—Te ordeno que te cases con mi nieta.
Contempló a la anciana mujer con seriedad alzando sus ojos hacia ella.
El hombre alto, de cabellos oscuros y mirada penetrante; se mantuvo imperturbable sin moverse de su lugar luego de escuchar sus palabras. Con un traje de alto valor, con ningún mechón fuera de su lugar en un peinado perfecto, que le dan un aspecto más intimidante. Tensó su rostro.
Ante su silencio la mujer de cabellos blancos se levantó de su escritorio caminando hacia los enormes ventanales de su oficina que dan hacia la ciudad.
Hasta ahora al que suele considerarlo como el perro de la familia nunca se ha opuesto a ninguna de sus órdenes. Incluso ante sus peticiones más extrañas.
Al hombre le tomó un tiempo asimilar lo que su jefa le acaba de pedir ¿Acaso ha escuchado bien? No quiso pedirle que se lo repitiera, pero es una petición que jamás se esperó escuchar, lo que hace que le sea difícil creer que sea cierta.
—Sé que es inusual —habló la anciana al ver que Antonio comprendía que le hablaba en serio—. Y entre todos los hombres que analice tu eres perfecto, responsable, fuiste educado gracias a mí, por ello eres consciente, equilibrado, no tienes vicios, ni novias ni viejas relaciones tormentosas. Has sido un leal trabajador y has sabido llevar esta compañía como mi nieta nunca hubiera sido capaz. Lo mejor de todo es que eres obediente…
Antonio inclinó la cabeza en forma cortes, aceptando las nuevas órdenes.
—Entiendo sus razones, señora Fave, pero ¿Esta segura de querer tener a un huérfano como yo en su familia? Aun cuando sea solo por un tiempo, su familia se va a oponer a esto —preguntó con seriedad tensando su mirada, la verdad no le importa sinceramente lo que diga esa bandada de buitres ambiciosos, pero no olvida la actitud de ellos cuando la anciana decidió dejarle el cargo de CEO de la compañía.
La anciana sonrió con cierta maldad en su mirada.
—Eres mi pieza de ajedrez favorita, y eres el único que me queda para enderezar a la estúpida de mi nieta, se que no hay otro mejor —señaló arrugando el ceño.
En verdad es el único que aceptaría casarse sin poner condiciones, sabe que cualquier otro le pediría una compensación, amenazaría con ir a la prensa o buscaría extorsionarla de alguna forma. Pero ese hombre, aquel que recogió de un orfanato, ha sido educado de forma que incluso si le pidiera lanzarse por el edificio lo haría de inmediato, si le ordenara matar no dudaría en hacerlo, criado como un perro obediente que nunca se opondría a ella.
—Entiendo —respondió Antonio con seriedad.
—Bien —la anciana se colocó de pie tomando su teléfono—. Entonces comencemos con los preparativos.
Con esto la anciana piensa que su nieta, una mujer irreverente, irresponsable, viciosa, todo lo que no debería corresponder a la futura dueña de la empresa familiar, empiece a madurar de una vez por todas y entienda cual es el rol que está obligada a cumplir desde que comenzó a ser parte de esta familia. Ser la cabeza principal de una de las empresas más grandes en el rubro de los cosméticos.
Arrugó el ceño masajeándose las sienes, a su edad no debería pasar por estos malestares. Se supone que cuando niña, su nieta, era un ejemplo en la academia, estudiante premiada, número uno, excelente en todo, pero algo pasó en su juventud que la chica “perfecta” se transformó en una mujer alocada que prefiere pasarse el tiempo en la cama retozando con hombres desconocidos que madurar y asumir el cargo por el cual nació.
Por culpa de esa alocada muchacha es que ha tenido que decidir llegar a este extremo. Suspiró de mala gana sin dejar de mirar las luces de la vida nocturna de la ciudad. Caminó hacia los ventanales sin notar el brillo en los ojos del hombre que detrás suyo sonrió de forma siniestra.
La joven mujer de cabellos claros y ojos de color miel no deja de reírse de buena gana. Susana está pasándola mejor que nunca en medio de la más grande fiesta de la ciudad, sin imaginarse lo que vendrá después.
Bebe su trago entrecerrando los ojos al notar a los apuestos hombres del lugar.
—¿Cuántos? —le preguntó su amiga, de melena castaña y largos rizos, en complicidad.
Susana entornó la mirada sonriendo con malicia mientras observa a su alrededor. Al parecer hoy se han concentrado bastantes hombres guapos e interesantes en el lugar.
—Con unos tres —respondió sonriendo al final—. Una orgía me haría bien esta noche.
—Imagino que ya elegiste a los tres —señaló su amiga bebiéndose su trago.
Susana sonrió con malicia pasándose la lengua entre los labios. Y luego entrecerró sus ojos haciendo que sus largas pestañas lucieran más extensas. Es bonita e interesante, y lo sabe, además rica, futura heredera de una enorme empresa y fortuna ¿Podría algún hombre ignorarla?
—Claro, fíjate en el de camisa azul, el de sombrero y aquel de buena musculatura —dicho esto dejó su vaso en el mesón—. ¿Cuánto crees que me demorare en tenerlos en la cama?
Su amiga de repente se atoró y escupió, colocándose muy seria. Susana le masajeó la espalda sin entender que le pasa.
—Peligro… a las doce… en punto… —intentó decirle la mujer sin dejar de toser.
Susana al alzar la mirada vio a un tipo enorme que detenido frente a ella cubre la luz del lugar sin permitirle ver su rostro en totalidad. La mujer pestañeó confundida hasta que pudo notar como el tipo la contempla con frialdad. Bufó luego de suspirar aliviada, por momentos sintió un miedo sobrecogedor al desconocerlo. Pero ya sabe quién es.
—Antonio Vélez —señaló en tono de burla—. Pensé que desde que te habían dado el puesto de CEO ya no serías siendo el perro de mi abuela ¿Estás aquí porque te mandaron a ser mi niñero? ¿Qué mierda quieres ahora?
Arrugó el ceño, bastante molesta de que acabara con su diversión, ver la cara seria y aburrida de este tipo le amarga la noche.
—Vaya —le susurró su amiga al oído—, Antonio con los años esta cada vez más apuesto.
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Editado: 25.11.2024