"Entonces te das cuenta, que no es quien te mueve el piso, sino quien te centra. No es quien te roba el corazón, sino quien te hace sentir que lo tienes de vuelta."
Mario Bennedetti
Paris
Estábamos caminando por el bosque, la noche ya había caído y todos se encontraban demasiado cansados, sobre todo los que estuvieron bajo el poder de los ángeles. No faltaba mucho para llegar pero las quejas ya estaban colmando mi paciencia, provocando un leve dolor de cabeza.
-¿Falta mucho para llegar?- Dijo Samuel con tono de nene chiquito, tirando de mi manga- Pariiiss, ¿Falta muuucho?- No le contesté, porque si lo hacía terminaría golpeándolo hasta el punto que lo tendría que arrastrar para llegar a la cabaña y tardaríamos el doble por su peso- Pa-Pa-Pa...risss.- Me paré en seco, asustándolo y haciendo que choque conmigo. Conté hasta tres, sino se callaba, iba a ocurrir un asesinato.
-No, Sami.- Me giré para encararlo con la mejor sonrisa que pude hacer. Habrá notado que estaba a punto de golpearlo, ya que retrocedió dos pasos cuando me acerqué a él- No falta mucho, pero si no dejas de molestar, me veré obligada a golpearte con una piedra para dejarte inconsciente y así poder arrastrarte hasta la cabaña, ¿quieres eso?- Le propuse con voz apaciguada. Su rostro fue de horror, negó rápidamente con la cabeza. Volví al frente para retomar el camino.
No pasaron ni diez minutos que Samuel se empezó a quejar de vuelta. Yo por mi parte, me paré encima de una gran piedra para observar el camino, y para mi sorpresa, la cueva no estaba tan lejos como parecía. Suspiré aliviada pero la voz irritante de Sam irrumpió mis pensamientos, generando que un gruñido se me escapara.
Observé a su hermano mayor con urgencia, pidiéndole ayuda con la mirada, él tenía en sus brazos a Emma que aún seguía un poco cansada y se ofreció a cargarla, sólo se encogió de hombros y siguió su camino, ignorando a su hermano. Bacarra estaba mejor que antes, por lo que caminaba sin problema.
-¡Por dios Samuel, cierra tu maldita boca!- Gritó irritado el ángel caído, golpeando la cabeza de su amigo.
-¡Es que no puedo!- Replicó lloriqueando, blanqueé los ojos ya cansada de la situación .
-¡Por favor, Paris!- Chilló Bacarra exasperado- Si no haces algo con ésta cosa, juro que lo voy asesinar antes de que lo encuentren esas palomas.- Gruñó, pasándose una mano por la cara.
Listo, esto ya agotó el poco auto-control que quedaba en mi sistema, y eso que siempre fui una persona paciente, pero logró sacarme de mis casillas.
Con grandes zancadas me acerqué a Samuel, y cuando lo tuve a pocos centímetros de mí, le regalé una de mis mejores sonrisas. Sin darle a tiempo a reaccionar, lo agarré de la oreja, como una mamá regañando a su hijo pequeño. Lo llevé así hasta la cabaña, refunfuñando y maldiciendo peor que antes. Si iba a quejarse, mejor darle un motivo para hacerlo.
-¡Auch!- Chilló como una niña- Suéltame, Paris.- Dijo con los ojos cerrados y una expresión de dolor, no le tomé importancia hasta que estuvimos enfrente de la cueva. Solo ahí fue cuando lo solté, me reí de su cara se dolor, ganándome una mirada asesina de su parte- No es gracioso, dolió mucho.- Eso hizo que mis risas aumentaran, ganándome una mirada de odio por parte de Samuel.
-No te quejes, tú sabes que así de irritable te quiero.- Sam alzó ambas cejas sorprendido y una sonrisa apareció en su rostro, mientras que los chicos abrían los ojos como platos, rápidamente me tapé la boca.
En estos momentos solo pido que la tierra me tragué.
Cállate, me debes una grande. Quiero acción.
¡Fuiste tú! Maldita traicionera, juro que te asesinaría de la peor forma posible, estaba mejor sin ti.
Mientes, morías por decir esas palabras y no puedes matarme. Si yo caigo, tú caes conmigo.
Nota mental, torturar a mi conciencia.
Voy hacer que te olvides de eso.
Ag, odio que tengas el control.
Me amas, lo sé, y yo que tú, diría otra cosa, porque sino vas a quedar como una estúpida.
