gracias al pequeño ser que en unas semanas traeré al mundo.

Ese bebé que fue creado por nuestro amor.

—Se ha ido. —me dice el extranjero y me suelta de sus brazos— Estuvo cerca.

No digo nada.

— ¿Ángela?

—Soy de lo peor… —mis ojos se nublan al solo imaginarlo con el rostro desencajado al verme junto a este hombre— Una perra egoísta que solo piensa en los demás, nunca en mí, ni en él.

—No digas eso.

—Solo digo la verdad. —mis lágrimas caen sin poder evitarlo— Acabo de pisotear sus sentimientos al seguirle la corriente. Sabe perfectamente que él lo odia, y prácticamente lo he ignorado al dejar que me abrace.

—Ahora debe saber cómo te sentiste cuando lo encontraste con Camile. —me entierra ese puñal, lo que me recuerda su traición— Claro, que esta es una situación distinta.

—No necesito que me lo diga.

Seco mis lágrimas y paso por su lado para tomar el ascensor.

Este día se fue a la mierda.

— ¿Ya te arrepentiste?

Me pregunta Sergio al entrar a su departamento. Dejo mi bolso sobre la mesa y me quedo pensativa por algunos minutos. Luego, lo miro y niego con la cabeza. Él camina hacia a mí, posa su mano sobre mis cabellos y las acaricia. Ganas no me faltan para apartarlo, pero aquello me reconforta un poco.

El que Nicolás invada mi mente me pone muy sensible. Estuve a unos metros de él, casi vuelvo a ver sus hermosos ojos azules…, esos que me siguen teniendo hechizada y enamorada hasta el tuétano. Freno mis lágrimas, no quiero verme vulnerable delante del extranjero.

—Prepararé un lonche. —me alejo, encaminándome hacia la cocina— ¿Triples, le parece bien?

—Yo te ayudo. —se saca su saco y se arremanga la camisa para luego seguirme— No soy malo cocinando.

—Puedo hacerlo sola.

—No con esos ánimos.

—Estoy bien. —él entrecierra sus ojos— ¿Qué?

—Te quedan cuatro días para pensarlo. No tienes…

—Debo y punto. Ya lo decidí, así que ya no siga con ese tema porque en verdad, voy a terminar arrepintiéndome de irme con usted a otro país. ¿Lo entendió?

Ni le doy el chance de responderme.

Espero que no solo a él se le haya quedado claro, sino también a mi testarudo órgano latente.

 

***

 

—La promoción del viernes es que, si compras dos tartaletas de manzana, te llevas un rico café de moca. —Sole se queda pensando mientras observa el cartel— ¿Se lee bien, Angie?

—Sí, y se me apetece.

—Te toca dibujar los productos. —me extiende los plumones— Hazlo de una vez porque en diez minutos abrimos.

—No soy buena dibujando.

—Yo menos. —da un suspiro. Sacude su cabeza y palmea sus mejillas— Solo letras, no queda de otra.

—Lo siento.

Me siento mal por Sole y la Señora Elena. Últimamente, me siento más cansada, sin muchas fuerzas y me es difícil apoyar con la pastelería. Mis ganas se las llevó Nicolás hace tres días, no logro quitármelo de la cabeza y aquello me tiene realmente frustrada. Estuve meses sin verlo, extrañándolo, pero lo sobrellevaba. Ahora es diferente, tengo esa espina incrustada que no me deja estar como antes.

Odio el haber permitido que se haga ideas erróneas.

— ¿Angie?

—Si… —chequeo el reloj— ¿Sabes si la Señora Elena vendrá más tarde?

—Lo hará. ¿Por?

—Tengo algo que decirles a las dos.

— ¿Algo malo?

—No estoy segura. —niego con la cabeza— Pero no es momento para hablar de ello, es hora de esperar clientes.

El día transcurre sin muchas novedades en dónde trato de dar lo mejor que puedo. Mañana me iré al extranjero, aun no se lo he dicho a mi padre y dudo que lo haga. No quiero sus reproches, prácticamente es él quién me ha conducido a esto. Si hubiera tenido todo su apoyo, mis decisiones serían distintas. Sí, sé que al final soy yo la que tiene la última palabra, pero el dejar este país es lo mejor que puede pasarme.

Tanto para mí como para mi hijo.

La pastelería se cierra a las siete en punto, y es la Señora Elena quién nos ha preparado un rico té y varios mini sándwiches de pollo con durazno. Las veo disfrutar y la nostalgia me invade. A pesar de que llevo conociéndolas poco tiempo, les tengo un enorme cariño.

—Sole me comentó que tenías algo que decirnos. —habla mi jefa y bebe un poco de su té— ¿Sucedió algo?

—Si… —carraspeo— Yo… me iré a vivir a Europa.

— ¿Cómo? —preguntan las dos al mismo tiempo— ¿Cuándo?

—Mañana. Hoy es mi último día de trabajo.

— ¿No se supone que deberías avisar con anticipación? —la pelirroja deja su mini sándwich y cruza sus brazos— Es de mala educación avisar el mismo día.



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En el texto hay: esperanza, romance, drama

Editado: 17.04.2022

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