Después de que el Sr. Francisco falleciera me mantuve tranquila en mis actividades dentro del hospital, fue mi primer perdida, mi primer muerte como personal de salud; la Dra. Flor me comentaba sobre su primer experiencia cuando era residente, ella había perdido al paciente en medio de la operación, decía que algunas ocasiones se sintió culpable de esa pérdida porque sabía que debía actuar rápido pero ante la presión sucumbió, aunque para el diagnóstico con el que entro el paciente no era posible salvarlo completamente pero ella se había quedado con la impresión de “hacer algo más” por el paciente cuando sabía que ya no había nada más que hacer. Quizá yo no me sentí con la misma impresión de haber hecho más por el Sr. Francisco, pero sabía que había cosas que debía reforzar en mi para no volver a caer en el error de encariñarme tanto con un paciente a tal modo de que este me afecte emocionalmente, y es difícil, pero debemos verlo como un proceso natural sin perder la empatía que nos caracteriza.
Pasaron dos meses, pasaron las fiestas de víspera y me sentía un poco más activa, comenzaba a fungir más mis actividades dentro del hospital, tenía pequeños espacios con las familias que llegaban al hospital para brindarles capacitación en los cuidados que debía tener sus pacientes, que la mayoría eran adultos mayores.
Para mediados de febrero llego una paciente muy peculiar, una señora llamada Julieta; era una paciente de 58 años de edad que fue transferida al área de cuidados paliativos por un Cáncer de boca con evolución de 5 años. Entro a urgencias hace una semana por un choque hipovolémico el cual la dejo muy débil, pesaba aproximadamente 43kg y presentaba delirios leves a causa de los medicamentos que se le suministraban para el alivio del dolor; comía muy poco, casi nada; la deshidratación era lo que la estaba matando poco a poco también, los médicos querían hacerle estudios y pruebas para descartar una posible metástasis en garganta o huesos a causa del avanzado cáncer que tenía. La colocaron en la cama 285, yo vigilaba que todos los días se le hiciera el cambio de sabanas pertinentes, así como también checaba los signos vitales que presentaba, por lo general, manejaba presiones muy bajas (90/60, 90/80, 90/75…) si no elevaba su presión podría caer en paro o nuevamente entrar a urgencias.
Era una señora muy callada y tranquila, cuando alguien le preguntaba algo por lo general no respondía y debido a la medicación que tenía prescrita se la pasaba dormida; diario le hacía ejercicios de rehabilitación, la orientaba en tiempo y espacio, ya que este tipo de pacientes por las circunstancias en las que se encuentran son blanco fácil para la desorientación, algunos de ellos pueden alterarse al no saber dónde están. Esto puede provocar muchos accidentes ya que pueden lesionarse ellos mismos o incluso agredir al personal sanitario. Los ejercicios eran meramente para evitar las ulceras por presión, ya que el roce de la piel con el peso, las sabanas y la humedad puede generar lesiones en la piel, recalcando también que la piel de una persona con cáncer tiende a resecarse mucho, de igual manera es importante poder hidratarla de 2 a 3 veces al día.
La doctora Flor se preocupaba mucho por ella, por alguna extraña razón julieta solo abría los ojos cuando la Doctora Flor pasaba a verla, solo hablaba muy poquito con ella y rara la vez; por lo general julieta se quejaba mucho por las noches, se escuchaba un lamento de agonía si quería moverse. Una ocasión llegaron del laboratorio para tomar muestras de sangre a julieta, yo estaba con ella haciendo el cambio de pañal rutinario, observaba como el químico le decía a su compañera que las venas eran muy delgadas y que iba a costar trabajo poder tomarle muestras de sangre, vi como realizaron una y otra vez la inspección de venas en ambos brazos.
Químico. - julieta, voy a tomarte una muestra de sangre por favor no te muevas ¿ok?
Esto será complicado, siento una vena aquí pero no sé si se ponche con la jeringa.
Introdujo la aguja y de inmediato vi como julieta se quejó y comenzó a llorar, por desgracia lo que sentía el químico no era la vena pues no corría sangre en la jeringa, volvió a intentarlo más de 3 veces, en verdad que pico más de una ocasión a julieta, ella solo se quejaba y lloraba diciendo: “- ya no más por favor, ya no más”-. No tardo un día cuando note que su brazo estaba sumamente edematizado, morado, muy inflamado, de verdad que fue sorprendente ver como su mano izquierda se veía muy delgada y pequeña comparado con su mano derecha. Trate de vendarla un poco para bajar esa inflamación, pero ella decía que la dejara porque le dolía.
Le pregunte a la doctora Flor por qué veía tanto interés en ella, me decía que ella al igual que yo con don Francisco tuvo una conexión única, lo único que le quedaba era ayudarla lo mas que se pudiera. Me comento que hace 4 años atrás cuando la Doctora recién había terminado su especialidad ella llego a su vida y al igual que yo con el Sr. Francisco tuvieron una conexión única entre médico y paciente. La describía como una mujer muy activa, muy fuerte, una persona también muy noble y linda; cuando le diagnosticaron el cáncer no se dejó vencer, tomo los tratamientos correspondientes y siguió adelante, a la doctora Flor le daba mucho gusto verla llena de alegría y entusiasmo, para julieta el cáncer no era ningún obstáculo. Se le había determinado 3 años después que el cáncer por fin había desaparecido, julieta había vencido al cáncer, eran buenas noticias aparentemente; No fue hasta hace un año que julieta volvió a sentirse mal, se creyó que solo había suido una recaída por las defensas y el proceso de recuperación de todo el tratamiento de radioterapia al que había estado expuesta, desgraciadamente no fue así. Julieta recibió malas noticias, el cáncer había vuelto encontrando que se había alojado en garganta y pulmones, así mismo tenía metástasis en hueso, eso deprimió a julieta a tal grado que, en tan solo un año, aquella mujer que la Dra. Flor conoció en su momento, desapareciera.
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Editado: 07.09.2021