Es interesante que, al nacer, heredamos muchos de los rasgos de nuestros padres, tanto físicos como emocionales. Por ejemplo, si los padres de un niño tienden a la obesidad, es muy posible que su hijo tenga que luchar contra ello toda su vida. De la misma forma, si en una familia, los progenitores son personas holgazanas, eso pueden heredarlo sus hijos. Sin embargo, aunque podemos nacer con alguna predilección, no es nada definitivo y nuestras acciones y los hechos que vivimos son los que acaban formando nuestro carácter.
Yo nací siendo introvertida. En mi época de infante nunca tenía la necesidad de llorar ni llamar la atención. Si tenía hambre, el pañal sucio o quería dormir, esperaba pacientemente a que mi madre terminase de atender al resto de mis hermanos, pues yo estaba tranquila en mi soledad y entretenida en mí misma. Tal vez os preguntéis, ¿dónde estaba mi padre? Ganando el pan trabajando en un barco petrolero. Muchos hijos gallegos hemos vivido con un familiar que debía ausentarse meses para conseguir alimentar a su familia, pero ese es otro tema y hoy no corresponde.
Al crecer un poco la cosa no cambió mucho, yo seguía siendo introvertida y así era muy feliz. A veces me ponía a jugar con mis juguetes sola, inventando historias, lanzándolos por los aires, metiéndomelos en la boca (que niño no hacía eso). Mi madre, con el tiempo, al dejar de escucharme empezaba a buscarme.
—¡Noah! ¿Dónde estás?
Por supuesto, yo no respondía, porque estaba culo arriba durmiendo en el suelo encima de mis juguetes. Siempre fue una pasión mía dormir, y la practico desde mi más tierna infancia.
Por ello sé que nací siendo introvertida, era maravilloso. Pero es interesante que no siempre fui tímida, eso es algo que fui desarrollando poco a poco, cuando me di cuenta de que la gente no siempre decía la verdad, de que los niños podían ser egoístas y crueles. Tal vez todo empezó en primaria. No lo sé, realmente. Los niños carecen de un sentido de la empatía que saben expresar muy bien, si recordáis vuestra niñez o tenéis hijos seguro que lo sabréis. Yo también fui así, a veces fui egoísta porque no había desarrollado bien el sentido de la empatía. Y así como no siempre me comporté bien en mi niñez, otros niños no se comportaron bien conmigo. Fue ahí que entendí que a nadie le gusta que le obliguen a hacer cosas que no quiere, que lo chantajeen o que le mientan. Comprendí que no querría ser esa persona en un futuro, y empecé a desarrollar la empatía. Lo que no tengo claro es si mi timidez se empezó a desenvolver ahí, si simplemente apareció cuando mi sentido de la vergüenza se hizo presente o, tan sólo, había un detonante en mi interior esperando a que llegase el momento adecuado. No lo sé. Pero no sintáis pena por mí, cada paso de mi pasado me ha llevado a ser la persona que soy hoy día, y me siento orgullosa de esa persona, pues lucho cada día por ser mejor. Aquí, en base a mi experiencia, vengo a hablaros de los pros y los contras de la timidez y la introversión, de aquello que me ayudó a pulir esos pros y a superar esos contras. También vengo a hablaros de aquello que nos incomoda a los intrómidos, y cómo puedes volverte un experto entendiéndolos y acercándote a ellos.
Ahora, me interesa saber vuestra historia. ¿Siempre habéis sido tímidos e introvertidos? ¿Lo desarrollasteis con los años? Muchas personas introvertidas son también tímidas, ¿es vuestro caso?
Si hay algún tema del que queráis que hable, hacédmelo saber.
Un saludo, intrómidos, y no olvidéis que todos los días son buenos para intentar superarse a uno mismo.