En Algún Lugar Dentro de Mi Mismo

UNA NIEBLA DE MENTIRAS

Las puertas del ascensor finalmente se cerraban. El ambiente era traslucido. Una breve luz iluminaba apenas lo necesario como indicando con claridad de en qué lugar exacto se encontraba nuestro amigo. Sus ojos miraron hacia arriba, buscando el marcador de los pisos, pero nada había. Luego buscaron, mirando hacia los ambos lados del costado de las puertas, los botones que permiten seleccionar hacia que piso quieres ir; solo había un botón, que no tenía numeración. No había botón para abrir la puerta o para activar la alarma.

"Tienes pocas opciones", le dijo la voz.

"Ah, ¿volviste?, pensé que habías decidido dejarme solo?", expresaba Ángelo mientras trataba de buscar, infructuosamente, algún otro interruptor dentro de aquel viejo elevador.

Pero la voz repetía "Tienes pocas opciones, por no decir que ninguna, ¿te recuerda algo eso?".

"Ummm, sí, claro, la vida misma... es como el tren que te lleva a todas partes y terminas en ningún lado", expuso.

"¿Qué harás entonces, accionar tú o esperar que sea el destino que lo haga por ti?", replicó la voz.

"¿Qué piensas tú qué debo hacer?", pregunto Ángelo.

Entonces hubo un segundo de silencio que también se abordó sobre aquel ascensor. Pero un segundo después la voz dijo: "si quieres tener resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo".

"Eso ya lo había escuchado antes", fueron las palabras de Ángelo al tiempo que presionaba el botón solitario aquel.

En seguida el ascensor se puso en marcha. Lentamente, pero aumentando su velocidad cada segundo más.

Ángelo no pudo diferenciar en qué dirección se movía, si hacia arriba, hacia abajo, izquierda o derecha. Pero sentía el impulso que ya había tomado, era como una caída en el vacío, sin gravedad.

Pronto el corazón de Ángelo comenzaba a acelerarse al mismo ritmo que aquel ascensor. Ya no podía con los latidos que resonaban en su pecho, la respiración comenzaba a caducar. Su cuerpo flotaba, no sabe en qué dirección pero su reflejo pudo verse en uno de los muros de aquel estrecho lugar, se vio asimismo, recostado en el sofá del consultorio, agitado. Intentó alcanzarse, tocarse, pero cuando quiso, el ascensor, sin más, se detuvo.

El cuerpo de Ángelo cayó al suelo, estrepitosamente. Y quedó inconsciente en su propia conciencia.

Varios segundos pasaron y Ángelo no reaccionaba.

Entonces la voz grito bien fuerte: "Levántate". Y Ángelo al instante reaccionó. Abrió sus ojos y trató de colocarse en pies al instante. Pero aún sumergido en su propio vacio, y tragado en lo que imaginaba que era su respiración, no pudo hacerlo, no con el impulso que deseaba. Entonces, luchó. Luchó con eso que le incapacitaba colocarse de pies. Sabía que levantarse estaba en su propio deseo de querer y poder. Sabía que seguir el camino solo dependía de él.

Pronto se arrastró hasta llegar a uno de los extremos del estrecho cajón aquel, y se apoyó firmemente, con una mano, luego con la otra, luego, y en ese mismo orden, le indicó a una de sus piernas para que accionara, luego la otra, pronto su equilibro recobró el sentido y, con esfuerzo, valientemente, logró estar erguido nuevamente, frente a frente a la puerta. Allí volvió a respirar profundo, o el intento confuso de hacerlo, indicando, con mucha claridad, que ya estaba listo para el siguiente nivel.

Entonces, las puertas del ascensor, se abrieron.

Ángelo ciño su mirada. Al parecer pensó que algo que anhelaba encontraría al abrirse las puertas del ascensor; en lugar de eso, una niebla, tan densa como su duda, ocupaba todo el lugar, pero, respetaba el espacio aquel dentro del ascensor y se detenía exactamente al borde de la puerta.

"Aquí vamos de nuevo", dijo la voz, "estas pensando otra vez si caminar en la niebla, así como pensaste abrir la puerta para salir del consultorio; así como pensaste caminar por el pasillo; así como pensaste entrar en el ascensor, ahora te quedas pensativo y la duda te invade, no sabes si salir o no salir, luego que tanto deseaste que la puerta se abriera".

"Imagino a donde me trajo el ascensor", expresó nuestro amigo.

"¿Si? ¿A dónde?", preguntó la voz.

"A todas partes, y a ningún lugar. Es hacia donde voy por no tener claro que quiero de la vida", murmuró Ángelo.

"¿Por qué piensas así?", preguntó nuevamente la voz.

"Porque, aunque busco respuestas, quizás las conozco, nadie se conocer mejor que uno mismo, solo que, en ocasiones, hay cosas que no queremos ver", dijo Ángelo sin que su voz se quebrase.



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En el texto hay: intriga, reflexión familia , suspenso

Editado: 30.11.2018

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