En Manos Del Magnate

PREFACIO

El viento cálido del mar movía mis cabellos con suavidad. Mis pies sentían el cosquilleo de la suave arena. La luz de ese suave sol ni siquiera era capaz de golpear mi rostro. Las aves parecían cantar alguna melodía mientras danzaban en el cielo azul. Todo estaba bien, lo había logrado, sin embargo en todo ese entorno perfecto, no sentía felicidad. A pesar de estar en el lugar que quería, a pesar de haber logrado mi objetivo principal; no me sentía feliz. Marcus estaba en la cabaña esperándome, pero yo me debatía entre ser feliz o millonaria. Mi madre había dicho siempre, al tener dos opciones, ve por la que más te convenga; así que no había de otra, tenía que ir con Marcus.

Mi vestido de novia estaba listo al ingresar a la recamara. Marcus estaba en un extremo de la habitación, acomodando su reloj. Me miró y con los mismos ojos melancólicos vino hacia mí. Posó sus labios en mi hombro descubierto y dibujando una sonrisa dijo:

—Buena elección.

Sonreí medianamente y luego tomé el vestido de novia. Mis manos temblaban, la decisión que estaba por tomar ¿era la correcta? ¿Cuál de las dos opciones era la correcta? Parecía un juego de apuestas.

—Te espero, toma tu tiempo —volvió a decir Marcus, luego se retiró de la habitación.

—Tranquilo, llegaré pronto —respondí entre susurros.

Mi madre había sido la organizadora de la boda, eso lo sabia. Supongo que debió ser su idea decorar el local de recepción con rosas rojas y que Marcus lleve una corbata roja. Parecía un sacrificio. Algo que debía hacer y que nadie podría defenderme o por lo menos impedir la boda. Miré algo desahuciada aquel vestido blanco, si tan solo mis decisiones hubieran sido las correctas, ahora no estaría arrepentida de lo que hice.

Cuando terminé de vestirme alguien tocó la puerta. Al abrir se trababa de las estilistas, venían a arreglar mi cabello y maquillar mi rostro. Mientras hacían su trabajo, los sentimientos se volcaban en mi contra, todo lo que quería estaba a un SI de distancia y no podía concentrarme en esa respuesta.

—Listo. Quedó muy hermosa. Ya puede ir.

«Ya puede ir» su voz dio ecos por todo mi ser. La estilista que no era consciente de las palabras que había dicho, abandonó el lugar con el resto de su equipo.

Mis pasos se acortaban, pero el sonido del piano me animó a avanzar. Tratar me imaginar que está boda era con quién yo en realidad amaba fue mi consuelo hasta llegar a Marcus. Todo cambio cuando sus ojos se clavaron en los míos, me deseaba y yo lo sabía, no sentía amor, él tampoco; pero la fuerza de mi razón me instó a que echaría a perder tanto dinero.

—Es un gran honor unir en matrimonio a esta linda pareja…

La voz del presentador era realmente animosa, no tenía opción, ya no. Debía fingir. Sonreí cada segundo y Marcus estaba feliz, ansioso por la noche de bodas, que era lo único que pensaba hace algunas semanas atrás. La pregunta tan esperada se escuchó:

—Camille Wright, ¿acepta unirse en matrimonio con Marcus Spencer?




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