En el interior del volcán

8. Embarazo

Ananda tenía ya la excusa perfecta para engatusar a Cipriano de nuevo; después de la muerte de la mujer de bata blanca, impedir su embarazo ya no era una posibilidad. Ananda escuchó los rumores en todas partes sobre el linchamiento, y ella misma fue a contemplar las partes del cuerpo exhibidas frente a las grandes puertas de la Iglesia; la cabeza en un estandarte, los brazos amarrados en una soga, las piernas sobre una silla de patas largas y el torso despedazado colgando de varios hilos dorados.

Ananda ni siquiera mostró educación al ver el cadáver, solo se rió a carcajadas y aplaudió de felicidad al ver una oportunidad que podría asegurar su futuro. De inmediato fue camino a casa de Cipriano.

Momentos más tarde, Ananda vio a Remy entrar a la casa, y se acercó corriendo antes de que él cerrarara la puerta. Remy se impactó demasiado al verla y le impidió la entrada, prefiriendo salir a preguntarle qué hacía ahí.

Ananda explicó que debía ver a Cipriano urgentemente, y Remy, al sospechar sus intenciones, le negó verlo, justificando que no estaba en casa.

Remy se mostró educado, aunque por dentro quería que se fuera y no regresara jamás. Remy conocía a sus padres, y de enterarse que Ananda tuvo una relación con Cipriano, también él terminaría pagando los platos rotos.

Ananda se fue a casa, aceptando las inventadas excusas de Remy para alejarla de Cipriano, pero decidida a volver al día siguiente.

Remy, por otra parte, entró deprisa a la casa cuando Ananda se hubo ido, y al abrir la puerta de la habitación de Cipriano, lo vio campante, recostado sobre su cama, sosteniendo una hoja en su mano. Remy se acercó a él y le arrebató la hoja con furia. Cipriano se levantó velozmente e hizo que Remy dejara caer la carta de Antonina antes de que pudiera leerla. Luego se agachó para levantar la carta y volvió a doblarla para ponerla bajo las sábanas.

Remy se conmocionó al ver la tranquilidad de Cipriano y lo empujó con fuerza.

—¿Qué chingados te pasa? —Exclamó Cipriano.

—Ananda vino a buscarte. —Dijo Remy en voz baja.

Cipriano se conmocionó.

—¿Qué dijo?

—No sé. Pero una sola cosa te digo, ella no puede volver aquí. Así que irás a buscarla, hablarás con ella y le dejarás en claro que no puede regresar a esta casa.

Remy se dio la vuelta y salió con el enojo en su punto de ebullición.

Cipriano no concibió la sola idea de tener que volver a ver a Ananda, por lo que ignoró la orden de Remy y se decidió a ocultarse pensando que Ananda cedería luego de no poder encontrarlo.

Sin embargo, Ananda esta vez estaba tan decidida a obtener a Cipriano, que esa misma noche salió a esperar toda la madrugada frente a su casa.

Cuando el amanecer arribó, Ananda vio a Justa y Calixto salir de la casa, y supuso que Cipriano debía estar adentro. Pero sabía que no era oportuno tocar la puerta, pues había sentido el desprecio y el rechazo de Remy y no quería verse expuesta a una humillación mayor. Además, el tema de su embarazo debía tratarlo en un aura de aislamiento con Cipriano. De modo que se quedó frente a la casa, en un lugar donde podía ver cómo Leticia entraba y salía para ir a la tienda.

Ananda tenía deseos de irrumpir en la casa cuando veía a Leticia salir, pero temía encontrarse con Remy antes que con Cipriano. Ananda supo que debía esperar, y se propuso regresar cada día hasta que viera a Cipriano salir para así interceptarlo.

La razón por la que se pasó en vano los primeros días, fue porque Remy salía a escudriñar y luego volvía para decirle a Cipriano que debía ir a confrontarla. Pero Cipriano estaba renuente.

Remy entonces comenzó a idear un plan para alejar a Ananda, que lamentablemente involucraba a sus padres. Remy le ordenó a Cipriano salir de la casa justo antes de que Justa y Calixto partieran al amanecer, para fingir que Ananada lo acosaba, después de todo la fama de Ananda respaldaba aquella conjetura actuada.

Cipriano terminó accediendo, y cuando Remy se lo indicó la mañana siguiente, salió de casa pretendiendo ir a la tienda.

Ananda corrió hacia él en cuanto lo vio poner un pie fuera de la casa. Cipriano pretendió sorprenderse cuando Ananda estuvo frente a él, y con naturalidad la saludó como a cualquier persona.

Ananda no perdió tiempo y enseguida le pidió ir a un lugar discreto.

—Tengo algo que decirte. Es urgente.

—No tenemos nada de qué hablar. —Dijo Cipriano con una sonrisa. —Con permiso. —Concluyó.

Cipriano dio un paso, pero Ananda lo detuvo.

—Es enserio. —Susurró Ananda.

—Lo mismo digo. —Confirmó Cipriano.

Cipriano la apartó con la mano, entonces Ananda se enfureció y lo jaló de la camisa.

—¡Me vas a escuchar! —Exclamó sin importarle que las personas de alrededor la estaban oyendo.

—Déjame en paz. —Pidió Cipriano con suavidad.

Ananda se sosegó.

—Estoy embarazada. —Susurró al acercarse a él para hablarle al oído.

Cipriano se apartó, actuó asombrado, pero luego procedió a reírse fuertemente.

Ananda se mantuvo firme.

—Pues mío no es. Así que puedes irte a buscar al padre, si es que tienes idea de quién es.

Ananda se encolerizó y le soltó una cachetada con gran fuerza.

Justa y Calixto se acercaban al auto, que estaba estacionado a unos metros de distancia de ellos. Justa vio cómo Ananda golpeó a su hijo, a lo que salió disparada hacia ellos y tomó con violencia a Ananda del brazo para alejarla.

—¿Quién te crees? —Preguntó con enojo.

Calixto se acercó con confusión pero sosegado, y le preguntó a Cipriano qué sucedía.

Cipriano no tuvo ánimos de explicarlo y se despidió de sus padres. Luego los acompañó al auto y esperó hasta que se marcharon, prometiéndoles que hablaría con ellos cuando estuvieran de vuelta.

Justa se mostró apurada, pero Calixto se encargó de tranquilizarla.

Cuando el auto se puso en movimiento, Cipriano se acercó a Ananda.

—Me avisas cuando sepas quién es el padre. —Dijo entre risas, luego se dio la vuelta y volvió a casa.



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En el texto hay: suspenso, novela negra

Editado: 10.09.2024

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