En el rostro del heredero

CAPÍTULO 13

Narrador Omnisciente

23 años atrás…

Decir que el Reino gobernado por la reina Dalia y el rey Boris, era mucho mejor que el otro mundo. Es más, ni se mencionaba, nadie deseaba irse de ahí a pesar de que los habitantes podían traspasar el límite; era tan buena la vida que nadie tenía intenciones de irse.

Claro, hasta que unos días antes del nacimiento del heredero a la corona, es que todo comenzó a sentirse diferente. La flora moría, la fauna enfermaba y la gente sentía ese sentimiento extraño en el aire, no sabían el porqué.

—¿Vamos a morir, verdad?

La pregunta de su esposa, con el prominente vientre le enterneció y estrujó el corazón al rey.

—Sabes que eso puede cambiar.

Ella negó rotundamente. Sabía que en ella estaba el cambió de la historia. También sabía que no importaba que camino se tome, así sea para retrasar el mal, este va a carcomer… pero sabe que lo que lleva en el vientre traerá la respuesta, si eso significa su muerte.

—¿Ya sabe Colín?

El rey está por responder, cuándo el repique en la puerta lo detiene. Sabe muy bien quién es, así que no pregunta y sólo abre, encontrándose con el mismo par de ojos que los de él.

—¿Por qué me has llamado, Antonio? Y en tus aposentos.

—Adelante. Dalia y yo debemos hablar contigo.

Colín entró temeroso y con el pensamiento de que su hermano y su cuñada ya estuvieran enterados del  enamoramiento que tenía hacia ella. Aquello lo hizo temblar de pies a cabeza. Nadie sabía ese secreto y se había prometido ser discreto, de hecho evitaba a toda costa a Dalia, porque no podía vivir con el hecho de verla y no tenerla. Pero sabía de corazón que estaba en las manos correctas. Su hermano la amaba, la respetaba y la adoraba como a nada en el mundo.

—¿Qué sucede? —increpo con un temblor en la voz que ocultó en un carraspeo.

Dalia se levantó de la cama con ayuda de su esposo, ya que estaba en los últimos días para dar a luz.

Colín, se irguió al verla. Se veía preciosa con esa bata de seda de dormir que hacia lucir su vientre y sus mejillas rosadas. Los rizos en su total esplendor la hacían ver magnifica. A pesar de que ella era la mujer que tenía su corazón, la respetaba, ella era digna del ser la reina, era amorosa, mesurada, perspicaz y tenía una ímpetu para decidir.

—Cuándo nuestro hijo nazca tú vas a encargarte de él.

—¿Qué? —el asombro lo impactó tanto que el miedo que lo abarcó anteriormente fue reemplazado por el nerviosísimo—. ¿De qué hablas?

Antonio abrazo a su esposa por los hombros cuando la vio temblar.

—Boris va a traicionarnos, hermano. Nuestro hermano.

—¿De qué hablas? —se alejó de ellos como si una fuerza imaginaria lo aventara—. ¿Qué está pasando?

—Cuando nazca nuestro hijo vas a tener que huir al otro mundo.

—¿Acaso es una burla? Mira, si desean que me vaya del castillo puedo hacerlo no necesitan que me digan cosas sin sentido.

—¡Colín! —el rugir de su hermano lo detuvo de su caminata sin sentido—. Boris va atraicionarnos y necesito que protejas a mi hijo.

—¡Pero por qué no lo encierras! ¿Cómo sabe eso? Hermano, están perdiendo la cabeza.

—Colín —la voz calmante de Dalia lo hizo entender que fuera lo que estuviera pasando era grave y que su llamado en los aposentos era importante—. Tu hermano va a traicionarnos, el Reino va caer.

—Podemos detenerlo, ahora está durmiendo.

—No, no lo hace —interviene el rey—. Nuestro hermano ha hecho algo horrible. Ha marcado nuestros destinos, excepto el de él —señala el vientre de su esposa.

—No entiendo…

—No podemos hacer nada, podríamos retrasar pero va a suceder. Él —señala Dalia su vientre—, es el único que puede traer lo que es nuestro Reino.

Colín estaba a nada de preguntar, cuando las paredes del castillo se sacudieron.

—Pensé que abría tiempo —la voz asustada de Dalia, trajo la atención de los dos hombres.

Los dos creyeron que la reina hablaba sobre el caos que se desataba en compañía de las nuevas sacudidas del castillo, pero cuando bajaron los ojos hacía los pies de ella y vieron el charco de algo acuoso, es que entendieron que el bebé venía.

No podían llamar a las parteras, sólo eran ellos dos.

El miedo, coraje,  inundo al rey cuando se dio cuenta que su esposa daría a luz ante una lucha.

Ante un pueblo en llamas, con su gente muriendo, mientras las sombras comenzaban abrazar cada rincón del Reino, es que Colín recibió al bebé en una manta.

—¿Está bien? —preguntó la reina cuándo escuchó el llanto de su bebé.

El rey Antonio besaba a su esposa con urgencia, alivio y felicidad, por unos segundos se permitió engañar su mente y disfrutar el momento.

—Es un ella —mencionó Colín asombrado.

Los reyes pidieron, no, exigieron tenerla entre sus brazos.



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En el texto hay: venganza, reino y poder, herederos

Editado: 20.02.2023

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