Narrador Omnisciente
Algunos años atrás…
Lo férvido en que se defendía y atacaba aquella adolescente, le inflaba el pecho de orgullo a Colín. Y no fue hasta que recibió un golpe en la quijada que la burbuja se rompió.
—¡Ja! Gané.
Colín aprovechó aquella distracción para patear sus piernas y hacerla caer. La gracia de aquella adolescente se esfumó en un quejido.
—Te he dicho muchas… demasiadas veces que nunca festejes.
—Esto no es divertido.
—Jamás lo ha sido.
Le tendió la mano para que pudiera levantarse, pero la conocía y sabía que lo iba a rechazar como las muchas veces que lo había hecho con anterioridad.
Y lo fue.
—Me iré a duchar.
—Yo iré a comprar insumos, nos falta algunas cosas.
La adolescente de abundante cabello rizado murmuro una respuesta y se alejó.
Boris al verla de espalda una sonrisa de nostalgia adornó su rostro.
Siempre que veía aquella niña, era innegable que el corazón le doliera.
Suspiro y se apresuró a realizar sus tareas.
Ya había pasado ciertas horas, cuando se encontraba saliendo de una sucursal de supermercado donde había comprado la despensa, cuándo sintió algo que erizo su piel a tal punto que sintió el peligro.
Por el reflejo de la ventanilla, vio la figura de un hombre, así que fingió dejar las cosas en la parte trasera de los asientos como si nada y, en un segundo tenía al hombre sobre aquel cristal con su brazo en su espalda.
—¿Por qué me seguiste? —gruñó, afianzando su agarre, y verificando que nadie lo esté viendo.
—Basta, Vaziri —él que mencionara su apellido, no lo inmuto ni un poco, porque él jamás había pensado cambiar nada de su nombre, así que quién fuera de este mundo o del otro, no le cruzó en la mente.
—Tienes dos segundos antes de que rompa tu brazo.
—Obsidian Vaziri.
—¿Qué, con mi hija?
En aquel mundo, él había mencionado que ella era su unigénita, para que la gente no preguntara nada.
—Soy Arnal Blanch, podrías soltar mi mano.
Aquel nombre fue lo suficiente para entender que era un viejo amigo.
Retrocedió varios pasos, y aquel hombre bajó la capucho, mostrando el rostro.
Al verlo, Colín se llenó de emociones que iban desde la alegría hasta el terror.
—¿Qué haces aquí? —por primera vez, titubeó.
—Sabes muy bien por qué…
—¿Obsidian está en peligro?
No hubo más, antes de caminar al lado del volante, pensando que tal vez su sobrina estuviera siendo atacada. Que los hombres de la Guardia los encontraron y ahora ella estaba sola. Sabía que era capaz de defenderse, pero sólo era una adolescente.
—Calma —lo detuvo—. Ella está bien, he venido sólo.
Giró con violencia, con una pisca de alivio, sólo un poco; porque si él los había encontrado, cualquiera podría hacerlo.
—¿Qué sucede?
—Es tu hermano. Está contactando a los Líderes.
—¿Qué?
Aquello era mucho peor, la mención de aquellos Líderes, eran grilletes ardientes que abrazaban su cuello.
—Quiere el poder, Colín. Debes volver. Ella debe hacerlo.
—Es una niña.
—Tiene diecisiete años, puede hacerlo.
—No —retrocedió, negando con la cabeza con tanto ahínco que nada podría hacerlo cambiar de opinión.
—Sabes que sí se comunica con ellos, le van a dar el poder total.
—¡No! Le di mi palabra a Dalia que cuidaría de ella, no voy a entregarla para que la asesinen
—Sabes muy bien que ella no puede morir.
—¿Y por ello debe sufrir?
El exaspero de Arnal se vio reflejado en el momento en que sujetó los hombros del que alguna vez fue su amigo, con él que compartió servicio de Guardia en el Reino.
—Sólo la proteges porque te recuerda a ella, a Dalia.
—¡La protejo porque es mi sobrina! ¡Mi familia!
—Y la familia de la mujer que amabas va a destruir el mundo si le entregan el poder a Boris.
—Deja de intentar envenenar mi mente —siseó, enojado ante las palabras de Arnal.
—Quiero que entiendas, Colín. Estos diecisiete años he estado escondido con otras familias. Logramos escapar aquella noche, estamos cansados de estar entre las sombras. Nuestro hogar es el Reino, no el miedo —de nuevo lo sostiene de los hombros, buscando sus ojos—, Boris tiene el cuerpo de Dalia, y puede comunicarse con los Líderes.
El entendimiento llegó como un balde frío en la cabeza de Colín.