En Algún Lugar Dentro de Mi Mismo

RESONANCIA

Ángelo por fin daba su primer paso y cruzaba la puerta. Pero no lograba ver en donde afirmaba su pie. Todo era luz. En cierto modo aquella luz le hacía sentir un poco más seguro y, es quizás por este mismo hecho que tuvo valor para dar el segundo paso. Ya estaba fuera del consultorio. Unos pasos más y era definitivo, el viaje, comenzaría.

De inmediato, y como si se le escapara de su mano, la puerta se cerró.  Y aquella intensa luz desapareció al mismo instante que la puerta se cerraba, era como si la luz fuera absorbida por la habitación. Ángelo miraba atrás, una vez más y en ese segundo pensó: "Ya estoy lejos de mí mismo". Pero caído el pensamiento la voz le respondía "yo seré tu guía, tú solamente dime cada detalle que veas".

Tarea difícil. No es lo mismo tomar un lápiz y papel y describirse asimismo en diez palabras, que navegar en tu propia mente, y dar detalles de aquellas visiones que, traducidas a tu nivel dimensional se vuelven imposibles de descodificar en su estado real de su paralelismo actual.

Pero ya estaba allí y estaba decidido, no podía, no quería, no necesitaba dar un paso atrás. La misión era avanzar y descubrir "qué" o "quien" ocupaba ese espacio en su mente que, estorbando en lo espiritual se traducía en una piedra, (literal), en el mundo material.

Y caminó.

"Veo rostros", dijo Ángelo, mientras caminaba por aquel largo y angosto pasillo, "...veo rostros colgados en la pared, en viejos retratos... parecen que me observan, como señalándome con sus miradas..."

Primero una, luego dos, y finalmente todo el pasillo se adornó de grandes retratos con personajes ajenos a la vida de Ángelo que, detenidos en aquellos muros, definitivamente le observaban.

"Se siente extraño... sus miradas... siento que me conocen pero yo nunca les había visto...".

"¿Estás seguro?" preguntaba la voz.

"¿Seguro de qué, de si me conocen, o de si nunca los había visto antes?", respondía en tono irónico Ángelo.

"Es, relativamente, lo mismo... pero, ¿cuántas personas no ves a diario y finges no conocer? ¿cuántas veces no pasas por el lado de alguien y vuelves la mirada con el fin de no saludar?".

Ángelo caminaba justo al medio del pasillo mirando hacia ambos lados. Cada vez aparecían colgados más retratos en la pared. Rostros que miraban. Sin darse cuenta, aquellas miradas se inclinaban y las cabezas de estos giraban lentamente como vigilando cada paso que Ángelo pronunciaba.

Y se detuvo. Justo en frente de una. Quizás pudo reconocerla. Si, era la señora del servicio que cada día limpiaba el pasillo de aquel edificio.

Ángelo se aproximó a la imagen. La imagen sonrió.

Ángelo dio unos pasos atrás, como asustado. Pero la imagen levantó la mano y dijo adiós, sonriente.

En ese instante nuestro amigo recordó en donde estaba: en ese rincón de su mente que reservaba los rostros y las miradas sin importancia, por lo menos para él. Porque el cerebro no inventa los rostros, los guarda cuando en algún momento nos pasan por el frente; luego podemos verlos, en los sueños, en los Deja Vú, hasta cuando inventamos algún personaje de ficción en un cuento, o novela, o guión de cine.

"Nada es real" dijo, medio murmurado.

"¿Nada es real porque está en tu mente, en tu imaginación, en tu consiente no consiente?" dijo la voz.

"Bueno, no necesariamente irreal. Pero, si estoy en mi mente, esto es parte de mí, por lo que no me lastimaría", agregó Ángelo, ya un poco más seguro de sí mismo.

"¿No te lastimaría? Si lo que está en tu mente no te causa molestia, o algo relacionado, entonces ¿qué fuiste a buscar, qué esperas encontrar?", añadía la voz.

"Tú dímelo... porque si yo lo supiera no estuviera aquí, deambulando como un fantasma en estos pasillos aprisionados de mi mente".

Pero la voz, al escuchar esas palabras, respondió en tono molesto: "¿Aquí...? Te recuerdo que donde estas es justo dentro de ti, ese lugar que aunque no lo desees lo llevas contigo a todas partes. No puedes, si no es contigo mismo, ir o venir; puedes deshacerte de todos, menos de ti mismo".

Ángelo avanzaba sin poner atención a aquellas palabras, y miraba los rostros en la pared. La voz, de momento, le irritaba y la expresión en su rostro lo hacía sentir.

"¿Por qué no te callas y me dejas avanzar?", dijo Ángelo mientras llegaba al final del pasillo y un viejo ascensor aguardaba por él.



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En el texto hay: intriga, reflexión familia , suspenso

Editado: 30.11.2018

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