En busca de mi destino

Cap. 4

Después de esa extraña visita que tuve al volver del colegio, confirme que este lugar no es normal y que todo lo que me conto Jazmín es verdad, pero ahora no sé que hacer, lo único que grita mi interior es que huya lo más lejos posible de aquí y pronto pero también me surge una duda. 
¿Si este lugar es así de peligroso como pudo mi mama sobrevivir? Y ¿por qué se fue de mi lado?, quizá este lugar tenga algo que ver con todo eso y mi madre no es la mujer cruel que creí que era, quizá me amo mucho, quizá… tampoco me quiero hacer ilusiones. 
Pero creo que hay mucho más de lo que me conto Jazmín, mucho más… supongo que la única forma de aclarar mis dudas será entrando al bosque, es el único lugar que tiene relación con todos los hechos que me menciono Jazmín.  
Así que ahora estoy alistando mis cosas para entrar al bosque y quizá no salir nunca más, quiero aprovechar que hoy mi tía salió temprano para salir yo también, aliste mi mochila, llevo una chamarra, una manta, mi caja de primeros auxilios y un cuchillo debajo de mi ropa por si acaso, no quiero correr riesgos aunque siento que mi única defensa es patética. Ya estoy saliendo de mi casa cuando recién caigo en cuenta del riesgo que estoy tomando —Quizá no pueda volver— bueno, es un riesgo que estoy dispuesta a correr. Mi única esperanza está en la carta que le deje a mi tía sobre su cama, si sucede algo, espero que vaya a buscarme. 
Me apresuro a entrar, a pasar por debajo de sus enormes árboles, no quiero arrepentirme cuando ya me tome las molestias de alistarme mentalmente para esto—no, no ahora—y entro corriendo, cerrando los ojos con fuerza hasta que me tropiezo con una rama y caigo sobre la tierra, me levanto y abro los ojos sacudiéndome, observo hacia los lados y no, no hay nada más que plantas y árboles, el panorama es sombrío, apenas se logran apreciar unos cuantos rayos de luz que entran por encima de los árboles.  
—¡Qué chuchas! —digo en voz alta. 
No puedo creerlo, esto es asombroso, nunca he visto un paisaje tan verde como este, de hecho es un poco escalofriante, pero eso no quita su belleza, me quedo admirando el paisaje por unos cuantos segundos más y vuelvo a emprender camino, no sé que busco, ni que quiero encontrar, lo único que se, es que siento que aquí encontrare alguna respuesta a las miles de preguntas que se me formaron. 
Y así pasan los minutos mientras me voy adentrando más en este bosque, no hay ningún otro sonido aparte del que hacen mis pies al tocar el suelo, comienzo a dudar si tome la decisión correcta o si simplemente debí convencer a mi tía de irnos, o tal vez todo lo que vi es una simple mentira, un deseo de mi subconsciente, mi anhelo de ser especial o tener algún motivo para vivir después de todo. 
Sí, seguro fue eso… 
Doy la vuelta a mis pasos para irme y gracias al cielo ahí están mis huellas y un largo rastro de pisadas.  
Lo bueno es que podré irme… 
Pero al dar un simple paso, todo se descontrola, de la nada escucho muchas pisadas, aullidos, y veo como todos los árboles se mueven violentamente, el aire se torna pesado y siento mucho miedo, todo en mi ser me pide que corra, que haga un hueco en el piso y me esconda porque mi vida corre peligro. 
—Tú, ¿qué haces aquí? —pregunta la voz de un hombre de unos 30 años que se acerca lentamente a mí con la mirada gélida, detrás de él veo escondidos entre los árboles muchos lobos que solo nos observan y nos rodean. 
No hay escapatoria 
—Y… Yo, me perdí –miento tocando mi abdomen, sintiendo el frío del cuchillo que traigo oculto. 
—Ajam… Y dime, si es que solo te perdiste ¿por qué traes contigo un cuchillo? –pregunta nuevamente deteniéndose a unos tres metros de mi. 
—Lo manejo… por… precaución…  
—Jajajaja, dejémonos de tonterías, bruja –dice después de reir, y me observa con enojo— ¿para qué viniste? ¿qué quiéres? –pregunta con tono autoritario. 
¿Qué hago? ¿le digo la verdad?  
No sé si es porque me trata como a una criminal, pero creo que no puedo confiar en él. No ahora, por lo menos, igual no me creería.  
—Señor, me perdí, solo planeaba entrar un poco en el bosque y cuando me di cuenta, no sabía cómo volver, ahora estaba siguiendo mis huellas para volver a mi casa —respondo limitándome a decirle un poco de lo que me paso. 
—Dejémonos de mentiras, ¿te mando Rayan? —pregunta por tercera vez descontrolando el gesto, mirándome con un odio que me hiela la sangre. 
—No sé de que está hablando –me limito a responder ya con más miedo que antes. 
—Ya basta de mentiras —expresa el hombre y se da la media vuelta—. ¡Acaben con ella! Pero tengan cuidado, no sabemos que poderes tiene —ordena dirigiéndose a los lobos y se pierde entre los árboles. 
Por su parte los lobos se acercan más a mí, lentamente, cerrando el círculo que formaron a mi alrededor, gruñendo y haciendo crujir las ramitas en el suelo. 
Yo por mi parte no hago más que temblar mientras busco una solución, ¿qué tengo que hacer? Solo se me ocurre tirarme al piso, observo a mi alrededor como mi vida se va desvaneciendo, jamás creí posible que moriría así, en medio de un bosque rodeada de lobos gigantes y acusada de algo que no entiendo y que mucho menos hice. 
La rabia me domina, siento que mis parpados comienzan a pesarme, mis ojos arden y ya no siento el piso bajo mis pies… Abro los ojos nuevamente y observo hacia abajo, estoy flotando como a dos metros del suelo y en mis manos veo pequeñas bolas de luz azul que brillan intensamente, los lobos a mi alrededor se quedan paralizados y algunos hasta planean escapar, lo deduzco por las miradas aterradas que muestran, parecen ciertamente humanos, tan frágiles a mis pies. 
—Duerman —ordeno y todos caen sobre el suelo dormidos. 
Yo comienzo a bajar lentamente sobre el piso, cierro los ojos y los vuelvo a abrir. 
Al verlos dormidos alcanzo a correr sin importarme donde, solo corro lo más lejos posible hasta que me canso, me siento bajo un árbol, cierro los ojos y ya no sé más de mí. 
 




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