En qué estrella estará

CAPÍTULO 9


How can I convince you
What you see is real?
Who am I to blame you
For doubting what you feel? //

¿Cómo puedo convencerte?
¿Lo que ves es real?
¿Quién soy yo para culparte
por dudar de lo que sientes?

Survivor.

 

Abrí los ojos y la luz de la ventana penetró mi cerebro como un martillo neumático. Mala idea, pensé. Volví a cerrarlos. No recordaba la última vez que había sentido ese dolor de cabeza. Tenía la boca pastosa y sentía la lengua pegada al paladar. Intenté incorporarme pero no pude.

Entonces el dolor de cabeza pasó a ser el último de mis problemas. No podía moverme porque tenía un brazo alrededor de mi cintura que me lo impedía. Traté de girarme pero no hizo falta. Comencé a escuchar un leve ronquido que conocía muy bien. Francesco estaba acostado conmigo. En mi cama.

«Por favor, por favor, por favor...que no esté desnuda... » rogué en mi interior. Pero mis ruegos no fueron escuchados. Bastó levantar la sábana para comprobar que los dos estábamos como habíamos venido al mundo.

Cerré los ojos e intenté convencerme de que no era tan grave lo que había pasado, pero fracasé en el intento. Necesitaba un cigarrillo, y cantidades industriales de agua, y algo para el dolor de cabeza que me martillaba la cabeza.

Me levanté silenciosamente. No podía lidiar con un Francesco igual de confundido que yo. Caminé por la casa buscando mi ropa y la encontré tirada por la cocina, junto con la de Fran. Recogí todo, lo dejé a los pies de la cama, me metí en el baño y me di una ducha rápida. Necesitaba borrar de mi cuerpo el rastro de Francesco. Me coloqué debajo del chorro de agua caliente para aflojarme. Me dolían partes del cuerpo que no sabía que podían doler, y traté de no buscar respuestas. Finalmente salí de la ducha, me vestí, puse la cafetera y salí al patio mientras el café se preparaba. Encendí un cigarrillo y caminé hasta el límite del bosque, donde estaban los árboles que no había podido volver a atravesar.

-Qué raro que no estés en el claro del bosque. Recuerdo cuánto te gustaba ir allí- Su voz me sobresaltó, y me di vuelta bruscamente. Me lo encontré con unos vaqueros, descalzo y sin camiseta, con el torso desnudo. (¿Por qué esta tortura por favor? Su cuerpo perfecto debía estar oculto bajo capas de ropa. Si no lo veía, no existía). Sostenía en cada mano una taza de café. Me ofreció una.

-Si te sientes igual de mal que yo, pienso que necesitarás este café-.

No respondí, porque estaba muy ocupada tragando el líquido. Me quemó la lengua, pero no importaba. Necesitaba sensaciones fuertes que me hicieran olvidar lo que había pasado anoche.

-Fran, creo que necesitamos hablar de anoche- dije, nerviosa y mirando mis pies.

-Creo que no hay mucho que hablar, ¿no? Está bastante claro lo que pasó.- me dijo con el rostro serio. De pronto me sentí desilusionada. No iba a permitir que me destrozara nuevamente. El que pega primero, pega dos veces. ¿O no era así la frase? No sé, me estaba funcionando el treinta por ciento de mi cerebro, no podía pedir mucho. De todos modos era más de lo que me había funcionado la noche anterior, cuando habían tomado las riendas otras partes de mi anatomía.

-Tienes razón, Fran. Está muy claro. Lo que pasó fue un error. Un error de borrachos. ¿Sabes qué? Dejémoslo como una noche de despedida. En nada te van a venir a hacer el hisopado, vas a dar negativo, y te irás. Acá no ha pasado nada.-

Lo miré, parecía confundido y ¿dolido? Debía ser el alcohol que todavía corría por mi sistema.

-Trini, ¿eso es lo que sientes de verdad?-

-Es lo que sientes tú, ¿no es así?-

Antes que pudiera responder, sonó el timbre. Me apresuré a ir a la puerta, más para escapar de la conversación que por saber quién era. Cuando abrí, parecía que habían aparecido dos astronautas en la puerta de casa. Venían a realizar el test de covid a Francesco.

Al cabo de unos quince minutos, se habían ido los astronautas, pero nos habían dejado una bomba. Tras hacer el test rápido, el resultado fue positivo. Francesco tenía COVID-19. Lo primero que dijo fue que era imposible porque no tenía síntomas, a lo que le respondieron que podía ser asintomático y no tener señales de la enfermedad. Le dijeron que en veinticuatro horas el PCR confirmaría el diagnóstico, y que en siete días debía hacerme el test yo. Por supuesto, la estadía de Francesco en casa se iba a extender al menos dos semanas más. Sonreí por la ironía de la situación y me dediqué a ordenar la casa para no pensar de más.

No volvimos a tocar el tema de nuestra borrachera y posterior noche de pasión. Parece que al fin estábamos de acuerdo en algo: fingimos que no había sucedido. Y así estaba bien.




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