Samuel se acercó más a mí y pasó su brazo por mi cintura atrayéndome hacia él. Lo tenía a centímetros de mi rostro, como me moría por probar esos labios...
- ¿Qué fue lo que dijiste?- Dijo rosando mis labios. Miré sus ojos y después su boca, tan tentadora, invitándome a pecar- No te escuché desde ahí, ¿te gustaría repetirlo?
-Em... Yo...- Miré sobre su hombro, estábamos solos en la entrada de la cueva- ¿Y los chicos?- Pregunté con la intención de cambiar de tema, crucé los dedos internamente para que no me obligara a repetir lo que mi traicionera conciencia me hizo decir.
Se acercó a mi oído, su aliento chocó contra mi oído e hizo que todos los bellos de mi nuca se erizaran.
-Los chicos se fueron adentro.- Murmuró divertido, besando el lóbulo de mi oreja.- Estabas tan metida en esa cabeza tuya, que no te diste cuenta de que se habían ido.- Acarició mi clavícula con su dedo índice, para luego besar el mismo lugar- No me cambies de tema, quiero que me repitas eso.- No respondí, mantuve el silencio- Si no lo repites para mí, voy a tener que sacarte las palabras por mis propios medios.- Una sonrisa pícara se formó en su rostro, haciéndome casi desfallecer. Acercó su boca a la mía y rosó nuestros labios. Mordió mi labio inferior y una súplica inaudible salió de mí.- Te vas a tener que quedar con las ganas...- Me soltó de repente. Cuando pude reaccionar, él ya se había ido, dejándome confundida y avergonzada. Después de un tiempo entré, los chicos se encontraban dispersos por toda la cueva.
-¿Qué es éste lugar?- Preguntó Nicolas, el hermano de Samuel. De camino aquí me dijo su nombre, porque me empezaba a molestar no saber su nombre.
-Ésta cueva era de mis padres, aquí es donde me tuvieron.- Todos me miraron inmediatamente, sorprendidos- Sí, lo sé, es imposible que yo pueda recordar algo así, pero lo hago.- Suspiré y les conté toda la historia, desde que me desmayé hasta ahora.
Estuve un buen rato hablando hasta que el sueño nos atacó sin previo aviso. Al terminar de contar mi historia, todos se quedaron con la boca abierta.
-Eso es... ¡Sorprendente!- Dijo Bacarra parándose y sonriendo como si le hubiera dicho que gané la lotería.
-Bien, ahora vayamos a descansar. Mañana podremos pensar una solución a nuestro problema con los ángeles.- Dijo Nicolas, todos asentimos de acuerdo con sus palabras.
Nos acomodamos en el suelo con varias mantas que había en un estante, improvisando camas. No eran la gran cosa, pero funcionaban.
Todos dormían plácidamente, como si estuvieran en una burbuja, pero el sueño no llegaba a mí. Me senté y los observé, Nicolas nos dijo que a Adara y Logan los habían llevado al infierno, a una especie de juicio para discutir que iban hacer con ellos, debíamos rescatarlos antes de que les hicieran algo por desobedecer. Al igual que en el cielo, en el infierno no te dejan sentir nada por humanos o por cualquier otra cosa, los demonios no pueden sentir y Logan rompió esa regla al enamorarse de Adara.
-¿No puedes dormir?- Un susurro irrumpió mis pensamientos, me giré y ahí se encontraba Samuel. Tenía un brazo detrás de su cabeza y con el otro me hizo señales para que me recostara a su lado, lo dudé por unos segundos y él lo notó- ¡Vamos, mujer! No muerdo.- Dijo bajo y después se le escapó una sonrisa- Bueno, en realidad sí pero juro no voy hacer nada sin tu consentimiento.- Reí ante su insinuación.
¿Por qué no? Me dije a mi misma. Sin dudarlo un minuto más me acerqué a él y me acurruqué en su pecho.
-Tengo miedo.- Mascullé, era algo que no podía ocultar más- Miedo que les pasé algo a ustedes.- Él se acomodó de lado, quedando enfrentado a mí, pasó su brazo por debajo mi cabeza y acarició mi pelo. Con el otro, me acercó más a su cuerpo y me abrazó por la cintura.
-Sh...- Me arrulló, provocando que mis ojos se cerraran- No voy a dejar que nada malo les pasé.- Besó mi frente, abrí mis ojos despacio para poder seguir observándolo- Paris, si te pasa algo me muero.- Abrí los ojos en sobremanera, encontrándome con los suyos cerrados.- Duerme.
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Editado: 16.03.2019