La reina dio a luz, y el patético pueblo de Inglaterra festejo sin parar durante dos meses.Pues parecía ser que el nacimiento de la primera cría de sus majestades no era algo que se tomará a la ligera. Claro, todo lo que se relacionaba con la corona, o más bien, específicamente con la nueva reina de Inglaterra, Litzabel, era digno de celebrar. La gente la amaba. Tanto como amaban que nuestro rey Eduardo de Inglaterra la hubiera tomado como esposa en su viaje a Francia, y tanto como amaban que ambos hubieran engendrado a una heredera, Marion."La prueba viva de su unión".
Yo vi a la mocosa cuando nació. Incluso la sostuve entre mis brazos. Recuerdo, como en ese momento debí hacer mi mejor intento por no dejarla caer ahí mismo,enfrente de su majestad.
Que bella, le dije cuando la colocó sobre mis manos. No es que no lo pensará, de hecho la niña tenía facciones envidiables, su cabello parecía haber sido tejido con pequeños hilos de oro que brillaban delicadamente frente a la luz del sol, y sus pequeños ojos cafés lucían increíblemente vivos y tiernos sobre ese rostro suave y pálido. Si hubiera sido mi hija diría que se veía perfecta. Pero este es el caso: el rey no me desposo a mi, y aquella princesa que dormitaba como un ángel, no era mi hija, porque yo no era la reina. No aún.
Logré liberar el cargo de una vez por todas el día en el que asesiné a Litzabel. Mis planes eran casarme enseguida con Eduardo, apenas él se enterará de que "unos malhechores" habían matado a su esposa.Sin embargo los hechos no sucedieron según lo premeditado, pues debí esperar un año completo hasta que mi amado Eduardo superará el duelo y yo pudiera convertirme en la legitima reina. El tiempo se me hizo eterno, y cuando parecía que nada de lo que hice daría sus frutos, mi amado me lo propuso, y ahora por fin ocupó el puesto que merezco. He sido la amante secreta de Eduardo desde que tengo memoria, la desplazada, la mujer incondicional que no recibe nada a cambió de sus servicios, esa he sido yo. Pero Ahora todo es diferente, y jamás volveré a atrás. No después de tanto esfuerzo.
Hallar un pequeño hueco o debilidad en la perfección de Litzabel, para usarlo en su contra y poder asesinarla, fue difícil, no lo niego. Pero tampoco negaré que gran parte del éxito en mi proyecto fue gracias a la reina misma. Al fin de cuentas ella cabo su propia tumba el día en el que intento salvar a su pequeña hija.
Era Julio en la mañana, ella y Eduardo, saldrían al balcón del palacio para dar las noticias del crecimiento económico que estaba experimentando Nottingham gracias a los buenos manejos externos que nuestra querida alteza utilizaba,como no. Ese día el pueblo completo asistiría a escuchar. Y mientras que ambos discurrían en palabras, se suponía que Marion estaría en una habitación cercana,durmiendo plácidamente sobre su cuna con las criadas a su cargo.Obviamente yo muy bien sabía que por esas horas las criadas del castillo no cuidarían a la niña, sino más bien usarían la ausencia de sus altezas a su favor, para así coquetear con los guardias que tuvieran cerca.No me equivoque.
Todo cuadró para llevar mi idea a cabo, nadie estaba muy preocupado de la bebé, y yo sólo necesite quitarla con cuidado de su cama, para luego colocarla sigilosamente sobre la barandilla de un balcón estratégico.Uno que la reina pudiera ver desde donde se encontraba con Eduardo. Que puedo decir, todo salió perfecto.
Quienes escuchaban el discurso gritaron, Litzabel vio con ojos aterrorizados a su hija, y cuando Marion estaba a punto de caer de un lugar que quedaba a tres metros del piso,sucedió.
Un halo de luz blanquecino broto de las palmas de la reina sosteniendo con fuerza a la niña por la cintura. Marion,inocente, rió en el aire mientras su madre con ayuda de la magia la devolvía a su habitación.
El silencio absoluto se hizo patente en cada espacio del castillo. De repente un pueblerino cualquiera,de aquellos de poca imporatancia que miraban el escándalo desde abajo,se atrevió a hablar.
-Bruja!- gritó a todo pulmón.
Los demás pronto lo siguieron.
-Quémenla!
-A la horca!
Sin duda un completo espectáculo que conformo tan sólo la punta de mi iceberg. Lo verdaderamente interesante venía después de terminado el "show"
Esa tarde luego del escándalo Eduardo ardía en furia, pues "alguien" dentro del castillo había osado en poner en peligro a la princesa sólo para desvelar el secreto mágico de la reina, secreto que hasta entonces, se suponía que únicamente él conocía de su esposa.
- ¡¿Que bastardo querría exponer así a la familia real?! - sus ojos enrojecidos en sangre rondaban por toda la habitación a la vez que él caminaba en círculos carcomiéndose el cerebro para pensar en un posible culpable. Mi Eduardo nunca fue muy inteligente.
Yo estaba junto a él como de costumbre, mientras que la reina lloraba a mares en el cuarto de su hija, muy lejos de nosotros. Aproveche la ocasión,y ya que su mujer no nos podía ver, lo abrecé por detrás.
-Amor- le dije serena - ocúpate de las prioridades, primero protege a Litzabel de aquellos que deseen asesinarla por sus poderes,después tendremos tiempo para encargarnos del culpable de todo esto.