Han pasado casi tres días desde la muerte de mi padre, en esos tres días me he encargado de todo en casa, desde organizar el velorio hasta recibir a mi tía Jimena, la cual me ayudo con el funeral, no hubieron muchos invitados pues mi padre solo tiene un familiar vivo, la cual es mi tía, su hermana, aparte de ella solo tenía como conocidos a los vecinos, los cuales lo apreciaban demasiado.
—Cariño, creo que tu y yo tenemos una conversación pendiente —expresa dudosa, apenas volvemos casa después del funeral.
—Lo sé… Tía —no estoy para esto, no ahora—. Pero creo que no es el momento, no me siento bien ahora.
—Esta bien… Hablaremos luego cariño, ve, date una ducha y descansa —pide como siempre, con su tono cariñoso.
Han pasado ya como dos semanas desde que inicio el verano, no he salido de mi cuarto desde la conversación que tuve con mi tía, sin embargo, ella no se ha ido, ha estado preparandome la comida todos los días; ha estado entrando por las noches a limpiar mi cuarto mientras cree que estoy durmiendo.
Algo que he notado es que desde que cumplí quinnce cada que lloro, llueve, no lo sé, quizá solo es mi imaginación o el cielo y la naturaleza acompañan mi dolor, yo me inclino por la segunda opción.
Sé que me he estado comportando de forma caprichosa, lo entiendo y aprecio el hecho de que mi tía ha estado tolerando mi actitud, por eso creo que ha llegado el momento de salir de esta tristeza y hablar con mi tía sobre lo que haré ahora, pues apenas cumplí 15 años y como mi única familiar, es mi tutora.
Hoy vendrá el abogado a leer el testamento de mi padre y a arreglar todo para que mi tía sea mi tutora oficial por lo cual me ha pedido que me arregle, y es por eso que al fin me levante para darme una ducha; camino lentamente por mi cuarto buscando que ponerme cuando termine de ducharme, me acerco a la cómoda para tomar unas cuantas cosas cuando tropiezo por culpa de un plato tirado y me golpeo la cabeza contra la cómoda.
—¡Auch! —mascullo bajito para no asustar a mi tía.
Me levanto y voy al espejo de mi tocador a ver mi frente. Tengo la frente hinchada y enrojecida, destaca enormemente ya que tengo el rostro blanco y pálido, tengo una ojeras terribles, mi ojos de un color verde parecen haber cambiado de color a un gris verdoso donde claramente destaca el color gris.
Solo es mi imaginación, creo…
Actualmente me encuentro sentada en el sillón de mi sala mientras espero a que el abogado se acomode en el sillón justo delante de mi y mi tía a mi lado.
—Buenas tardes, soy el abogado del señor Tomas Wilson, mi nombre es Gilbert, y vengo a leer la última voluntad del señor Wilson a su única hija, Naylen Wilson —expresa con profesionalismo, sin mostrar ninguna expresión en el rostro.
Saca un papel de su portafolio y empieza a leer:
—“Al morir quiero que todo lo que poseo pase a manos de mi hija, pero solo con una condición, quiero que ella se mude a Milius, un pequeño pueblo, el lugar donde crecio su madre y al que ella tanto anhelaba que fuera —lee el abogado mientras yo siento que me desmayo —. Claramente, acompañada por mi hermana Jimena” —concluye el abogado observandonos dudoso.
Miro de reojo a mi tía, la cual parece nerviosa pero nada soprendida.
—Pero… Yo no quiero mudarme —mascullo con tristeza mirando fijamente al abogado, el cual sigue con la expresión neutra.
—Lo siento, señorita, yo solo soy un informante.
—Naylen, ¿ahora si podemos hablar? —pregunta nerviosa mi tía apuntando con su cabeza la cocina.
Yo solo asiento un poco confundida y la sigo.
—Cariño, mira… Yo hablé con tu padre cuando él precisamente estaba redactando su testamento —comienza a explicar de forma pausada —. Y me dijo que lo que más deseaba era que conocieras tu origen, supieras un poco más de tu mamá y quizá, la encontrarás. Yo no estaba totalmente de acuerdo pero acepte porque se notaba que él deseaba de todo corazón que tú fueras ayá.
Y yo para que quiero saber de aquella mujer tan cruel
—Tía, entiendo que quieres ayudarme y cumplir la última voluntad de mi padre, pero, yo no quiero saber nada de esa mujer, no la necesito —admito asincerandome.
—Cariño, yo lo sé, se que no la necesitas… Pero velo de esta forma, podrás alejarte de todo esto, podrás ir a un nuevo lugar y conocer a nuevas personas —expresa de forma cariñosa mientras me mira a los ojos y me sujeta por los hombros—. ¡Vamos, hay que hacerlo por tu papá! Era su última voluntad —dice sonriendo con tristeza—. Además supongo que al igual que yo quieres alejarte de todo esto —agrega de forma convincente.
Es la verdad, solo quiero alejarme de todo esto… Quizá no sea tan malo, después de todo no hay muchas probabilidades de que vuelva a encontrarme con esa mujer.
—Quizá tengas razón, tía —expreso ya rendida.