En qué estrella estará

CAPÍTULO 20

Tú me has hecho mejor, mejor de lo que era
Y entregaría mi voz a cambio de una vida entera
Tú me has hecho entender que aquí nada es eterno
Pero tu piel y mi piel pueden detener el tiempo.

Pablo Alborán

Se terminaba nuestro idilio. Estábamos a jueves, y el lunes volvía al trabajo. Esa idea me amargaba, me había acostumbrado a la buena vida.

Estábamos acostados en mi cama, con Fran. Ya se nos había hecho costumbre quedarnos hasta tarde leyendo, uno junto al otro, y acariciándonos y besándonos, generalmente íbamos a más. Parecía que las cosas iban viento en popa, pero no hablábamos del asunto. «Ya llegará el momento», me decía para convencerme de que era mejor no tocar el tema. Tenía la sensación de que Fran también sentía igual, porque en varias ocasiones lo pesqué mirándome fijamente, abrir la boca como para decir algo, y luego cerrarla.

Esa noche me armé de valor. Teníamos que tener esa conversación. Estábamos en el claro del bosque, contando estrellas, (desde la intervención de Fran e Irina lo hacíamos a menudo), entonces me giré y lo observé en la penumbra, iluminados únicamente por la luz de la luna.

-Fran-.

-Mmmhhh- respondió algo adormilado.

-¿Sabes? Estaba pensando que sería bueno que me vaya mañana, así puedo pasar el fin de semana en el departamento y me aclimato, ya que el lunes regreso al trabajo...-

-Está bien, preciosa. Si a ti te parece así, ya armo las maletas y no me ves más el pelo-, dijo bromeando y fingiendo llorar.

Yo me reí y le golpeé el brazo. Amaba estos momentos con él.

-No me dejaste terminar, Fran. Estaba pensando...estaba pensando en que quizá quieras venirte conmigo para nuestro departamento y...que te quedes conmigo allí-.

-Trinidad María, ¿me estás pidiendo que vuelva a vivir contigo?- preguntó con una sonrisa de oreja a oreja.

-Sí, Francesco Damián, eso te estoy diciendo...- respondí, juguetona. -¿Qué me dices?-

-Pues, te digo que apuesto a que nunca te han hecho el amor bajo las estrellas-, dijo mientras empezaba a quitarme la ropa.

Durante la noche lo sentí muy inquieto. No paraba de moverse en la cama, y después de mucho tiempo dando vueltas, terminó por levantarse e irse de la habitación.

Esperé, pensando que estaría en el baño, pero al ver que demoraba mucho, me levanté y fui en su busca.

Entré bostezando en el living y lo encontré sentado en el sillón, con la cabeza entre sus manos. Se lo veía abatido.

-¿Qué hora es?-

-Son las 3, Trini. Ve a dormir-.

-No, me quedo contigo. No sé qué es lo que te tiene preocupado, pero cuéntamelo, lo resolveremos juntos. ¿Qué pasa?¿Le diste un jugoso adelanto a tu abogado de divorcios y ahora temes que no te lo devuelva?-, bromeé y logré arrancarle una sonrisa. ¡Dios! Esas sonrisas me daban vida...

-Pues no. Ojalá se tratara de eso. Sería más fácil de resolver. Esto es algo más difícil, y tengo miedo que todo cambie...-

La sonrisa que tenía en mi cara desapareció.

-Fran, si temes que algo cambie debes decírmelo, ya mismo-.

Una incómoda sensación se asentó en la base de mi estómago. Sentí ganas de vomitar, pero me controlé y lo animé a que hablara.

-Trini, yo...creo que antes de volver tenemos que ser totalmente honestos el uno con el otro-.

-Yo lo he sido contigo, Francesco. ¿Acaso tú no?- pregunté, cada vez más nerviosa.

-No. No lo he sido.-

Respiré profundo. Las náuseas habían alcanzado niveles insospechados y me ordené mentalmente no dejarme llevar por los nervios y terminar vomitando a sus pies sin antes saber a qué carajo se refería.

-Por favor, Francesco. Deja de dar vueltas y dime lo que me tienes que decir-.

-Es que no sé por dónde empezar-.

-¿Pues qué tal si empiezas por el principio?¿O por el final? O por donde cojones quieras, pero dímelo ya-, dije, exasperada.

Francesco tomó aire, se armó de valor, cuadró los hombros, levantó la vista y dijo tres palabras que me destrozaron el corazón.

-Te fui infiel-.




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