La mayoría de la gente de Nottingham desayunaba a las once de la mañana, sin embargo la noche anterior fue demasiado alocada para todos los huérfanos que vivían en un roble gigante y escondido en medio del bosque, por lo que aún a esas horas tardías en las que ya era necesario estar despierto, cada niño y adolescente del roble, dormitaba a ronquidos. Una parte de ellos babeando sobre el piso, otros encima de la cocina.
Robin no era la excepción, estaba recostado en el mesón de la cocina, y sobre su torso todavía yacía la botella de vino con la que celebró bebiendo horas atrás.
Repentinamente, como si el sol hubiera decidido que ya era tiempo de interrumpir el sueño,lanzó un rayo resplandeciente de luz, que al filtrarse través de los huecos del árbol le pegó con fuerza a Robin directo en la cara, causando que casi por inercia abriera los ojos.
Entonces mientras continuaba aún recostado, el recuerdo de lo que ocurrió ayer llegó en un instante a su memoria. Todo había comenzado pasadas las cinco de la tarde. él junto con los demás huérfanos caminaron hasta el centro del bosque, se escondieron entre los arbustos, y cuando se cercioraron de que nadie les podía ver sacaron las armas y piedras que traían en sus bolsas de tela.Luego de que hubieron alistado todas las municiones permanecieron muy quietos en sus puestos de batalla, esperando con sigilo a que pasara alguna carreta por los caminos del bosque, para así emboscarla y saquearla por completo.
Pronto escucharon el galopar de algunos caballos a lo lejos.Y al ruido se le siguió la aparición de un elegante carruaje que portaba sobre sus puertas la bandera del reino húngaro. Perfecto para emboscar.Apenas el carro estuvo frente a ellos lo atacaron frenéticamente.
Robin río para sus adentros al recordar como el rey húngaro los había llamado "¡Bárbaros!" cuando se robaron la cantidad aberrante de alimento y vino que transportaba el hombre en aquel vehículo.
Sin duda la noche pasada el grupo celebró con justa razón, pues las provisiones que le sustrajeron al rey representaban el fin, aunque fuera por un mes, del tiempo de hambruna en el que ninguno de ellos durante tres días había comido.
El muchacho respiró hondo, hoy era el día. Ayer hubo una victoria, robó bastante más de lo que esperaba y alimento a sus hermanos, sin embargo eso ya era pasado.Hoy su alteza haría un banquete exclusivo en el castillo. Y si lograba entrar allí gracias al apellido conocido que él portaba de su padre, entonces todo lo que se consiguió el día anterior no sería nada comparado con lo que sustraería esta noche directamente del palacio del rey.
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El banquete del castillo era elegante, sin duda. Pero era uno más del montón, de ese tipo de celebraciones comunes que el rey siempre daba para el goce de todos los aristócratas de Inglaterra.A Robin ya no le sorprendía para nada el gasto monetario tan exorbitante que Eduardo le colocaba a sus celebraciones. A diferencia de su sorpresa en el principio, cuando recién empezó a colarse en esos lugares para robar.Entonces estaba asombrado por la cantidad de lujos que allí habían y no comprendía por qué el rey derrochaba tanto dinero en ostentaciones mientras gente moría de hambruna en el pueblo ¿ Acaso su majestad no conocía la situación del país? , Con el tiempo entendió que el rey lo conocía todo, por lo que la única explicación para su indiferencia era que ese hombre se regocijaba en la injusticia social.Disfrutaba ver cuánto más rico era él que la gente pobre a la que gobernaba.
En esas fiestas había mucho vino, de ese fino y que representaba en su solo valor el salario anual de un trabajador humilde, y también candelabros con diamantes y paredes con pelotitas de oro refinado.Por donde miraras parecía ser un mundo diferente, una burbuja perfecta ajena a la realidad y a la desigualdad de la que se hablaba a diario entre la gente pobre. Una desigualdad que para los aristócratas era tan sólo un simple tópico el "berrinche de los resentidos".
De repente, tomándolo de imprevisto en medio de sus pensamientos,un tintinar como el de una luz resplandeciente se apreció a sólo unos pasos de Robin. La distancia entre él y "esa cosa" era corta, pero el brillo que emitía el objeto era demasiado fuerte como para que él pudiera reconocer lo que era, aunque pensó que seguramente costoso estaba entre sus características. Así que se acercó a tomarlo.
Mientras más cerca estaba más le costaba creer que había sido tan despistado como para no haberlo vislumbrado antes, puesto que "esa cosa" era perfecta para ser saqueada, se veía de un tamaño pequeño, estaba dentro de uno de los pasillos más oscuros y alejados de la mayoría de la gente, y para colmo brillaba tanto que parecía que suplicaba que la robaran.
Cuando por fin Robin llegó al corredizo la vio con más claridad. Era en realidad una especie de amuleto que estaba hecho de oro. Oro puro. el objeto había sido encadenado a la tarima de mármol en la que yacía,pero eso no era un problema, unos cuantos rasguños con la daga serían suficientes para quitar las cadenas, sin embargo a medio camino de empezar a rasguñar, el muchacho escuchó un súbito tosido tras sus espaldas.