Al fin terminaron las clases el día de hoy, apenas es mi primer día aquí y ya me quiero ir, creo que el encierro me ha hecho mal.
—Naylen, vámonos juntas —pide mi nueva amiga interrumpiendo mis pensamientos.
—Claro, vamos —respondo directamente y ambas caminamos hacia la misma dirección—. ¿Por dónde vives? —pregunto pues no sé donde es su casa.
—En la calle de las praderas —responde sonriéndome—. Como a dos cuadras de tu casa —añade tranquila.
—Cuéntame más de este pueblo, Jazmín —pido pues me encanto nuestra conversación de hace unos minutos.
Adoro la magia…
—Pues… No sé mucho, todo lo que te conté, lo escuche de mis vecinas o en el colegio —confiesa mirando hacia los lados para cruzar la calle—. Pero… En todo mi tiempo aquí me he sentido muy extraña, como la vez que entre al bosque —comienza a contar y yo la observo de reojo, ella parece confundida—. No sé que paso ese día, solo sé que ese día me dolió el pecho y a cada paso que daba para acercarme al inicio del bosque calmaba ligeramente mi dolor, sentí una necesidad extraña de perderme entre los árboles, pero inmediatamente entre se me apareció ese lobo blanco y me olfateo, desde ese día, no volví a acercarme a ese lugar —confiesa mirando sus zapatos mientras seguimos andando por las calles.
—Eso es… Increíble y extraño —comento y ella sonríe ligeramente observando hacia otro lado.
Supongo que Jazmín confía plenamente en mi, sino no podría haberme contado todo eso, lo menos que puedo hacer es contarle algo sobre mi, aunque no sea tan fantástico.
—¿Sabes? Yo me mudé aquí porque es la tierra natal de mi madre; mi padre pidió que al morir yo venga a vivir a este lugar —confieso sintiendo un ácido en la boca—. Ella me abandono al nacer y él me crío solo, ahora que murió me quede con mi tía, la cual me acompaño aquí porque se lo pidió mi papá.
<<Él de cierta forma, quería que yo viniera aquí a saber un poco más de mi madre y quizá… La encontrará—confieso sintiendo patética mi confesión.
—Yo vine porque mis padres querían vivir en un lugar pacífico y también porque les agrado el nombre del pueblo: “Milius” —cuenta restándole importancia a ese hecho y de la nada me abraza—. Lo siento… —dice y me abraza con más fuerza.
—No te preocupes, es algo que tenía que pasar —digo cuando al fin me suelta.
Ambas avanzamos en silencio hasta que ella se detiene frente a las rejas de una casa.
—Esta es mi casa —anuncia y abre la las rejas—Cuídate, Naylen, nos vemos mañana —se despide.
—Sí, nos vemos mañana —respondo y continuo mi camino.
Doblo a la derecha y avanzo otras tres calles
Es cierto, la verdad es que vivimos muy cerca, aunque como siempre, la calle donde vivo da miedo, no sé escucha ni un ruido…
—Hola —saluda una chica que avanza desde detrás de mi para ponerse delante de mi, pero a una distancia considerable—. Mmm… ¡Qué interesante! ¡En serio eres una Gutiérrez! —afirma mirándome a los ojos con una sonrisa.
Esta chica tiene un aspecto muy joven, de pelo castaño. No me da buena espina.
—Hola… ¿La conozco?
—No, claro que no… —responde observándome con atención—. Tampoco tengo la intención de conocerte, de hecho, solo venía a confirmar lo que me dijo Robert —confiesa con una expresión gélida—. Y a advertirte —añade volviendo a sonreír—. Que tienes que irte de acá.
—¿Y por qué haría eso?
—¿Qué? ¿Acaso no te ves? Eres una poca cosa, tú y tu amiga humana, tienen que irse… Este no es un jardín de niños… —dice sonriendo burlonamente.
Pero quien se cree que es
—¿Y tú quién te crees que eres? —pregunto enfadada.
—Digamos que soy la futura dueña de este pequeño lugar —afirma sonriendo—. Y yo quiero que te vayas —ordena mirándome a los ojos—. Si quieres deja a tu tía y a esa niña humana, igual serán de utilidad —concluye dándole poca importancia.
Y cuando parpadeo ella ya no está—. ¡Qué diablos!
Este lugar comienza a darme miedo.