En manos de un psicópata

Capítulo 42

Susana alzó al pequeño bebé antes de colocarlo en su pecho. La criatura se acomodó en los brazos de su madre que no puede dejar de mirarlo después de recuperar su memoria, le es difícil aún de creer que ese ser tan lindo y perfecto haya salido de su interior.

No pudo evitar sonrojarse al ver a Antonio aparecer, el solo pensar que el bebé es el resultado de ambos la hace sentirse así. Aquel contempló la escena de madre e hijo y sonrió antes de besar la frente de su esposa.

—¿Vas a salir? —le preguntó al verlo vestido y peinado de la forma como suele hacerlo al ir a la oficina—. Es domingo.

—¿No quieres que vaya? —respondió en tono insinuante.

Susana se colocó nerviosa y desvió la mirada.

—No, no es eso, bueno, si me gustaría, pero es que quiero hablar contigo antes —señaló colocándose sería.

Antonio la miró preocupado y se sentó a su lado para acariciar la cabeza del bebé, Alejandro gruñó al contacto de su padre y con sus manitos se aferró a su madre como si no quisiera compartirla con ese hombre que desde que llegó nunca antes le había hecho cariño.

—Es sobre mi tío Eduardo —al escuchar esas palabras, Antonio se colocó serio—. El día del ataque de Laura la vi momentos antes de hablar con él. No sé si se conocen o no, pero fue sospechoso. Mi tío es experto en llevar armas, desde niño le enseñaron a disparar y le gusta traerlas consigo.

—El arma que usó Laura no estaba registrada al nombre de ese tipo, estaba declarada como robada desde otra vivienda, tampoco había huellas que no fueran las de esa mujer —respondió pensativo.

Con la declaración de Susana podría poder acusarlo de intentar matarla, pero ¿cuál sería su razón?

—De seguro querían quitarte del medio para tomar el control de la familia Fave —señaló Susana arrugando el ceño—, ellos no sabían que estaba embarazada. ¿No es así? Como ya no soy una Fave ya no tengo derecho a herencia, sin estar casados. Eso sería lo más lógico, pero Laura me disparó a mí ¿Qué ganaría mi tío con matarme? ¿Arriesgarse a tener de enemigo a alguien como tú sabiendo lo peligroso que es eso?

Antonio tensó su rostro, pensar que originalmente era él quien debía recibir el disparo y fue Susana quien estuvo al borde de la muerte hace que su ira hierba. Fue lo que la misma Laura le confesó, quien le pasó esa arma, le dijo que le disparara a él, y, en cambio, terminó por dispararle a Susana.

Solo cuando sintió la mano de la mujer sobre la suya alzó la mirada, más calmado.

—Ten cuidado —musitó aquella antes de darle un beso inocente sobre los labios—. Sé que se te zafa un tornillo, pero no hagas nada peligroso.

Luego de eso sonrió con picardía.

—Aunque amo eso de usted, señor Fave —agregó entrecerrando los ojos.

Antonio le acarició la mejilla en silencio, le sonrió cuando la mirada de Susana se detuvo en los suyos y cuando apoyó su cabeza sobre su pecho. Le encanta ver como ya no parece temerle y se muestra tan cariñosa y coqueta. Pero solo pensar que estuvo a punto de perderla no lo deja quieto, debe deshacerse de todos aquellos que intentaron hacerla desaparecer, y no estará tranquilo hasta acabar con esto.

—¿Desayunarás antes de irte? —le preguntó sintiendo los rápidos latidos de su pecho.

—Quisiera, pero ya estoy atrasado —indicó Antonio levantándose con cuidado del asiento—. Volveré lo más pronto que pueda.

Susana solo sonrió, aunque su preocupación se notó en su mirada. El hombre se acercó besando sus párpados.

—Todo estará bien, lo prometo —le sonrió de forma cariñosa.

Pero apenas Antonio colocó un paso fuera de la casa, su mirada cambió de inmediato, arrugó el ceño sin ocultar la molestia que siente mientras sube al auto pensando en quién planea visitar. Uno de sus hombres cerró la puerta antes de subirse a conducir.

—Vamos a ese lugar —ordenó Antonio con seriedad, sin explayarse más. El hombre al volante movió la cabeza en forma afirmativa antes de iniciar el viaje.

Debe terminar lo más pronto posible con este tema para así poder darle un ambiente tranquilo tanto a su pareja como al hijo de ambos. No quiere cada día tener que vivir con el miedo de que nuevamente intenté arrebatarle a Susana. Ya se da cuenta de que sin ella no puede vivir, la necesita.

La húmeda bóveda, apenas iluminada con un viejo foco que danza de lado a lado, deja ver en el fondo el cuerpo de un hombre atado a una silla. Sus heridas lucen graves y la sangre en el piso lo reafirma. Respiró agitado, con dolor, y con un rostro deformado por los golpes que no permiten reconocerlo.

Escuchó pasos venir de las escaleras, y su cuerpo se tensó en el acto. Cada vez que alguien baja es solo para torturarlo, sin matarlo, en una continua agonía que podría enloquecer a cualquiera.

—Así que aquí tenemos al dueño del arma que casi mató al amor de mi vida —señaló Antonio con expresión agria.

Escuchar ese tono de voz estuvo a punto de hacerlo orinar. Sabía que su sobrino estaba medio loco, pero no a este nivel, tenía sospechas de su locura, no por algo su padre solía contarlo, lo que creyó que solo era un tonto cuento de viejos, de la locura de la familia, de aquel único eslabón demoniaco que nace cada cierto tiempo. Ahora podría estar seguro de que su padre no se suicidó, como dijo la policía.

Apretó los dientes y aún aterrado alzó la mirada con rebeldía, pero ante la mirada de odio de Antonio se quedó paralizado.

—No tengo tiempo para la policía y los tribunales, eres culpable, acabemos con esto de una vez...

—¡Somos familia! —gritó el hombre desesperado.

—Un familiar que estuvo a punto de matar a la madre de mi hijo —respondió con frialdad.

—No lo sabía, quería dispararte a tí, no a ella —replicó respirando agitado—. Si esa tonta mujer hubiera cumplido el trato, tenía que deshacerte de ti... maldita perra bastarda... ¡Es todo su culpa, ella quiso dispararle a Susana! ¡¿Para qué yo querría matarla si ya es una simple mujer insignificante?!




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