En qué estrella estará

CAPÍTULO 4

***Hola sis. ¿Llegaste bien a lo de los papis? Espero que sí. Avísame. Disfruta tus vacaciones y no pienses de más. Te extraño y quiero verte pronto. ¿Sabés que siempre cuentas conmigo? Bueno, eso. Te quiero, bye.***

¡Cómo quería a mi hermana! Si ella supiera que a veces con solo un mensaje me salvaba de mí misma...

Al día siguiente abrí los ojos y miré por la ventana. El cielo estaba soleado, y decidí salir a recibir un poco de vitamina D. Me recosté en el pasto, abrí mi libro, puse música en mi celular y comencé a leer.

No sé cuánto tiempo pasó con exactitud, pero me quedé semi dormida. Me incorporé un poco desorientada y busqué mi celular, porque me había sonado la señal de un mensaje nuevo. Era Irina, pero su mensaje esta vez me inquietó.

-Hola sis, ¿cómo estás? ¿Alguna novedad?-

-Hola. ¿Novedad de qué? ¿De qué estás hablando?-

-Nada. No te preocupes. Si hubiera novedades sabrías de qué estoy hablando. Olvídate. Haz de cuenta que no te he escrito.-

-Irina, ¿de qué estás hablando? No entiendo nada. ¿Pasó algo con papá y mamá? ¡No me asustes!-

-TRANQUI, no pasa nada con ellos. Ay... Espero que no me mates, pero... Ha pasado algo y yo...-

-¿¡Qué!? Me vas a matar de un infarto, Irina...

Y de pronto el maldito "...Escribiendo" en color verde, que aparecía y desaparecía, y mi bendita hermana que no me decía nada.

Mientras miraba la pantalla a ver si por arte de magia aparecían las palabras que aclararían el misterio, sonó el timbre. Con el teléfono en la mano, caminé hasta la puerta. Un momento antes de abrir la puerta, sonó la señal de mensaje. Desbloqueé la pantalla y leí el texto de mi hermana.

***Tiene que ver con Fran.***

Se me cortó la respiración mientras miraba fijo el celular. Me pasé las manos por la cabeza intentando evitar que la sensación de vacío se apoderara de mí. Olvidé que había alguien en la puerta hasta que el timbre sonó de nuevo y me sobresaltó.

Aparqué mi desazón y abrí la puerta. Lo que estaba del otro lado no lo esperaba.

Llevaba una maleta en la mano y usaba un tapabocas, pero por supuesto lo reconocí. Era imposible no reconocer al amor de tu vida, no reconocer los ojos que habías visto día tras día durante 10 años, ese cabello que habías acariciado y tironeado a partes iguales en aquellos momentos de pasión, ese cuerpo que había cubierto el tuyo tantas veces hasta dejarte sin respirar...

... Respirar. Era buena idea hacerlo, ¿no? Después de todo dicen que es necesario para vivir, pero no sé por qué razón, mi cuerpo había olvidado cómo hacerlo. No podía quitar los ojos de ese hombre. De repente, junto con el aire volvieron a mí las palabras y pude soltar:

-Francesco, ¿qué estás haciendo aquí?-

 




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