Obsidian
Cuando mi cuerpo deja de mecerse, me quedo estática y las pisadas de los caballos se detienen, me pongo alerta.
—Sáquenlos.
Una puertecilla en la caja se abre, dejando ver las penumbras de una luna triste.
—Parece que tu partida será más rápida, voy a disfrutarlo —me susurra el hombre.
Ya he dicho que mi punto es débil es no callarme, y eso influye mis acciones, como el golpe que doy en su barbilla con mis pies atados; lazándolo por donde había entrado.
—¡Pero es que acaso no pueden! ¡Es sólo una!
El movimiento que hice para levantar las piernas, me inunda con un dolor aprensivo que me hace jadear por la fuerza que he tenido que hacer.
Entre la neblina de mi dolor y lo aturdido de mi mente, soy de nuevo jalada con brusquedad. Ahogo un chillido que me trago al tener de frente a Boris.
—Eres una maldita hierba mala —menciona con las cejas fruncidas a más no poder. No me pasa desapercibido el color morado en su cuello.
—Lindo accesorio el de tu cuello, si quieres te hago uno en la cabeza… como que te parta —la bofetada que lanza en mi rostro no me borra la sonrisa.
A pesar de que mi cuerpo se siente pesado y mi voz sale en un hilo por el dolor, no me inmuto ante él.
—Estás muerta.
—Cuando intentes golpearme —ignoro su comentario anterior—, hazlo cuando no esté atada, pedazo de excremento.
El horror que veo en sus ojos es cómico, sin mencionar los rostros pálidos de los hombres de La Guardia ante mi insulto.
—Mi Rey, permítame asesinarla por usted —menciona el que me sostiene.
Una risilla sórdida se escapa de mis labios.
—Mi Rey —vuelvo a burlarme, ganándome la tensión muscular de la quijada de Boris y un golpe en la corva por parte de aquel hombre que quiere hacer el trabajo sucio—. No mereces aquel título, Boris.
Fue lo suficiente que él pudo aguantar. Porque su rabia le ganó.
Toma la navaja de su cinturilla y la atraviesa en mi hombro.
El suspiro de satisfacción por parte de él ante su acción, me hierve la sangre a un nivel que el dolor sea sometido por mi ira.
—Llévelos al centro.
Aún con la navaja en mi hombro soy arrastrada, literalmente, ya que mis pies se vencen. Entre parpadeos, visualizo que estamos en un campo, lo curioso de esto es que a nuestro alrededor árboles están derribados como si algo hubiera caído del cielo.
Con ayuda de la noche esto se vuelve siniestro. Se presta para mi asesinato, y más cuando soy arrojada al suelo. Creí encontrarme con la textura de la tierra, pero me impactó algo duro.
Palmeo y observo que estoy sobre una roca gigante.
El golpe seco de un cuerpo a mi lado me hace girar el rostro, encontrando el cuerpo del chico.
—Rey, es hora.
Rizel
—Van a asesinarla —gruñe Sayil en mi oído.
El que haya invadido mi espacio, me enerve.
—Rizel, ¿qué vamos a hacer? —la perturbación de Elena es visible en su tono de voz.
Relamo mis labios, alejándome de Sayil.
—Tenemos que pelear.
—Sí te das cuenta que nos van asesinar, ¿no? Ya sabes, mucha sangre, dolor. Muerte inminente —menciona David.
—No podemos dejarla morir.
El golpe seco de algo me obliga apresurarme a acercarme más, sin ser visto. La imagen ante mí me llena el pecho de orgullo; ver que a pesar de que Rizos está herida, no baja la cabeza. Su barbilla no claudica, y su mirada llena de convicción no la deja caer. A pesar de que está por caerse, su afán y proeza es genuino. Esa mujer es increíble.
Pero todo aquello se dispersa en el momento en que veo a Boris clavarle una navaja en su hombro.
El jadeo de horror por parte de Elena, la mirada inherente de asombro de David y el estupor de Sayil ante la escena de Obsidian siendo herida y lanzada, nos abruma.
Mi instinto me exige correr y matar a todos, pero sé muy bien que eso no será imposible… aunque podríamos intentarlo.
Donde la han arrojado es extraño, mi mirada recorre nuestro alrededor, obligando a mi cerebro que pueda ver en la oscuridad en dónde estamos.
—No creí que este lugar existiera —susurra el menor de los hermanos Calzana.
—¿De qué hablas? —exijo.
—Se decía que los Líderes crearon una puerta para que puedas comunicarte con ellos.
—¿Y es este el lugar? —inquiere ansioso Sayil—. ¿Estamos en la puerta de los Líderes?
—Así parece —señala hacia arriba y gira su dedo en un círculo—. Todo esto es la puerta. Los arboles a nuestro alrededor son el cerrojo, la luna es la apertura, y ellos —señala a Rizos y al otro cuerpo—. Son las llaves.