Obsidian
Una brisa seca golpea mi rostro. Aquello, es un indicio de que no va a salir nada bueno de esto.
Las pisadas son firmes y van en compás, a una línea directa a la muerte.
—Necesito avisar a mi padre que sigo vivo —Sayil susurra.
Los cinco vamos en medio de los hombres de Anura, pese que lucen como si no fuera intencional, la pequeña rueda que se ha formado a nuestro alrededor hunde cualquier pensamiento de escape, es claro que no va a dejar irnos.
—Es imposible —contesta Rizel, de esa forma tan mordaz que siempre surge la incógnita del por qué el recelo que tiene hacia él.
—Tengo que hacerlo, Vikram —escupe en respuesta—. Es posible que Boris le haya dicho al Reino que nos asesinó.
—Eso es lo que necesitamos.
—¿Por qué?
—Porque podremos atacar —contesto, entendiendo las razones del chico de la cicatriz. Su semblante es arisco, y al verme asiente.
—Va a asesinar a mi padre. Tú, porque no tienes, no significa que él mío deba morir.
Rizel no soporta aquello empujando a Sayil de un inhóspito golpe, aterrizando su espalda en un tronco.
Las atenciones caen en nosotros en segundos.
—Vuelve a repetirlo —sisea.
Sayil ante un rostro que desconozco, no siendo el joven encantador que ha intentado ser afable con el grupo, cambia en aquel momento en que eleva la barbilla con soberbia y altanería.
—Yo tengo una familia.
Sé que he descrito las emociones de Rizel, pero es mi tuno en relucir los escombros que ha liberado en mí al burlarse de aquello. Yo perdí mi familia, sé que David y Elena, también, así que la empatía y la familiaridad son claros. Aquello se mezcla con un odio y resentimiento ante el disfrute de sus palabras, sacando lo peor de mí.
Tomo la solapas de su ropa, levantándolo. La sorpresa es evidente y no sólo en él, sino en todos. Creían que el que atacaría sería Vikram, no yo.
—Cierra la maldita boca Campanell —sus párpados están hasta el tope, dejando ver ese iris—. Por qué no has de querer que deje a tu padre solo, ¿cierto?
La estupefacción lo deja mudo.
—Basta —la intromisión de Anura junto con el crujir de las hojas me dice que se acerca—. Tomemos un descanso.
—¿No podrían atacarnos? —inquiere David.
—¿Preguntas eso, muchacho?
—Mi hermano menciona algo obvio.
Es tanta la elegancia de aquella mujer que no rueda los ojos, se limita a mover la mano al aire con sosiego.
—Simples humanos —suspira—. Descansen.
Yo aún con la ropa d Sayil entres mis manos, lo libero no sin antes decir.
—Comienzas a callarte o te arranco la lengua.
Un asentimiento apenas perceptible, con aquello me alejo.
Hay algo en mí que está cambiando, puedo sentirlo. Es como si te precipitaras a correr y en un momento tus pulmones comienzan arder, tus músculos se contraen y tu cabeza palpita. Debes detenerte y, no puedes.
Mis manos cosquillean. La observo y en un momento no puedo enfocarlas.
Mi última percepción es alguien llamándome.
Rizel
—¡Obsidian!
La mata de rizos descansa en el suelo, me apresuro a correr a su lado para tomarla en brazos y colocarla en un lugar menos inclinado.
—¿Pero qué está pasando? —insiste David—. Esto me pone muy nervioso.
—Cállate, David. Ayuda a Rizel —su hermana lo empuja y eso parece reiniciar su cerebro, porque él, junto con Arnal, hace un pequeño lugar donde colocar el cuerpo de Rizos.
Con ayuda de algunas prendas que llevan encima los hombres que nos acompañan, apoyo su cabeza. La raíz entintada de su cuello llama mi atención.
—Esto se lo está provocando la llave —no pregunto, lo aseguro.
Me levanto encarando a una mujer con el rostro tan idéntico al de una Reina afable. No es ella, el brillo que caracterizaba sus ojos, no es visible en estos con la lobreguez arraigados.
—Esto lo provoca ella.
—Mientes.
—Sabes que digo la verdad —lo impermisible de su tono; arroja a mi mente en el momento en que Rizos despertó—. Estuviste en el momento en que ella cambió y cómo fue.
—¿De qué habla, Vikram? —lo ansiosa de Elena, me llama la atención.
—Cuando Obsidian despertó, algo cambió en ella.
—¿A parte de la cosa esa? —interviene su hermano, señalando sus brazo y cuello—. ¿Qué fue?
—Sus ojos eran negros.
—Hay algo más, ¿qué fue?
Tenso la mandíbula ante la insistencia.
—Tomó mi cuello, y ejercía una fuerza que no podía detenerla. Su mente parecía estar absorbida por la oscuridad de sus ojos —David toma su cabeza entre sus manos, y Elena me observa con los labios entre abiertos. Cada hermano tiene reacciones diferentes, uno parece enloquecer y la otra no tiene ni una mínima reacción.