Ethan
Cuando pase el portal supe que ya no había vuelta atrás, estaba dejando la seguridad del mundo de los humanos para adentrarme en las profundidades del abismo o eso me gustaría decir. En realidad estaba cruzando un portal que me llevaba a Northeim, la única zona neutral entre humanos y criaturas mágicas. El lugar es una universidad gigante dedicada a la teoría pues según su filosofía a través del conocimiento de los demás se llegará al entendimiento mutuo.
Pura basura, que se lo digan a los humanos masacrados a manos de las monstruosidades mágicas.
En ese momento un haz de luz me sacó de mis pensamientos, estaba amaneciendo.
Northeim parecía una mansión sacada del cómic de los x-men, era enorme, lujosa, con grandes áreas verdes y deportivas; además, de estar rodeada por un frondoso bosque. La increíble instalación se encontraba en medio del mundo de los humanos y el abismo, protegida por magia y tecnología de ambos bandos. ¿Si las armas no solucionan nada, porque tienen tantas? Dije para mis adentros mientras caminaba hacia los dormitorios. Estaba amaneciendo y lo último que quería era encontrarme con las sucias criaturas mágicas que apestaban el lugar.
Y para colmo, me habían prohibido usar violencia mientras estuviera en cubierto.
Con un gruñido de molestia, cargué la mochila que traía sobre mi hombro y empecé a alejarme del portal que llegaba desde el mundo humano.
Todo el lugar olía a bosque y a viejo. Pero no era un olor que me produjera nostalgia, hacia que mis instintos me pidieran sangre mágica. Había Sido entrenado para proteger a los humanidad matando a estas criaturas, y ahora debía de jugar a la escuelita con ellas.
Apenas llegué a las grandes puertas por donde nos daba la bienvenida una recepcionista, tuve que reaccionar con velocidad, me coloqué unas gafas de sol para cubrir mis ojos que ahora eran de color dorado. Lo último que quería era revelar que era un caballero de la orden.
La criatura era una Gorgona, su pelo se encontraba repleto de serpientes, y en su cara pálida se pintaba una sonrisa falsa que dejaba ver sus colmillos. Dios, me daban ganas de arrancarle la cabeza.
Frente a ella había un gran escritorio de madera, viejo como el mismo edificio o incluso más.
—Buenos días jóven — saludo la criatura.
— Te gusta madrugar ¿no? — sonrió mostrando su colmillos.
La ignore, hice como si estuviera distraído con mi celular. Con sólo verla mis ojos combinaban de color, tenía que controlarme o toda la operación se echaría a perder antes del primer día de clases.
—Un chico tímido — continuo la cosa.
—Con esos músculos pensé que eras extrovertido — dijo ahora mordiendo un lapicero.
Respire con profundidad, solo con ver eso había sacado un cuchillo pequeño que guardaba en mi muñeca. No era hostil, por el momento, por lo que coloqué el cuchillo en su lugar e intente sonreírle de vuelta.
—Me regalas tu nombre — volvió a sonreír.
—Ethan— le dije apurado, entre más tiempo pasará se me dificultaba más controlarme.
La Gorgona escribió mi nombre en su ordenador.
—Un humano, me encantan los humanos — dijo mientras su cabellera de serpientes se movía asquerosamente por todos lados.
De seguro le encantan, fríos y petrificados, con un poco de sal. Pensé con enojo; ya me había enfrentado a su raza antes y si algo odiaba era a las criaturas mágicas con habilidades molestas. Y petrificar a la gente era una de ellas.
—Conque eres un cerebrito — dijo mirando su ordenador, mientras que a la vez colocaba a funcionar una especie de impresora.
—Los dormitorios de los alumnos avanzados son saliendo por ahí — señaló una gran puerta de cristal que quedaba justo en frente de la puerta por la que había entrado.
—En el bloque de los cerezos— volvió a sonreír y al parecer su máquina terminó de imprimir lo que le había mandado a hacer hace cinco minutos.
—Aquí tienes— estiró su mano llena de escamas babosas con un carnet entre sus dedos, largos y afilados.
Lo recibí intentando disimular mi asco, le agradecí y me dispuse a salir del lugar tan rápido como pude. Si había llegado temprano era para no tener que pasar por este tipo de situaciones apenas se llenará el campus.
Al salir por la puerta me encontré con una ciudadela de lo más de peculiar, parecía un pueblo. Empecé a caminar tan rápido como pude buscando la casa que ya había investigado por internet. Era grande y vieja, tenía muchas habitaciones pero no tantos estudiantes pues estaba reservada para los mejores. Categoría en la que siempre me encontraba, ya fuera en la orden o en este circo de fenómenos.
La ciudadela era tan simpática que se me olvidaba que estaba habitada por criaturas del abismo. Vi una panadería, una librería, varios restaurantes y hasta la biblioteca. Todas las estructuras hechas de madera o ladrillos, también estaban las casas o dormitorios de estudiantes, había un edificio, cerca a la mansión por donde había entrado, pero era para dormitorios comunales y lo último que quería era compartir el baño con las plagas mágicas.