Había llegado el día y Angela estaba ansiosa, mientras perfilaba sus hermosos labios, en el sótano de su ahora casa se encontraba una joven humana atada, se miró en el espejo mientras sonrió, "me veo perfecta", pensó, perfecta para tener de su presa lo que quería, su preciada sangre, se dio un último ojo y bajo las escaleras hacia el sótano, al momento de abrir la puerta el olor a humedad y sangre seca inundó sus fosas nasales y entre todo aquello atada a una silla estaba la pequeña chica de cabellos rubios con la mirada perdida, esta alzó la mirada al sentir la vista de su cazadora sobre ella, un nudo de miedo se acordonó en su garganta haciéndole tragar grueso, como es posible que aquella mujer tan bella, fuera solo eso belleza vacía, un monstruo bajo piel de cordero, pensaba mientras la veía caminar hacia ella.
—¿te agrada tu humilde habitación?— soltó la castaña con diversión mirando a la rubia al ya estar frente a ella.
—¿por qué me tienes aquí?¿Qué te hice?— susurró con un hilo de voz casi inaudible.
La mayor sonrío dejando a la vista sus perfilados y blancos colmillos ansiosos de la menor quien solo podía mirarla cargada de pavor.
—tú no haz hecho nada pero—hizo una pausa mientras la recorría con la mirada, otra idea pasó por su cabeza y cambió la mirada logrando la confusión de la contraria. —te traje para protegerte— una sutil y peligroso mentira brotó de sus labios.
—y por qué me tienes atada si es para protegerme— susurro aun desconfiada, la mujer frente a ella la intimidaba más de lo que le gustaría.
—porque sabía que si no lo hacía saldrías huyendo y no quiero que huyas, alguien podría matarte—
—Ma-matarme?— trastabilló en las palabras sintiendo como su boca se secaba mientras Angela se limitó asentir—por qué?—.
—le interesas a Lucifer— otra mentira salió de sus labios como agua de una fuente—y yo soy su hija, no quiero que una humana inocente caiga en manos de mi despiadado padre—
—Lucifer? —susurró con horror
—si el mismo diablo, yo puedo protegerte pequeña, solo debes prometerme que estarás todo el tiempo junto a mi, mientras yo esté cerca nada va a pasarte—
Amber la miró desconfiada, no sabía si confiar en aquella mujer que frente a ella parecía atemorizante pero, tampoco quería caer en manos del señor del infierno, ella no quería morir. Con inseguridad asintió —acepto, nada va pasarme cierto?—
—no pequeña nada va pasarte— y mientras la desataba Angela sonreía, amaba como había caído aquella chica en su trampa, le extendió la mano a la cual la menor respondió tomándola y ella, ella le dió un pequeño apretón, Amber no sabía que su infierno personal había comenzado.